Japón tampoco quiere depender de China en tierras raras. Así que va a buscarlas hasta en el fondo del océano

Japón tampoco quiere depender de China en tierras raras. Así que va a buscarlas hasta en el fondo del océano
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Ni tierras, ni raras, pero sí importantes. Importantísimas. Las conocidas como "tierras raras" —nombre que, si bien ha hecho fortuna, capta mal qué son en realidad este conjunto de 17 elementos químicos— resultan cruciales para un amplio abanico de aplicaciones tecnológicas que van desde el desarrollo de motores para vehículos eléctricos a turbinas eólicas o instrumental astronómico. Japón lo sabe y por eso quiere minimizar su dependencia de las exportaciones, sobre todo de China, país referente en el sector y con el que Tokio mantiene una relación no exenta de tiranteces.

Para lograrlo en Tokio están dispuestos a poner toda la carne en el asador.

El lecho marino, la solución. En su búsqueda de una fuente de recursos propia, las autoridades japonesas se han fijado en el lecho marino de un área situada frente a la isla de Minami-Torishima, un atolón coralino del Pacífico localizada a aproximadamente 1.900 kilómetros al sureste de Tokio. En concreto, lo que quiere es el lodo rico en metales de tierras raras que allí se concentra.

La noticia la ha avanzado Nikkei Asia, que detalla que las autoridades niponas han aprobado una partida de 6.000 millones de yenes —unos 42,2 millones de euros— para el desarrollo de bombas y tuberías con las que intentar la extracción de los metales que se ocultarían en el lodo marino, a 6.000 metros de profundidad. El objetivo es iniciar la extracción ya a corto plazo, en 2024. Entre agosto y septiembre los investigadores lograron de hecho bombear depósitos situados a 2.470 metros.

¿Qué busca exactamente allí? Una importante fuente de recursos que podrían hacer que su flujo de tierras raras cambiara de forma sensible. No es ninguna novedad, ni ningún secreto tampoco. En 2018 medios tan prestigiosos como Nature, The Wall Street Journal o Science ya se hacían eco del tesoro que se ocultaría en el lodo situado en el fondo del mar, a 1.900 kilómetros de Tokio.

Según los cálculos de un grupo de investigadores nipones, en una región de 2.499 kilómetros cuadrados se repartirían más de 16 millones de toneladas de óxidos de tierras raras, cantidad suficiente para cubrir durante siglos el suministro mundial de itrio, europio, terbio o disprosio.

Tentador, que no sencillo. He ahí el problema. La promesa es tentadora, pero alcanzar los recursos que se ocultan en el lecho marino japonés, a miles de metros de profundidad, no resultará sencillo. El reto resulta tan complejo que antes de lanzarse a la extracción el país necesita una tecnología que la haga viable. No lo tendrá fácil. Más allá de la profundidad a la que deberá trabajar —6.000 m— o el reto que representa manejar lodo, está el desafío que añade la Corriente de Kuroshio, que pasa por esa área. Si la combinación no fuese lo suficientemente compleja, se le suman los tifones.

Objetivo: reducir la dependencia. La meta, efectivamente, está muy clara. Japón quiere reducir su dependencia de China en el suministro de tierras raras, un flujo en el que el gigante asiático juega a día de hoy un papel crucial. El esfuerzo tiene una clara lectura estratégica. El país nipón destaca por su sector tecnológico y el neodimio o disprosio, materiales que se incluyen entre sus importaciones de China, resultan cruciales para la energía eólica o los motores de vehículos eléctricos.

El reto es tan vital que aparece en la Estrategia de Seguridad Nacional que acaba de anunciar el país con las tensiones en Taiwán como telón de fondo. “Japón frenará la dependencia excesiva de países específicos, llevará adelante el desarrollo de semiconductores de próxima generación y las bases de fabricación y asegurará un suministro estable de bienes críticos, incluidas las tierras raras”, detalla.

Un esfuerzo que va mucho más allá de Japón. Tokio no es el único que quiere reducir su dependencia de China en el abastecimiento de tierras raras. Noruega, Suecia, Canadá, Estados Unidos, Australia o Reino Unido registran también iniciativas que buscan aflojar el férreo control que mantiene el gigante asiático en el sector, un peso dominante que a día de hoy —según precisa East Asia Forum— le ha permitido aglutinar entre el 50 y 60% de la cuota de mercado de la minería y el 80% de la capacidad de procesamiento. La propia Comisión Europea ha trazado el escenario con claridad meridiana: “Europa debe evitar la trampa de la dependencia cuando se trata de materias primas críticas. Porque sin ellas, sencillamente, no hay transformación verde y digital”.

Imagen de portada: Yoshikazu TAKADA (Flickr)

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