Ni rebelión, ni golpe de Estado, ni desde luego guerra civil. La sublevación encabezada por Yevgeny Prigozhin, que el sábado avanzó con sus mercenarios del grupo Wagner por territorio ruso, rumbo Moscú, se ha quedado en una asonada. Al menos de momento. Tras hacerse con el control de las instalaciones de Rostov del Don, ciudad sureña próxima a la frontera con Ucrania, e impulsar una columna de milicianos y blindados que avanzaba aparentemente imparable hacia la capital, el sábado por la tarde el líder de Wagner anunciaba su intención de echar el freno y replegar sus fuerzas. El motivo: "Evitar el derramamiento de sangre".
Deja, eso sí, uno de los capítulos de mayor tensión vividos en suelo ruso a lo largo de las últimas décadas. Uno que ha expuesto además las debilidades del Kremlin.
¿Qué ha ocurrido? Que Wagner ha frenado su sublevación. Tras tomar instalaciones clave de Rostov del Don y avanzar en dirección norte hasta llegar a Lepitsk y aproximarse a menos de 300 km de Moscú, el líder del grupo mercenario anunciaba su decisión de replegar lo que hasta entonces había autodenominado su "marcha de la justicia". "Avanzamos hasta estar a casi 200 kilómetros de Moscú. En ese tiempo no hemos derramado ni una sola gota de sangre de nuestros combatientes", destacó Prigozhin en un audio difundido en Telegram.
"Ahora ha llegado el momento en que se podría derramar sangre rusa. Por eso comprendemos la responsabilidad y vamos a dar marcha atrás a nuestros convoyes y regresar a los campamentos", abundó. Horas después la cadena pública rusa RT informaba del repliegue de Wagner en Rostov del Don y The Guardian aseguraba que se había fotografiado al propio Prigozhin saliendo de la sede del distrito militar del sur, en Rostov. Desde entonces el país ha ido recuperando la normalidad poco a poco, si bien se mantiene ciertas restricciones, como en la autopista M4.
¿A qué se debe el giro? A un acuerdo con el Kremlin cuya negociación y mediación ha reivindicado la que probablemente haya sido la figura mejor parada de la asonada de Wagner: Alexander Lukashenko, el presidente de Bielorrusia. Su oficina de prensa fue de hecho la primera en anunciar que Prigozhin daría marcha atrás después de que Lukashenko pactase una desescalada con el líder militar. Todo supuestamente con el plácet de su homólogo ruso, Vladimir Putin.
Del acuerdo no han trascendido demasiados detalles. Solo que contempla "garantías de seguridad para los combatientes" del grupo Wagner y que ni sus mercenarios ni el propio Prigozhin serán procesados. Todo a pesar de las duras declaraciones lanzadas unas horas antes por el presidente Putin, quien llegó a acusar al fundador de Wagner de "traición" y "apuñalar por la espalda" al pueblo ruso. Otra de las pinceladas del pacto que han trascendido es que Yevgeny Prigozhin habría aceptado abandonar Rusia y trasladarse a Bielorrusia.
¿Cómo interpretar la sublevación? La pregunta del millón. Y como tal no permite respuestas sencillas. Aunque la decisión de Prigozhin de lanzarse sobre Rostov y avanzar hacia Moscú hizo saltar las alarmas del Kremlin, lo cierto es que estuvo precedida de meses de tiranteces y duras, durísimas, acusaciones entre el líder paramilitar y el Ministerio de Defensa, incluido su titular, Serguéi Shoigu. Rencillas permitidas por Putin, a quien no habían salpicado hasta ahora.
A lo largo de las últimas semanas y meses Prigozhin ha criticado el escaso apoyo que Wagner recibe en Ucrania e incluso ha afeado a los mandos su pasividad. Los mercenarios que lidera —aseguró Prigozhin en un vídeo dirigido a la cúpula militar rusa— "están muriendo para que ustedes puedan sentarse como gatos gordos en sus oficinas de lujo". No solo eso. El fundador de Wagner ha llegado a cuestionar la justificación de la guerra y acusado al gobierno de atacar a sus mercenarios.
¿Hay más lecturas? Sí. El Institute for the Study of War (ISW), un grupo de expertos e investigación estadounidense, con sede en Washington, deja botando algunas opiniones interesantes. Sus expertos señala que el Ministerio de Defensa de Rusia había fijado el próximo 1 de julio como plazo para que todas las fuerzas irregulares, incluido el grupo Wagner, firmaran contratos con el Gobierno.
Y en un clima de profunda tensión con la cúpula militar Prigozhin pudo ver en ese escenario una "amenaza existencial para su supervivencia política (y posiblemente personal)", en palabras del ISW recogidas por el diario The Guardian. "Apostó a que su única vía para conservar el Grupo Wagner como fuerza independiente era marchar contra el Ministerio de Defensa ruso, probablemente con la intención de lograr deserciones en el ejército ruso, pero sobreestimando sus perspectivas".
Acierte o no el análisis, la decisión de frenar su avance hacia Moscú ha podido pasar factura a Prigozhin entre parte de sus apoyos. El País asegura que el pacto de ayer ha causado indignación en círculos de Wagner, que acusan al líder militar de "incriminar" a los mercenarios y comportarse "como el resto" de políticos.
¿Cómo afecta a Putin? En lo que coincide un buen número de analistas, incluidos los del ISW, es que la sublevación ha dañado la imagen de Vladimir Putin. "Incluso si la rebelión de Wagner fracasa, la presidencia de Putin nunca se ha visto tan débil", reflexionaba ayer por la mañana el analista Lucas Harding en un artículo publicado en The Guardian. Un día después y con la autoproclamada "marcha de la justicia" desinflada, las lecturas siguen siendo muy similares.
Quizás Prigozhin no haya llegado a Moscú, pero sí ha dejado imágenes inusitadas en la Rusia de las últimas décadas: un país en alerta, una columna de mercenarios críticos con el Kremlin avanzando sin apenas oposición hacia la capital e incluso imágenes de civiles fotografiándose sonrientes con los sublevados. Como desliza el ISW la intermediación de Lukashenko resulta además "humillante" para Putin y podría dar al bielorruso ciertos "beneficios", como retrasar el Estado de la Unión Rusia-Bielorrusia o evitar que Putin recurra a sus fuerzas en Ucrania.
¿La historia se repite? Durante su discurso de ayer, una intervención dura, en la que acusó a Prigozhin de traidor y de asestar una "puñalada por la espalda" al pueblo ruso, Putin trazó una comparativa con la revolución de 1917. "Cualquier motín interno es una amenaza mortal para nuestro estado, como nación", advirtió. En un artículo publicado en The Atlantic, la historiadora Anne Applebaum se pregunta si Putin podría estar "afrontando su momento zar Nicolás II".
"Las imágenes de Putin en televisión pidiendo el fin de una rebelión armada y advirtiendo de que se repetirá la revolución d 1917 y que luego requiere de la mediación de un líder extranjero para resolverla tendrán un impacto duradero", abunda el ISW. Hay quien ve también en la sublevación de ayer la amenaza más grave que han experimentado los cargos del Kremlin desde la ya lejana guerra de Chechenia y advierte de la posible reavivación de conflictos internos.
¿Y a la guerra de Ucrania? La otra pregunta clave. La rebelión del grupo Wagner está al fin y al cabo ligada a la guerra de Ucrania, planteada en su día por Putin como una "operación militar especial" y que casi 500 días se mantiene como un conflicto abierto, uno que ciertos analistas interpretan ya como un grave error estratégico. Desde Kiev han valorado la sublevación de hecho como una prueba del desgaste ruso. "Todo acaba de comenzar en Rusia", tuiteaba ayer por la mañana Mijailo Podoliak, asesor directo del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
La sublevación ha debilitado la imagen de Putin en plena guerra y contraofensiva de las tropas de Kiev. La gran pregunta es sin embargo cómo afectará al papel de Wagner en la batalla. EEUU calculaba que contaba con 50.000 paramilitares en Ucrania, pero ese número se ha visto probablemente muy mermado por las bajas y ayer Prigozhin habló de que quería buscar "una respuesta al caos" ruso con 25.000 efectivos. No son muchos, sobre todo si se tiene en cuenta que Rusia es una de las grandes potencias militares del mundo, con cientos de miles de militares activos, pero su papel ha sido destacado sobre el terreno en Bakmut o Soledar.
Imágenes: Cancillería de Rusia (Twitter) y Ruperto Miller (Flickr)
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