Existen diversas consideraciones que nos llevan a la costumbre de la ducha diaria. Para algunos es una forma de espabilarse por la mañana, para otros es para ir frescos a la cama. En España este hábito está muy arraigado pero, ¿es la salud una de los motivos que nos lleven a pasar bajo el chorro todos los días? Probablemente no.
Los últimos 250 años de historia de la humanidad han sucedido muchas cosas, pero entre ellas, nos toca destacar dos. La primera fue la de descubrir que la limpieza estaba estrechamente vinculada con la salud: los “gérmenes” mataban a todas las edades y evitar estas muertes era a menudo tan fácil como limpiarse las manos o hervir instrumentos quirúrgicos.
La segunda fue el desarrollo de sistemas de saneamiento que, tras años de desarrollo industrial permitieron que poco a poco, todas (o casi todas) las casas del mundo desarrollado contaran con aseos, baños, o como queramos llamarnos. Y agua de grifo, claro.
Pero esta relación no se prolonga hasta el infinito: la esterilización completa no nos hace más saludables. Lejos de ser nocivos, los microbios de nuestro cuerpo pueden llegar a ser vitales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo.
Tanto que algunos expertos nos ven, no como a un individuo, sino más bien como un ser complejo compuesto por células propias y ajenas que cooperan para sacarnos adelante. Un ecosistema andante. Un “holobionte”.
Aunque una ducha diaria no vaya a exterminar nuestro microbioma, algunos expertos creen que puede causarle un perjuicio evitable. Es lo que explicó en un artículo para The Atlantic James Hamblin, médico y profesor en la Escuela de Salud Pública de Yale. Artículo en el que defendió una propuesta bastante radical: dejar de ducharse.
El problema, explicaba por su parte Robert Shmerling, reumatólogo de la Escuela de Medicina de Harvard en un post en el blog del centro, no sólo tiene que ver con nuestra microbiota sino también con la fina capa de grasa que recubre nuestra piel y cuyo objetivo también es mantenernos protegidos de posibles amenazas microscópicas. Al eliminar esta capa, nuestra piel puede secarse e irritarse. Esto la hace más quebradiza, es decir, más propensa a padecer pequeñas fisuras por las que puedan entrar a nuestro cuerpo patógenos.
Hay otro factor clave para Shmerling. Se trata del hecho de que nuestro sistema inmune necesita también de influencias externas para desarrollarse y mantenerse en forma. El correcto desarrollo de éste es el motivo por el que, recuerda Shmerling, no es buena idea que los más pequeños se bañen todos los días.
El exceso de higiene ha sido vinculado a menudo con un aumento de los casos de alergias en los países desarrollados. Aunque se trata sólo de una hipótesis, la posibilidad de que nuestros sistemas inmunes pierdan eficacia o acaben reaccionando de manera desmedida ante ciertos estímulos ha sido postulada numerosas veces en la literatura científica.
Entonces, ¿cada cuánto nos duchamos?
No existe una receta mágica, puesto que cada cuerpo es distinto y las consideraciones sociales y personales pueden pesar tanto como las sanitarias, pero no es necesario ser tan radical como Hamblin. Ducharse varias veces por semana sigue siendo una buena idea en cualquier caso, explica Shmerling.
También es posible cambiar levemente nuestros hábitos en cada ducha según el experto: evitar el agua muy caliente, pasar menos tiempo en la ducha y concentrar el enjabonado en las zonas donde más necesario es, como axilas o ingles son sus consejos.
Tanto Hambling como Shmerling coinciden en señalar que la decisión de ducharse menos (o de dejar de hacerlo) tiene otra ventaja no directamente relacionada con la salud: la del ahorro de agua.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el consumo total de agua de los españoles es de 4243 hectómetros cúbicos (hm³) de agua al año, unos 246,3 litros por persona y día. Esto incluye 133 litros por persona y día de consumo en los hogares, el consumo de los sectores económicos y servicios municipales y el “agua no registrada” (que representa casi una cuarta parte del total). Los datos, eso sí, corresponden al año 2020, por lo que hay que tomarlos con cierta cautela.
¿Y cuánto de estos 246,3 (o 133) litros diarios corresponde a nuestra ducha? Es difícil saberlo con certeza, pero se calcula que una ducha de cinco minutos consume entre 50 y 100 litros de agua. Es decir, una ducha de cinco minutos correspondería a entre el 20,3 y el 40,6% de nuestro consumo de agua diario promedio; o a entre el 35,6 y el 75,8% del consumo de nuestro hogar.
En resumen, son muchos los factores que pueden llevarnos a ducharnos con mayor o menor frecuencia: factores sociales, nuestro mayor o menor olor corporal, la época del año en la que nos encontremos o el ahorro del agua, pero si nos fiamos del factor salud el equilibrio está un poco por debajo de nuestro hábito.
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