El último movimiento de Google es un aviso para navegantes: no confíes ciegamente en la nube

  • Google, como ya hicieron Dropbox o Amazon, ha dejado de ofrecer el almacenamiento ilimitado

  • En algunos casos, esto tiene consecuencias para quienes confiaron en este servicio (y pagaron mucho dinero por él)

  • Dejar nuestro contenido únicamente en la nube empieza a parecer una temeridad

Drive
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Durante mucho tiempo, uno de los servicios de nube ofrecidos por Google era el almacenamiento ilimitado. No era barato y solo se dirigía a los clientes de cuentas corporativas, pero era una opción para la gente (o las empresas) que estaban dispuestas a pagar mucho dinero a cambio de olvidarse de limitaciones.

Google lleva más o menos un año eliminando este plan de forma gradual, lo cual ya es frustrante de por sí: de haber sabido que no tendría continuidad, quizás muchos clientes hubiesen buscado una alternativa para no tener que enfrentarse a un dolor de cabeza tan grande como el de relocalizar sus archivos.

Lo que no podían esperar algunos de esos usuarios es que la situación se iba a volver bastante peor.

Ilimitado hasta que Google quiera

Es el caso de gente como Tim Burke, un periodista estadounidense independiente que tenía una de estas cuentas para poder alojar su gran cantidad de archivos de vídeo. Este verano, en julio, Google le envió el correo en el que le comunicaba que su espacio ocupado superaba el nuevo límite de almacenamiento, pero que tenía un período de gracia de dos meses. Tras ese momento, su cuenta entraría en modo lectura: podría seguir accediendo a sus datos, pero no cargar nuevos archivos hasta que no redujese el espacio usado.

Esto podría no ser un problema excesivo, más allá de un inconveniente, pero se convirtió en un contratiempo importante cuando este mismo mes llegó otro correo de Google: tiene siete días para llevarse todos sus archivos antes de que su cuenta sea cancelada y elimine sus archivos sin posibilidad de recuperarlos.

Esto sí es un problema, y más teniendo en cuenta que Burke tiene casi 250 TB de espacio. En siete días ha de encontrar y comprar los suficientes dispositivos de almacenamiento en los que le quepa todo, pero también tiene que conseguir descargar esos 250 TB, algo a lo que posiblemente no dé tiempo, y más teniendo en cuenta que esto conlleva un proceso manual de ir conectando y desconectando unidades de almacenamiento, e ir arrastrando a ellas los archivos que se van descargando.

Por si alguien se pregunta si Burke tenía copias de seguridad, sí, la tenía: Google era su copia de seguridad. Sus unidades de almacenamiento local contienen esos archivos, pero están en manos del FBI, que ya ha comunicado que no se los devolverá.

El caso de Burke con el FBI llevándose sus dispositivos es un caso extremo, pero es fácilmente intercambiable para quienes no estamos expuestos a ese tipo de problemas: basta un incendio, un mal golpe o un simple extravío para que nos quedemos sin ellos y tengamos que encomendarnos a las copias que tenemos en la nube. Quien las tenga.

Pero cada vez parece más claro que encomendarse únicamente a la nube es una temeridad, y no solo es culpa de los usuarios. El movimiento de Google no parece lógico. ¿Por qué prometer un almacenamiento ilimitado para luego cercenarlo y además dejar en una situación comprometida a quien difícilmente podrá salvar todo?

No hace falta irse a este tipo de casos. Recientemente supimos gracias a una noticia de The New York Times que también habla de lo expuestos que estamos a perder todo nuestro contenido de la forma más estúpida. En ese caso, una mujer recibió una notificación de YouTube en la que le avisaban de que su canal había sido eliminado, algo a lo que ella no dio importancia porque ni siquiera usaba YouTube, y menos para publicar contenido. El problema era que toda su cuenta Google había sido eliminada, incluyendo el contenido y el acceso a su correo o su galería de fotos.

El motivo tenía que ver con uno de sus hijos pequeños, que había cogido su tablet para ver vídeos en YouTube y, en su inocencia, grabó un vídeo de su trasero que acabó subido a la plataforma. El algoritmo de Google lo detectó como un posible caso de abuso infantil y el cierre de la cuenta fue automático. La mujer se quedó sin poder usar su correo, donde le llegaban sus horarios de trabajo, entre otras cosas, y perdió toda su colección de imágenes.

El algoritmo de Google es necesario e hizo bien su trabajo, pero quizás la medida automática fuese demasiado dura, ya que ni siquiera hubo un tiempo de acceso bloqueado para que la afectada diese una explicación o demostrase su versión, simplemente se procedió a la eliminación. Consecuencias de confiar a ciegas en la nube.

Algo no igual, aunque similar, a lo que ocurrió en 2020, cuando Google Fotos, tras un lustro prometiendo almacenamiento de imágenes ilimitado y gratuito, enseñó el camino para pasar por caja. Es tan lógico que un servicio de almacenamiento en la nube quiera cobrar por su producto como ilógico que una empresa plantease algo así gratuito de forma indefinida para luego dar un dolor de cabeza a millones de usuarios. O el movimiento que hizo Dropbox hace unos meses. O las limitaciones repentinas que puso Drive complicando a algunos usuarios por el camino.

Similar también, aunque en este caso es distinto, a lo que lo que ocurrió con Amazon Drive. Claro que en este caso Amazon no cambió de idea sobre la monetización y simplemente decidió abandonar el servicio. Y avisando con año y medio de antelación.

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