Los neandertales dejaron una honda huella genética en nosotros. El último ejemplo: el sentido del dolor

Tres variaciones genéticas de origen neandertal podrían hacernos más sensibles al dolor, según un nuevo estudio

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Que el aporte genético de los neandertales es sustancial no es ya ningún misterio. Sin embargo todavía no sabemos del todo cómo afecta ese legado genético a nuestras personas, aunque vamos averiguándolo poco a poco.

Dolor neandertal. Uno de los últimos avances en este sentido ha sido dado a conocer recientemente. Un equipo de investigadores ha vinculado ciertos tipos de dolor con tres variantes genéticas “heredadas” de nuestros antepasados neandertales.

Una familia compleja. El humano moderno (Homo sapiens) no es un descendiente directo de los neandertales (Homo neanderthalensis), pero en el tiempo en el que ambas especies cohabitaron, un periodo que pudo haberse extendido a lo largo de decenas e incluso cientos de miles de años, ambas especies se reprodujeron, lo que en última instancia implicó que parte de la información genética neandertal acabara “insertada” en el genoma humano.

SCN9A.Las tres variantes corresponden a un gen, SCN9A, relacionado con las neuronas sensoriales. Se trata de las variantes denominadas M932L, V991L, y D1908G, cuya presencia en nuestro ADN estaría, según los resultados del estudio, nos habrían más sensibles al dolor punzante cutáneo.

SCN9A codifica un canal de sodio, proteínas que permiten que los iones de sodio crucen las membranas celulares. El canal codificado por este gen se expresa con mayor frecuencia en las neuronas sensoriales.

Estudio el Colombia. Los responsables del estudio realizaron su análisis a través de una muestra de casi 2.000 participantes colombianos. Comprobaron que la tercera variante, D1908G, estaba presente en el 20% de los cromosomas de las personas en esta muestra y el 30% de estos también portaban las otras dos variantes.

Los investigadores analizaron los umbrales de dolor de los participantes, para lo que aplicaron a la piel aceite de mostaza y después probaron a ver cómo respondían a un estímulo como el dolor punzante. El aceite de mostaza se utilizó, explican los autores, por ser capaz de activar los nocireceptores (receptores del dolor) y así “sensibilizar” al participante frente a estímulos nocivos. Los investigadores también analizaron otros estímulos como el calor o la presión.

Los detalles de este estudio han sido publicados recientemente en la revista Communications Biology. En este, los autores explican que no encontraron relación entre las variantes genéticas analizadas y estos dos últimos estímulos, pero sí lo encontraron en relación con el dolor punzante.

Buscando las variantes. El equipo amplió el rango del estudio para definir qué poblaciones en las que estas variantes eran más prevalentes. Gracias a una base de datos que abarcaba no solo Colombia sino también Brasil, Chile, México y Perú con un total de 5.971 muestras, comprobaron que las variantes estaban presentes con mayor frecuencia allá donde la población con ascendencia nativa americana era más alta.

El camino del dolor. El dolor cumple con una función evolutiva pese a que no solo resulte molesto, sino en ocasiones pueda llegar al punto de ser incapacitante. Los investigadores creen que esta mayor sensibilidad al dolor podría haberse dado en la forma de un umbral más bajo que a su vez habría permitido a los neandertales prevenir lesiones. Más investigación será necesaria para indagar en este punto, añaden.

“La sensibilidad al dolor es un rasgo de supervivencia que nos permite evitar cosas dolorosas que pudieran causarnos daño severo. Nuestros hallazgos sugieren que los neandertales podrían haber sido más sensibles a ciertos tipos de dolor, pero más investigación será necesaria para que comprendamos por qué este era el caso y si estas variantes genéricas específicas eran ventajosas evolutivamente,” explicaba en una nota de prensa Kaustubh Adhikari, uno de los autores del estudio.

Herencia y dolor. En estudio no solo nos abre el camino a entender mejor la herencia neandertal sobre los humanos modernos sino también nos ayuda a indagar más en el dolor. Esta sensación con la que estamos acostumbrados a convivir tiene una gran relevancia médica por el hecho de que tanto es capaz de protegernos como de incapacitarnos.

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