La Unión Europea apostó por AstraZeneca para tener vacunas suficientes. Le ha salido mal

Astrazeneca
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La Unión Europea tiene un problema. Su ritmo de vacunación es lento, al menos comparado con el de Reino Unido o Estados Unidos. La clave reside no tanto en la administración de las dosis recibidas, muy alta en la mayor parte de los casos, sino en la provisión de las mismas. Su principal distribuidor, AstraZenca/Oxford, aún no ha recibido el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento y ya ha anunciado retrasos sustanciales en la entrega de la vacuna.

El contexto. Para entender la escala del problema que afronta el continente es necesario retroceder al mes de agosto. Fue entonces cuando la Comisión Europea acordó con AstraZeneca la compra preferente de unas 400 millones de dosis a cambio de 336 millones de euros. En la práctica, las autoridades comunitarias invirtieron a medio plazo en una de las vacunas más avanzadas en aquel momento, asegurándose un fondo de armario para afrontar la campaña de vacunación en 2021.

El retraso. Medio año después y en plena tercera ola de la epidemia, ¿se están cumpliendo los plazos? Dejemos que responda la propia farmacéutica: "no". El viernes, AstraZeneca anunció una reducción de hasta el 60% en el número de dosis a entregar durante el primer cuatrimestre del año. La Unión Europea se hará con unas 30 millones de unidades, frente a las 80 millones originalmente apalabradas. Se trata de un revés crítico, dado que limita el ritmo de inmunización de todos los países.

Según la farmacéutica, la reducción de dosis responde a problemas logísticos en su planta de producción belga, la única radicada en suelo europeo. La Comisión tiene otras ideas al respecto.

La polémica. El lunes, la comisaria de Salud europea, la chipriota Stella Kyriakides, verbalizaba el descontento y el enfado de todos los gobiernos continentales: "Las conversaciones mantenidas hoy con AstraZeneca resultaron en insatisfacción por la falta de claridad y las explicaciones insuficientes. Los estados miembros están unidos: los desarrolladores de la vacuna tienen responsabilidades sociales y contractuales que deben mantener". Un toque de atención más allá de lo verbal.

La Comisión Europea sospecha que AstraZeneca ha estado vendiendo parte de su remanente a otros países, perjudicando en el camino al continente. La farmacéutica afronta ahora el tedioso e inexorable peso de la regulación comunitaria. La Unión desea imponer un veto a la exportación de las vacunas fabricadas en suelo europeo; monitorizar y fiscalizar con luz y taquígrafos las dosis producidas por AstraZeneca y el volumen vendido a otros países; e incluso imponer sanciones si no cumplen con sus "obligaciones". Pero el daño ya está hecho.

El dinero. ¿Qué necesidad tendría AstraZeneca de priorizar a otros países si había asegurado la venta de casi 400 millones de dosis en Europa? La respuesta es sencilla: el dinero. Países como Israel se han hecho con un generoso volumen de dosis gracias a pagarlas más caras. Como revela este reportaje de El País, el estado hebreo ha comprado a 24€ la unidad de Pfizer, el doble de precio que el ofrecido por la Unión Europea; además de acceder al historial médico de millones de israelíes, en un movimiento controvertido pero defendido por el gobierno local.

Más caras, más rentables.

La apuesta. Europa ha descubierto así un viejo refrán castellano: en el pecado va la penitencia. AstraZeneca apalabró un precio por dosis bajísimo con los estados europeos, de apenas 2€, motivo por el cual la gran parte de países del continente decidieron apostar por su vacuna. Su relativa simpleza logística (no requiere de almacenamiento a bajísimas temperaturas) y precio económico (Pfizer las cobra a 12€ y Moderna a 15€) entusiasmó a gobiernos carentes de músculo presupuestario. Más barata y más simple, priorizaron sus dosis frente a las de otras farmacéuticas.

Los problemas. Se ataron así a su destino. Un movimiento que ha resultado ser arriesgado. La solución de AstraZeneca aún no ha sido aprobada por la Comisión (las de Pfizer y Moderna sí), aunque se espera que obtenga el visto bueno este viernes. No sin polémica: durante los últimos días el Ministerio de Salud de Alemania ha dado pábulo a informaciones periodísticas donde se afirmaba que la vacuna de AstraZeneca sólo inmunizaba al 8% de los mayores de 65 años. Era falso. Pero se publicó.

Todo ello para un proyecto ya repleto de dudas y pasos en falso. Los ensayos clínicos de AstraZenca han arrojado más dudas que los de Moderna y Pfizer, ralentizando su proceso de aprobación.

El resultado. El incumplimiento de AstraZenca y la distribución de menos dosis por parte de Pfizer, también por problemas logísticos en Europa, ha atado de pies y manos a los estados europeos. No tienen tantas dosis como necesitarían y como habían acordado. Esto ha provocado que algunos países, como Alemania o Francia, comiencen a aprovisionarse de dosis por su cuenta, al margen de la Comisión, en un movimiento tildado de "nacionalista" y observado con suspicacia por algunos de sus socios.

Pero es un movimiento que refleja la desesperación a la que países con menor margen de maniobra presupuestario afrontan sus próximos meses. Con dosis insuficientes, una apuesta ya fallida por AstraZeneca y una epidemia, de nuevo, relanzada. Un fiasco que ha sembrado dudas sobre el programa de compra conjunta de dosis por parte de la Unión, la única respuesta genuinamente comunitaria a la epidemia.

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