Uso la Steam Deck para jugar a títulos que funcionarían en un ordenador de hace más de 30 años

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Ya con bastantes semanas de uso de la Steam Deck, se pueden sacar unas cuantas conclusiones que vayan más allá de aquellas primeras y muy positivas impresiones que desgranamos en nuestro análisis. Lo cierto es que casi todo lo positivo que dijimos allí se puede repetir punto por punto: la máquina sigue rindiendo como el primer día, el catálogo de títulos a nuestra disposición es casi asfixiante y la versatilidad técnica de la máquina, sus controles y su pantalla la convierten en una pieza de hardware imprescindible si el juego portátil te interesa (o te conviene).

Por supuesto, han aparecido peros que no detectamos en un primer momento. El más personal de todos: la pantalla dejó de funcionar a los pocos días de uso. Negro absoluto aunque el resto del hardware parecía estar perfecto: tras un par de días de charla con el muy competente servicio técnico de Valve, me pidieron que la devolviera, y en unos pocos días más tenía una nueva, que he disfrutado con incluso más intensidad que la anterior, y sin ningún problema.

También en el apartado de peros, y que es algo que solo se percibe con el uso cotidiano y continuado, definitivamente es complicado calificar a la Steam Deck de sistema portátil. Es pesada, aparatosa, y en algún viaje donde había que pensar en reducir equipaje fue de las primeras cosas que se decidió excluir de la maleta. Teóricamente es solo un poco más grande que una Switch, pero a nivel de transporte y manejabilidad no hay color. No es un problema grave, por supuesto, pero es una de esas cosas que solo se entiende en toda su magnitud con el uso progresivo.

Por lo demás, las conclusiones positivas se han ido reforzando: la versatilidad y lo bien que está pensado el sistema operativo, siempre que uno esté dispuesto a profundizar en él armado de teclado y ratón. La sencillez de manejo de las tripas de la consola permite ejecutar títulos ajenos a Steam Deck, como los de repositorios como itch.io o Game Pass (desde la nube, eso sí), y en general la impresión inicial de "PC para jugar en versión portátil" sigue ahí.

Pero sin duda, el cambio más notorio como usuario de la Steam Deck ha sido el que me ha llevado a reducir notablemente el tiempo que dedico a los grandes títulos de Steam, a los Triple A que al fin y al cabo puedo jugar en consola o en un PC de sobremesa. Dedico la Steam Deck casi exclusivamente a títulos que, paradójicamente, están muy por debajo de la potencia que es capaz de desplegar la máquina: títulos indie y, sobre todo, emulación.

Infrautilizada y orgullosa

De los juegos indie poco podemos decir que no sea obvio: Steam Deck es una plataforma perfecta para ellos, ya que uno puede sentirse un poco ridículo jugando a todo un 'God of War' en Steam Deck y no aprovechar las posibilidades que le ofrece a nivel gráfico y sonoro en un pantallón que haga vibrar el pladur. Pero los títulos indie, más modestos tecnológicamente (que no creativamente, no nos cansaremos de recordar la obviedad) encajan perfectamente en una pantalla más pequeña y un sistema de sonido más limitado.

A esto se añade la accesibilidad de plataformas tan jugosas como la mencionada itch.io. Por supuesto, se pueden descargar y ejecutar los juegos, pero la plataforma / biblioteca de la web se puede añadir a Steam. Y esto complicándose la vida: por supuesto, la propia Steam tiene un surtido de títulos independientes absolutamente apabullante y entre ella y Game Pass hay mandanga para disfrutar de producciones independientes hasta el fin de los tiempos.

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Este descubrimiento de Steam Deck como plataforma-perfecta-para-el-juego-indie tiene un efecto colateral, por cierto: Nintendo Switch deja de ser el número uno en ese sentido. Hasta ahora, era la consola de mi elección para recopilar y jugar a este tipo de producciones, pero los precios de Steam son, como todos sabemos, imbatibles. Y el catálogo de títulos es igual o superior: salvo que algún lanzamiento esté enfocado exclusivamente al juego en consola (rarísimo en un indie), prácticamente todos pasan por la plataforma de Valve. Steam Deck es la máquina indie definitiva, por muy contradictoria que resulte la afirmación.

Pero hay otro aspecto digno de ser destacado en el uso de Steam: los emuladores de sistemas antiguos. Steam Deck, prácticamente desde su lanzamiento, tiene un programa muy interesante, EmuDeck, que combinado con el gestor de ROMs de la propia Valve se convierte en un aliado perfecto para los devotos de la retroemulación. La potencia del cacharro permite, además, la emulación de sistemas que se escapan a máquinas más complejas

Steam Deck es, de este modo, una máquina perfecta para emular, y aunque los retrocabecicubos seguirán poniendo sus peros a todo lo que no sea ejecución en sistemas originales, la posibilidad de llevar en el bolsillo (un bolsillo grande, lo reconocemos) literalmente miriadas de juegos semi o completamente olvidados le da un impulso extra a la consola. Los conflictos de la emulación siguen ahí para quien quiera discutir sus laberintos técnicos y legales, pero está claro que como herramienta, Steam Deck es estupenda dada la posibilidad de, por ejemplo, usar la Micro SD como almacén extra de juegos.

Además, se genera un placer extra: el de devaluar técnicamente el producto, con un uso que a los retromajaras nos encanta. Toda la potencia de Steam Deck, su apabullante exhibición de capacidades que nos llevan a tener literalmente un PC en miniatura, lo aplicamos en ejecutar juegos que caben en muchos casos en menos de 64 kb. Eso sí, ¡menudos juegazos!

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