¿Realmente se está abandonando lo nuclear como generador de electricidad?

¿Realmente se está abandonando lo nuclear como generador de electricidad?

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¿Realmente se está abandonando lo nuclear como generador de electricidad?

Los rigores del cambio climático, real pese al negacionismo persistente, han puesto a la energía en el primer plano de la agenda política de todos los países avanzados del planeta. La dicotomía entre las economías aún muy dependientes del carbón, como las emergentes del sudeste asiático, y aquellas que progresivamente aspiran a rotar de forma mayoritaria en torno a las renovables, como las tradicionales del orbe occidental, han dejado en segundo plano al vecino incómodo: la energía nuclear.

Demasiado limpia como para entrar en el ya prohibido saco de los combustibles fósiles, a erradicar cuanto antes según los protocolos de París, demasiado peligrosa como para resultar socialmente tan atractiva como el abanico de renovables, la energía nuclear languidece y afronta su posible ciclo final sin que, por el momento, la estocada final le haya retirado aún del mix energético. ¿Qué ha pasado durante los últimos años con las centrales nucleares del mundo y su producción de electricidad?

Un suave declive espoleado por Fukushima

En muchos sentidos, hablar de energía nuclear es hablar de una tecnología que vivió su punto culminante, en términos de construcción de nuevas centrales y de interés público, a mediados de los setenta. Vestigio del pasado, la gran mayoría de instalaciones repartidas por el mundo acumulan varias décadas de edad a sus espaldas. Su proyección se ha reducido, su dispersión se encoge y su capacidad de ofrecer salidas al atolladero ambiental en el que la humanidad se ha enfrascado parece si bien no limitado, sí totalmente marginado.

La consecuencia de todo lo anterior, a priori, debería ser un drástico descenso en el volumen de producción eléctrica de la energía nuclear. Pero los datos son algo más caprichosos, y el carácter a largo plazo de las centrales suavizan el declive.

Fukushima
Fukushima en 2002.

De hecho, y según el informe The World Nuclear Industry Status Report, realizado por una agencia independiente dedicada a analizar los patrones del sector de año en año, 2015 observó un pequeño repunte. En concreto, del 1,3% a escala global, atribuible en su práctica totalidad a China, cuya dependencia de la energía nuclear aumentó en un 31%. El motivo, eso sí, no está directamente relacionado con un nuevo interés del gigante asiático en las centrales de este tipo: las seis nuevas instalaciones puestas en marcha se empezaron a construir antes de 2011.

El desastre de Fukushima provocó que uno de los pesos pesados de la energía nuclear, Japón, decidiera apagar todas sus centrales, dando paso a una nueva era

Es el año clave, marcado, en marzo, por el terremoto y tsunami que arrasó la costa este de Japón y que se llevó por delante la central nuclear de Fukushima. El accidente provocó gravísimos daños en el complejo industrial, generando una catástrofe radiactiva de enorme peligro para las poblaciones adyacentes (aunque de menor escala a la registrada en Chernóbil en 1986). Fukushima, el segundo peor accidente nuclear de siempre, ha provocado hasta el momento más de 100.000 desplazados y un estado de ánimo global entre el escepticismo y la hostilidad hacia la energía nuclear.

Poco después del colapso de la central nuclear, cuyas consecuencias dentro del complejo aún no han podido ser investigadas a conciencia, el gobierno nipón anunciaba el fin de su dependencia nuclear. El impacto a nivel mundial fue importante: Japón, junto a Estados Unidos, Francia, Rusia y Corea del Sur era uno de los países que con mayor entusiasmo había construido centrales nucleares para proveerse de electricidad. La alta demanda de los más de 160 millones de japoneses, una sociedad tecnológicamente avezada y muy próspera, ofreció una solución relativamente limpia y sencilla a los gobiernos japoneses.

Grafenrheinfeld
Central nuclear de Grafenrheinfeld, en Alemania. El país germano ha decidido deshacerse de toda su energía nuclear.

¿Nunca más? Algunos reactores han vuelto al funcionamiento de forma ocasional desde entonces, pero la cincuentena de centrales son historia de Japón (que ha sustituido el 30% de su demanda eléctrica con carbón, tanto para consumo interno como para exportación). Ahora bien, quizá vuelvan a ser futuro: las grandes corporaciones a cargo de las instalaciones no quieren dejarlas morir, y la dependencia nuclear de Japón era tan, tan alta que ya hay planes para que otros reactores vuelvan a funcionar (cumpliendo nuevos protocolos post-Fukushima).

Su alcance hoy por hoy, no obstante, es limitado. El desastre japonés tuvo otras consecuencias directas en Europa: países como Alemania, Bélgica o Suecia se plantaron y o bien no renovaron sus pocas centrales energéticas o bien ajustaron fechas a corto plazo para dar por amortizado el experimento energético. El resto del mundo simplemente dejó de invertir en nuevas instalaciones: durante los últimos cinco años se ha iniciado la construcción de tantas centrales nucleares como sólo durante un sólo año en la década de los setenta (28).

Menos electricidad se genera por la vía nuclear

2015 fue un año de positivas perspectivas para el sector: Bielorrusia, Emiratos Árabes Unidos y China comenzaron a edificar ocho nuevas centrales nucleares (seis de ellas en el país asiático). Las cifras aumentaron respecto al año anterior, dando un efímero brillo a dos décadas de declive continuado. Fukushima ha jugado un papel fundamental en la paralización del crecimiento de la energía nuclear, pero no ha sido su causa remota. Su importancia, en términos de consumo global, se había difuminado con mucha anterioridad.

Caida
Porcentaje global de electricidad mundial provista por las centrales nucleares. Hoy se mantiene en un estable 10%, pero llegó a alcanzar picos de casi el 20%. Desde Fukushima, las perspectivas han empeorado.

¿Qué ha pasado? No sólo se trata de la construcción de menos centrales nucleares, sino del ascenso de otras fuentes de energía prioritarias para los países que antaño invirtieron en energía nuclear. Las renovables, como apunta The World Nuclear Industry Status Report, han minado su proyección. NPR ofrece un claro ejemplo en Estados Unidos: los costes asociados al mantenimiento y a la seguridad de una central nuclear, pese a utilizar mucho menos espacio que un parque eólico, no se ven compensados a largo plazo por su rentabilidad. Producir electricidad con una planta nuclear es caro. Hacerlo con un molino no tanto.

En la actualidad, la nuclear representa un 5% en el consumo de energía mundial, frente al casi 14% de las renovables (incluyendo la hidroeléctrica, la más poderosa de todas ellas). En la batalla por sustituir al carbón, cuya caída global ha sido menos pronunciada de lo previsible dado el entusiasmo de las economías emergentes por utilizarlo (es muy barato), la nuclear ha perdido. Influye también su mala imagen de cara a la opinión pública: según Ipsos, tan sólo el carbón tiene peor reputación, y la tendencia ha empeorado de forma reciente.

Nuclear Power Plant Construction
Número de centrales nucleares construidas a lo largo de las últimas décadas.

Como resultado, su importancia en el mix energético global, esto es, la tarta que reparte la producción de electricidad en todo el mundo, ha caído durante la última década. Si a mediados de los noventa rozaba casi el 20% de la producción eléctrica global, hoy sus niveles se han reducido (aunque se mantienen estables) al 10%. La desaparición de Japón del panorama nuclear ha dejado a Francia, Estados Unidos, China, Corea del Sur y Rusia dominando dos tercios de la generación de electricidad a través de centrales nucleares.

Del total, la mitad corresponde a Estados Unidos y Francia. Mientras los planes de China para su expansión de centrales se han ralentizado severamente (aquí también las renovables han ganado terreno, pero también porque, como en el resto del mundo, dos tercios de las casi 50 plantas en construcción acumulan años de retraso), los dos grandes popes del sector buscan alternativas a largo plazo a su dependencia. Francia depende en un 75% de sus 58 instalaciones nucleares, pero quiere reducir el porcentaje al 50% para 2015. Por su parte, casi un 20% de las plantas estadounidenses están en proceso de cierre.

Sin embargo, aún quedan años de energía nuclear

Aunque las perspectivas son malas, el mundo cuenta hoy con 402 reactores nucleares (once más que a mediados de 2015, 36 menos que en 2002), cifras semejantes a las de 1978. Esto último da una idea de la resiliencia del sector. Pese a su evidente retroceso, se balancea como un acordeón, recuperando niveles de hace cuatro décadas, cuando afrontaba días de esplendor. Se debe, en parte, a su longevidad: 215 centrales llevan produciendo electricidad más de 30 años, y algunas, sobre todo en EEUU, superan las cuatro décadas de vida. 80 de sus 100 reactores vivirán al menos un par de décadas más, alcanzando los 60 años.

limerick
Central nuclear de Limerick, en Pennsylvania, Estados Unidos.

Pero también al carácter no prioritario de su deceso. Para Europa y Estados Unidos, cuya guerra declarada al carbón por la administración Obama ha acaparado la mayor parte de las políticas energéticas durante los últimos ocho años, deshacerse de las centrales de ciclo combinado o térmicas, sin depender en exceso del gas natural, es más prioritario. España, Reino Unido o EEUU no pueden permitirse prescindir repentinamente del 20% de su producción eléctrica nuclear mientras tratan de deshacerse del carbón. Es el mal menor.

La nuclear se enfrenta a un proceso de impás: demasiado cara e impopular como para invertir en ella a largo plazo, aún demasiado relevante dentro de los mix energéticos nacionales como para darla por amortizada, pervive a través de moratorias extendidas, plantas longevas y la permanente sensación de tener los días contados. En los años que le queden por delante, acaso numerosos, tendrá un efecto radical el desarrollo final de las renovables.

Imagen | Bjoern Schwarz

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