Lavarse las manos es importante. De hecho, la Organización Mundial de la Salud estima que algo tan "intrascendente" como lavarse las manos reduce un 24% las probabilidades de contraer enfermedades respiratorias y hasta un 50 % las estomacales. Esto se ha repetido hasta la saciedad.
Lo que no se dice tan a menudo es que tan importante como lavarse las manos, es secárselas bien. Es más, un reciente estudio de la Universidad de Connecticut acaba de demostrar que, si usamos secadores de manos de aire caliente, es probable que el lavado de manos no haya servido de nada.
Una solución que deja mucho de desear
Publicado en Applied and Environmental Microbiology, los investigadores han demostrado que los secadores de aire caliente absorben bacterias y esporas bacterianas y las lanzan directamente a las manos recién limpias. No es algo que nos pilla por sorpresa, claro. Como explicaba Ken Jennings,
Un estudio de 2008 llevado a cabo en una universidad de Londres determinó que también existe una manera incorrecta de secarse las manos. Esos secadores eléctricos que calientan el aire duplicaban, de hecho, el número de bacterias de las manos de los sujetos durante el proceso de secado, y esos nuevos modelos de chorro de aire a inyección, esos que supuestamente lanzan un chorro a las manos a una velocidad de 650 kilómetros por hora, eran capaces de lanzar los gérmenes de las manos a dos metros a la redonda del aparato. En cambio, esas toallitas de papel que parecen tan anticuadas absorbían un 76 por ciento de todas las bacterias y no propagaban nada.
Para descubrirlo, los investigadores dejaron placas de Petri abiertas bajo los chorros de aire. En apenas 18 horas, las placas desarrollaron seis colonias bacterianas de media. Según las estimaciones, los baños muy concurridos podían proyectar más de 200 bacterias cada 30 segundos.
Un vector de infecciones en potencia
No está claro cuál es el mecanismo que convierte los secadores en un foco de dispersión de gérmenes, pero todo parece indicar que es la gran cantidad de aire que pasa por estos sistemas y que provoca una enorme circulación dentro de la habitación recogiendo las bacterias que los inodoros han proyectado al aire.
Los investigadores descubrieron el problema se solucionaba parcialmente con filtros (se reducían hasta cuatro veces los niveles), pero los datos son los suficientemente preocupantes como para eliminarlos de espacios sensibles como centros de salud y laboratorios donde se investiguen enfermedades infecciosas.
Sin ir más lejos, la Universidad de Connecticut (donde se ha desarrollado la investigación) ha sustituido los secadores por dispensadores de toallas de papel en 36 baños de la Facultad de Medicina (y sus áreas de investigación). De todas formas, no es habitual que esto sea un problema: solo en espacios como hospitales o laboratorios parece recomendable sustituirlos ahora mismo. Pero estos datos deben hacernos reflexionar sobre cómo lavarnos las manos.
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