Por qué la vieja escuela que niega el cambio climático tiene los días contados

Por qué la vieja escuela que niega el cambio climático tiene los días contados
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En Australia ha vuelto a formarse un gobierno de coalición tras las elecciones, pero tras seis años en el cargo está coalición no ha creado ninguna política efectiva para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Significa que el debate sobre el cambio climático en Australia a nivel político está estancado desde 2013? No exactamente.

Aunque Australia todavía carece de políticas eficaces sobre el cambio climático, el tono del debate definitivamente ha cambiado. Es algo particularmente notable para aquellos científicos que, como yo, llevamos unos años participando de forma muy activa en los debates australianos sobre el cambio climático.

El debate se ha alejado de la ciencia más elemental y se ha desplazado a las implicaciones económicas y políticas. Si aquellos que defienden la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero no admiten que el debate se ha convertido en esto, se arriesgan a tirar piedras sobre tu propio tejado.

Los que niegan el cambio climático

Los políticos que negaban el cambio climático, ya sea negando que se esté produciendo un calentamiento o que los humanos sean responsables del mismo, estaban muy representados en la política australiana hace una década. En 2009, Tony Abbott, el que por entonces era líder de los liberales con opciones a liderar el partido, decía en el programa de televisión Australiana ABC's 7.30 Report:

Como sabes, no me convence mucho la postura inflexible de la ciencia sobre el cambio climático.

Tenemos cada vez más pruebas y más que suficientes de que el cambio climático ha sido provocado por los seres humanos. Por el contrario, las alegaciones en contra tienen tan poco fundamento que los científicos lo han tenido fácil a la hora de rebatirlas.

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Las emisiones de dióxido de carbono de Australia no están disminuyendo. Departamento de Medio Ambiente y Energía.

A los "escépticos" del cambio climático siempre se les ha dado muy bien escoger unos datos y ocultar otros. A veces montaban un drama por que algunos días eran inusualmente fríos o por que había supuestas discrepancias en un puñado de estaciones meteorológicas, mientras ignoraban las tendencias a nivel general. También afirmaban que existía una manipulación de los datos, algo que, de ser cierto, supondría toda una conspiración global, a pesar de que el código y los datos están disponibles al alcance de cualquiera.

Las falsas predicciones de que un enfriamiento global era inminente se realizaron sobre la base de análisis rudimentarios en vez de modelos sofisticados. Se pusieron como ejemplo los ciclos, de una manera que recuerda a los epiciclos y a las "gráficas"de los mercados de valores, pero jugar con hojas de cálculo no va a acabar con el dióxido de carbono.

Así era el "escepticismo" sobre el cambio climático hace una década y francamente ahí se ha quedado: son argumentos viejos, cansinos y cada vez menos relevantes a medida que el impacto del cambio climático se hace más evidente.

Los australianos simplemente no pueden ignorar que las temporadas de incendios cada vez son más largas, que hay sequías y que los arrecifes de coral están perdiendo su color.

Partidismo

El escepticismo sobre la realidad cambio climático siempre estaba más respaldado por la política que por la ciencia, algo que tenemos más claro ahora que hace una década.

Varios de los que se oponen a la realidad del cambio climático en australia se describen a sí mismos como libertarios, lo que los sitúa a la derecha de la política australiana. David Archibald es un escéptico del cambio climático, pero ahora se le conoce más por haber sido candidato de hasta tres partidos diferentes: Australian Liberty Alliance, One Nation y el Conservative National Party de Fraser Anning. El Galileo Movement, una iniciativa para defender la idea de que el cambio climático no existe y con la pretensión de ser no partidista, siempre ha sido sospechoso, pero ahora lo es mucho más gracias desde que su antiguo líder, Malcolm Roberts, haya pasado a representar al partido de extrema derecha australiano One Nation en el senado.

Por eso no sorprende que relativamente pocos australianos estén en contra de lo que dice la ciencia acerca del cambio climático. Solo el 11% de los australianos cree que el reciente calentamiento global es algo natural y solo el 4% cree que "no existe tal cosa como el cambio climático".

Este tipo de negacionismo del cambio climático de la vieja escuela no sólo es infundado, sino también poco popular. Antes de que se produjeran las elecciones federales en Australia el mes pasado, Abbott apostaba 100 dólares australianos a que "el clima no cambiará en los próximos diez años". Me recuerda a las apuestas que ha hecho y ha perdido en la última década. No sabemos si Abbott terminará pagando la apuesta, pero lo que sí sabemos es que perdió su escaño en las elecciones.

El cambio

¿Qué es lo que ha cambiado desde que Abbott fuera capaz de ganar terreno a base de repudiar las ideas de la ciencia sobre el cambio climático? El australiano sigue hablando de Ian Plimer y Maurice Newman en sus columnas de opinión y el programa de televisión "After Dark" de Sky News a menudo incluye a cascarrabias negando el cambio climático. Pero los políticos prominentes rara vez repiten sus tonterías y cuando el gobierno modifica los datos sobre el aumento de las emisiones en Australia, lo hace mientras afirma que invertir en gas natural ayuda a reducir las emisiones en otros lugares, en lugar de pretender que el CO₂ es simplemente "alimento para las plantas".

Como científico, rara vez siento la necesidad de desacreditar las afirmaciones de este tipo de cascarrabias. Bien es cierto que recientemente hablé sobre las predicciones meteorológicas de un "astrólogo corporativo" en Media Watch, pero eso fue más bien algo anecdótico que algo urgente.

De vuelta al mundo real, el debate se ha trasladado al coste del cambio climático y a las implicaciones en el mundo laboral.

El economista Brian Fisher llegó a la conclusión de que las políticas para luchar contra el cambio climático tendrían un coste muy elevado, un tema que se repitió mucho durante la campaña electoral. El ministro de energía, Angus Taylor, ahora también responsable de la reducción de emisiones, utilizó estas cifras para atacar al Partido Laborista, a pesar de las advertencias de los expertos de que los datos de Fisher eran "supuestos de costos absurdos".

Son muchas personas las que todavía asumen que el costo del cambio climático vendrá en el futuro, a pesar de que cada vez podemos ver más el impacto del cambio climático. Mientras que los científicos están trabajando para cuantificar los daños ambientales, los argumentos sobre los costos y los beneficios de las políticas en torno al cambio climático les corresponden a los economistas.

Los puestos de trabajo asociados a la minería del carbón fueron un tema destacado durante la campaña electoral australiana y pueden haber sido decisivos en el enorme movimiento anti obrero de Queensland. Es obvio que quemar más carbón produce más CO₂, pero ese hecho no impide que la gente quiera trabajar. La nueva economía verde es un territorio desconocido para muchos trabajadores cuyas habilidades y experiencia están basadas en la minería.

Dicho esto, existen argumentos económicos en contra de las nuevas minas de carbón y es posible que las nuevas minas no creen tantos puestos de trabajo como se ha prometido. A las compañías eléctricas australianas no les entusiasman las nuevas centrales eléctricas de carbón, pero la verdad es que estas cuestiones económicas están en gran medida fuera del dominio de los científicos.

Los debates sobre las políticas relacionadas con el cambio climático siguen siendo acalorados, a pesar de que los fundamentos científicos ya están ampliamente aceptados. Es necesario abordar las dudas sobre los costos económicos y los puestos de trabajo, incluso si esas preocupaciones se basan en presunciones erróneas y promesas que pueden no cumplirse. Tampoco podemos olvidar que el cambio climático ya está aquí, afectando sobre todo a la agricultura.

El papel de la ciencia es informar y defender los argumentos, puesto que ahora es en la economía y en la política donde se libran los debates sobre cómo afrontar el cambio climático.

Autor: Michael J. I. Brown, profesor asociado de astronomía, Universidad de Monash.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

The Conversation

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