El anuncio de que Tesla ha invertido 1.500 millones de dólares en la compra de bitcoins y su compromiso en la criptomoneda permitiendo a los compradores usarla para adquirir sus vehículos es interesante al menos desde dos perspectivas. La primera, por el espaldarazo de legitimidad que supone para estas monedas que una empresa tan grande acepte los pagos en ellas. La segunda, para cuestionar si la compañía de nuestro milmillonario favorito sigue pudiendo abanderar la revolución verde que al menos en inicio representaba.
El divertido cálculo matemático de la bitconería muskiana
Según el informe emitido por Tesla a la Comisión de Valores estadounidense del pasado ejercicio económico, la compañía invertiría parte de su liquidez en criptomonedas. 1.500 millones de dólares en Bitcoins. Según los cálculos de la agencia de comunicación especializadas en información financiera Comma, y por las fechas en las que debieron vender, hablamos de una adquisición de 43.000 BTCs.
Según las cifras de Statista del pasado noviembre de 2020, el coste del desperdicio energético de un Bitcoin rondaba entonces los 741 kw/h de energía. Como muy bien señaló en Twitter el físico y activista Scott Menor, si te comprases un Tesla Model S o un 3, que consume 70kWh de cara para 434 kilómetros, gracias a una única transacción de compra del coche habrías “gastado” (teniendo en cuenta el mix energético medio norteamericano) el equivalente a casi 5.000 kilómetros de circulación que con un coche diésel, es decir, el uso de unos cuantos meses del vehículo.
Pero las compras con tarjeta de crédito con dinero tradicional también contaminan, ¿no? Sí, pero ya hay gente que ha hecho estas estimaciones y la diferencia entre Visa y Bitcoin es abismal: 1 BTC = 741 kw/h mientras que 100.000 transacciones de Visa = 149 Kw/h. Así que es un gasto energético añadido puro y duro.
Ahora bien, ¿cuánto ha contaminado la acción de adquisición de bitcoins de Musk y su equipo? Es imposible saberlo. Con la tecnología actual, los Bitcoins consumen la misma cantidad de energía por unidad de tiempo independientemente de cuántas transacciones se realizasen en ese mismo tiempo. Es decir, da igual que se haya hecho una transacción, 43.000 o 43 millones. Además, y según Chris Bendiksen, experto en criptomonedas, hay un problema de base con esta línea de razonamiento energético, y es que “muchas de las transacciones de Bitcoin tienen lugar fuera de los blockchains. Intentar pensar en el coste de la acción de Musk es como valorar las transacciones de la economía tradicional sólo atendiendo al efectivo que tienen las reservas centrales”.
Lo que sí podemos afirmar, y con pruebas, es que el empujón de credibilidad a la moneda por parte de Tesla potenciará que más gente quiera sumarse tanto a la adquisición de BTCs como a la minería. Y estas criptoemisiones suponen hoy por hoy el equivalente al CO2 arrojado por más de 4 millones de automóviles diésel cada año: 37 millones de toneladas de CO2 anuales, que es, curiosamente, mucho menos que las 3.6 millones de toneladas que, según los propios y convenientes cálculos de la web de Tesla, están a día de hoy ahorrando sus coches a la atmósfera gracias a que sus dueños los escogieron en lugar de a un diésel. La última vez que miramos, en julio de 2019, el Bitcoin sólo podía ser, como máximo, responsable del 0,17% de las emisiones de CO2 mundiales, pero, ¿a cuánto ascenderá la cantidad a día de hoy? ¿Y dentro de 10 años?
¿De verdad era necesario pasar por aquí?
En el fondo toda esta gimnasia numérica es comparar peras con manzanas. Nadie te va a dar una cifra final sobre el coste medioambiental de la acción de la compañía automotriz de este último mes.
Pero, en cualquier caso, Tesla podría no haber invertido en una mercancía y sistema de pago que, tal y como está hoy planteado, necesita extraer del planeta unos recursos mucho mayores que los sistemas de pago de toda la vida. Ya se ha dicho que esto podría cambiar a medida que el refinamiento computacional y el sistema de transacciones avancen y volverse menos contaminante, pero hoy por hoy no lo es.
Si durante años Musk ha sido criticado por los ambientalistas por sus habituales vuelos en aviones privados o por su amor por la contaminación siempre que sea bajo la premisa de la exploración espacial, ahora no se lo pone difícil a sus críticos. Pero lo que no se le puede reprochar es que no sea una persona a este respecto coherente, y apostar por el bitcoin en lugar de por el papel es seguir fiándolo por un futuro en el que la tecnología haya hallado formas de aprovechamiento energético 100% limpias.