El 1% más rico de la población del mundo acumula casi dos tercios de la riqueza creada en los últimos dos años, según Oxfam. Por ponerlo en cifras: un multimillonario ganó aproximadamente 1,7 millones por cada euro ganado por una persona en el 90% inferior de la riqueza mundial. Sin embargo, los superricos, ese 1%, también es responsable de gran parte de las emisiones globales de carbono. En solo un año, emiten lo mismo que el 10% más pobre durante más de 20 años. Una desigualdad también notable.
Para poner fin a tal desequilibrio, un grupo de economistas y expertos propone aplicar un impuesto a los megarricos para financiar un fondo climático global. Veamos en qué consiste.
Un impuesto a los megarricos. Varios investigadores del Laboratorio de Desigualdad Mundial han creado un proyecto que defiende la creación de una tasa climática internacional aplicable a las fortunas más grandes del planeta. Concretamente, para las 65.130 personas que tienen un patrimonio superior a los 100 millones de euros. ¿De cuánto? Se trataría de un gravamen de entre el 1,5% y el 3% de su fortuna para ayudar a los países pobres a adaptarse a la crisis del calentamiento global.
Según los autores, Lucas Chancel y Thomas Piketty, si se estableciera este impuesto, la recaudación anual sería de casi 300.000 millones.
¿Cómo funcionaría? De manera progresiva. Según el Laboratorio de Desigualdad Mundial, que cuenta con el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, lo ideal sería aplicar una tasa del 1,5% para aquellos cuyas fortunas estén entre los 100 y los 1.000 millones (62.380 personas). Del 2% para las de entre 1.000 y 10.000 millones (2.584 personas). Del 2,5% para las de entre 10.000 y 100.000 millones (155 personas). Y del 3% para las 11 personas que tienen más de 100.000 millones.
"Dados los niveles extremos de concentración de la riqueza en el mundo hoy, incluso las tasas impositivas modestas sobre las mayores riquezas pueden generar ingresos fiscales sustanciales", explican los autores.
Una tendencia. Hasta el momento nunca se ha llevado a cabo algo similar, pero algunos países sí han introducido impuestos progresivos a la riqueza recientemente, como Noruega o Argentina. Europa y China han establecido los llamados esquemas de emisión de tope y comercio, emitiendo un número fijo de permisos de contaminación a las empresas, que luego pueden comercializarlos en función de su producción.
De hecho, los precios de los permisos de carbono de la UE aumentaron en los últimos 10 años de alrededor de 6€ a más de 70€ por tonelada métrica de dióxido de carbono, a pesar de una caída reciente debido a la actual agitación geopolítica y económica. Y también se ha discutido la idea de aplicar gravámenes de CO2 para viajeros de avión frecuentes.
El impacto para los "débiles". Las consecuencias climáticas no están distribuidas de manera equitativa en todo el mundo. Básicamente porque los países de ingresos bajos y medios sufren mayores impactos que sus contrapartes más ricas. Sobre todo teniendo en cuenta que el 10% de los mayores emisores mundiales de dióxido de carbono genera casi la mitad de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta.
Es aquí donde entra uno de los pilares de la política climática global: los países que se enriquecieron emitiendo gases de efecto invernadero tienen la responsabilidad de reducir las emisiones más rápido que los que no lo hicieron, mientras invierten dinero para ayudar a los pobres a adaptarse. Pero no está siendo así. Según este artículo de EL PAÍS, se estima que los flujos de financiación para la adaptación hacia los países en desarrollo rondan los 29.000 millones, muy por debajo de las necesidades reales en este campo, que ascienden a los 200.000 millones.
Los grandes emisores. Muchos estudios a lo largo de las últimas décadas muestran que las personas con grandes riquezas son los grandes impulsores del crecimiento de las emisiones a nivel mundial. Un artículo reciente de la Universidad Sciences Po de Francia sugiere que el 50% inferior de la población mundial emitió el 12% de las emisiones globales en 2019, mientras que el 10% superior emitió el 48%. Se necesitarían 26 años para que una persona con bajos ingresos produzca tanto dióxido de carbono como lo hacen los más ricos en un año, según un análisis de Autonomy.
Y también parecen estar aumentando sus emisiones a un ritmo más rápido. Las del 1% más rico del mundo han aumentado desde 1990, mientras que las emisiones de los grupos de ingresos bajos y medios dentro de los países ricos disminuyeron. Es lo que se denomina como "élite contaminante", personas cuyos estilos de vida y empresas producen un alto contenido de carbono y alimentan la crisis climática mientras la sufren los países más pobres.