Soy hombre y sí, yo también sé fingir orgasmos

Soy hombre y sí, yo también sé fingir orgasmos
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Es ridículo. Un hombre no puede fingir un orgasmo. Punto. No puede por una cuestión física: orgasmo y eyaculación van de la mano. Se ve. Pero es que, aunque pudieran, ¿por qué iban a hacerlo? Quiero decir, los hombres son hormonas con piernas, viven para eso ¿en qué planeta iba un hombre como Dios manda a fingir una cosa así? ¿No?

Y, sin embargo, una cuarta parte de los hombres lo han hecho alguna vez. El mundo de los orgasmos fingidos, como casi todo lo relacionado con la comunicación y el sexo, es un gran desconocido. Pero está ahí y va siendo hora de que empecemos a ser conscientes de que sí, los hombres también fingen. Creo. Eso me han dicho.

Los hombres son de Marte; las mujeres, de Venus; y, en fin, todos fingen como bellacos

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Y digo también porque normalmente creemos que sólo fingen las mujeres. No es verdad: por ejemplo, una investigación de la Universidad de Kansas reveló en 2010 que en torno al 25% de los hombres habían fingido un orgasmo. Hay quien da cifras incluso mayores: en 2002, Richard Herring explicaba en su libro 'Talking cock' que la cifra era mayor, el 34%.

Eso no quiere decir que las mujeres no lo hagan. Al contrario, acuerdo con lo que solemos pensar, lo hacen más que los hombres. Según los datos que tenemos, al menos la mitad de las mujeres fingen orgasmos.

Por qué fingir un orgasmo

En general, los motivos son claros: se hace por evitar una consecuencia negativa (por ej. dañar los sentimientos de la pareja) o conseguir algo positivo (por ej. dar placer a la pareja). En general, las investigaciones sugieren que las personas fingen los orgasmos como una estrategia de retención de la pareja.

Según el estudio de la Universidad de Kansas, el 58% de los hombres explicaba que la razón fundamental por la que fingían orgasmos era no dañar a su pareja sexual cuando se daban cuenta de que no iban a llegar al orgasmo fue por el motivo que fuera (cansancio, el estrés, el alcohol u otro consumo de drogas). Las mujeres suelen responder tres motivos fundamentales: mejorar la experiencia de su pareja, engañar o manipularla y esconder el desinterés sexual.

En los hombres, la idea de "lo que debe ser un hombre" acaba provocando que la ansiedad por no llegar supere a la ansiedad por llegar demasiado pronto. En las mujeres, el miedo a dañar la autoestima de la pareja (y la sombra de una sexualidad mal entendida) juega un papel clave. Cambian las formas de expresarlo, pero el fondo es muy muy parecido. Si observamos las investigaciones un poco de lejos, vemos que centrarnos en la cuestión de género oculta una parte muy importante del problema.

La comunicación está sobre valorada

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Hugo Mialon estudió los problemas de la comunicación durante el sexo. Os va a parecer retórica, pero al final el sexo no deja de ser un proceso comunicativo. La coordinación es necesaria, pero no siempre es posible y arrastra problemas "estructurales" que hacen de los orgasmos fingidos una estrategia racional.

Mialon combinó dos ideas sencillas (la facilidad para fingir sin ser descubierto y la variabilidad del deseo sexual a lo largo de la vida) y descubrió cosas interesantes sobre las diferencias entre hombres y mujeres a la hora de engañar a sus parejas. Según su modelo, cuanto más mayor era un hombre, mayor era la probabilidad de que fingiera un orgasmo. Al contrario, en el caso de la mujer no es así: las mujeres más jóvenes y las más mayores eran las que más fingían con el pico de 'sinceridad' alrededor de los 30 años.

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Según este investigador, el 66% de los hombres creen que sus parejas saben que fingen orgasmos frente a un 25% de las mujeres. La realidad es un poco distinta. Los estudios muestran que los seres humanos somos realmente buenos evaluando el estado de excitación de nuestra pareja.

Esto tiene una consecuencia lógica totalmente contraintuitiva: aunque por lo que explican los propios fingidores, "simular orgasmos" es una estrategia para no decir la verdad, lo cierto es que sin pretenderlo estamos comunicando exactamente lo que no queríamos comunicar. Al final del día, fingir es otra forma más en la que hablan las parejas.

Siempre volvemos al amor

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Pero quizá su hallazgo más interesante es que el amor incrementaba la probabilidad de que acabemos fingiendo. No debía de ser así si nos guiamos por la idea tradicional de que las relaciones que no se comunican bien terminan disolviéndose. Lo que pasa es que esa idea no se corresponde con los datos que tenemos.

Lo hemos explicado otras veces, el amor no deja de ser una conversación entre dos personas. Mialon define formalmente el amor como una mezcla entre altruismo y voluntad por estar juntos. Y parece que los orgasmos fingidos emergen como una estrategia exitosa en el seno de la pareja.

Hay un detalle que puede ayudarnos a entenderlo mejor. En terapia de pareja, se suele realizar un ejercicio. Se le pide a cada miembro que, sin hablar con su pareja, piensen cosas que pueden cambiar de su forma de ser para que el otro esté más cómodo. Christensen y Jacobson demostraron que, aunque las cosas que elegían fueran irrelevantes para la otra persona, la relación mejoraba. Lo importante, en este caso, era la voluntad por cuidar al otro. Exactamente lo que encontraba Mialon. Así que, ¡qué diablos!, si hay que fingir, fingid. Fingid mucho, muy fuerte, con sus Jesucristos y todo. No hace mal a (casi) nadie.

Imágenes | JD Hancock, Chris Potter, Tina Franklin

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