Las distribuciones Linux se distinguen entre otras cosas por la libertad y el control que ofrecen al usuario. Ese control también afecta a un apartado clave: es ese usuario el que decide cuándo quiere aplicar actualizaciones del sistema si es que las quiere aplicar.
En Linux Mint se han dado cuenta de que eso acaba siendo peligroso: hasta tres de cada 10 usuarios están usando Linux Mint 17.x, una versión insegura y de la que ya no ofrecen parches de seguridad, así que a partir de ahora serán más pesados con los avisos de que es necesario actualizar. Algunos temen que eso lleve a una situación como la que se vive con las actualizaciones forzosas de Windows 10, pero estamos lejos de ese futuro.
El usuario sigue teniendo el control, pero por si acaso Linux Mint insistirá en que actualices algunos paquetes
El pasado 20 de febrero los responsables de Linux Mint publicaban un estudio tras analizar los datos que tenían acerca de cómo los usuarios se comportaban con las actualizaciones del sistema.
Sus estadísticas eran muy superficiales porque Linux Mint no envía datos a un servidor central y ni siquiera se hace recuento de cuántos usuarios tienen. Pueden inferir algunos datos a través del uso del navegador Firefox, que a través de su user-agent permite determinar si un usuario de ese navegador lo es también de Linux Mint.
Según esos datos, "solo el 30% de los usuarios actualizan su navegador en menos de una semana". De hecho detectaron que hay usuarios de versiones recientes de esta distribución que parece que no aplican parches y actualizaciones: en Linux Mint 20, por ejemplo, parte de los usuarios siguen con Firefox 77 —la versión que se incluyó al lanzar la distro— cuando esos días ya había por ejemplo paquetes disponibles para actualizarlo a Firefox 85.
Lo que más les preocupó fue ver que entre el 5 y el 30% de los usuarios de Linux Mint están usando Linux Mint 17.x, una versión antigua de la distribución que llegó a su fin de ciclo de vida en abril de 2019: "en otras palabras, ¡dejó de recibir actualizaciones de seguridad hace dos años!".
Para estos desarrolladores la conclusión es obvia: los usuarios deben tratar de actualizar su sistema. Para aliviar el problema el software que gestiona estas actualizaciones, llamado Update Manager, "no solo buscará actualizaciones disponibles, también mantendrá un registro de métricas específicas y será capaz de detectar casos en las que las actualizaciones se pasan por alto".
Así pues, explicaban que a partir de ahora en esta distribución el Update Manager "será capaz de recordarte que apliques las actualizaciones. En unas pocas incluso podría insistir. No queremos que sea tonto y se meta donde no le llaman. Está ahí para ayudar".
Linux Mint no fuerza nada, la pregunta es, ¿podría Microsoft hacer algo así?
Algunos comparan ese giro de acontecimientos con la política que se sigue con Windows 10, el sistema de Microsoft que fuerza muchas actualizaciones y le resta control al usuario en este apartado —aunque hay formas de aliviar ese comportamiento—.
Nada más lejos de la realidad. En Linux Mint destacan que "este es tu ordenador, no el nuestro". Simplemente pretenden que los usuarios estén algo más alerta frente a unas actualizaciones que permiten garantizar la seguridad de su sistema.
Esos usuarios seguirán teniendo el control, y lo único que Linux Mint hará será insistir un poco a la hora de recomendar que se actualicen ciertos paquetes.
Esa filosofía contrasta con la de Microsoft con Windows 10: los problemas y críticas han sido enormes, y su obsesión por lograr que todos los usuarios se actualizaran a esta versión desde Windows 7 llevó incluso a que programaran esa actualización sin preguntar a los usuarios.
La empresa ha tratado de dar algunos pasos para reducir esas quejas y en los últimos tiempos permite por ejemplo aplazar las actualizaciones (que siguen siendo automáticas salvo que las desactivemos), pero muchos nos preguntamos si Microsoft debería seguir un esquema en el que se cediera más control al usuario.
Eso sería estupendo en muchos sentidos, pero la realidad es que la cuota de mercado de Windows 10 (y sus versiones anteriores) hace que estos sistemas estén mucho más expuestos a las vulnerabilidades y forzar las actualizaciones es una forma de aliviar un mal mayor.
A Windows 10 update forces a full screen @MicrosoftEdge window, which cannot be closed from the taskbar, or CTRL W, or even ALT F4. You must press "get started," then the X, and even then it pops up a welcome screen. And pins itself to the taskbar. pic.twitter.com/mEhEbqpIc7
— Taran Van Hemert (@TaranVH) July 2, 2020
Aún así, las críticas hacia Microsoft persisten porque esa forma de forzar actualizaciones también sirve para obligar a los usuarios a instalar cosas que los usuarios se encuentran sin haber pedido, como el nuevo Microsoft Edge basado en Chromium.
Que puede ser un navegador estupendo, pero ¿si el usuario no lo ha pedido, por qué Microsoft fuerza a instalarlo? De nuevo el argumento es contar con una aplicación más segura y con mayores prestaciones que cuya instalación automática, por cierto, era bastante difícil bloquear. Y que por cierto, no puedes desinstalar. Argh.
Los usuarios algo más avanzados sí conocen formas de tomar mayor control de sus sistemas operativos Windows, y nos preguntamos qué pasaría si Linux tuviera la cuota que tiene el sistema de Microsoft: ¿seguirían cediendo el control al usuario? Uhm.
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