Cuesta acotar el impacto de Diego Armando Maradona en la forja de la identidad nacional argentina. Tiempo tendrán los historiadores del futuro de explicar su carácter aglutinador, su elevación a metáfora política en aquel encuentro frente a Inglaterra, los elementos pseudo-religiosos que embadurnaron su mistificación popular. Por el momento, base decir que Maradona, en muchos sentidos, era un dios. Una figura que, para Argentina, se proyectaba más allá de lo humano.
Es un hecho bien conocido por el resto del planeta. De modo que todos asistimos con expectación a un acontecimiento paralelo al fallecimiento de Maradona: la reacción de Argentina. El primer detalle llegó de la mano de Clarín, cuya necrológica bien podría haber sido redactada con mimo y cuidado años atrás. En la primera versión digital, el redactor abría el texto consciente de que los ojos del mundo se posarían sobre él:
Y un día ocurrió. Un día lo inevitable sucedió. Un cachetazo emocional y nacional. Un golpe que retumba en todas las latitudes. Un impacto mundial. Una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia gambeteada por el destino.
Para continuar así:
Villa Fiorito fue el punto de partida. Y desde allí, desde ese rincón postergado de la zona sur del Conurbano bonaerense se explican muchos de los condimentos que tuvo el combo con el que convivió Maradona. Una vida televisada desde aquel primer mensaje a cámara en un potrero en el que un nene decía soñar con jugar en la Selección. Un salto al vacío sin paracaídas. Una montaña rusa constante con subidas empinadas y caídas abruptas.
Y así hasta el infinito:
Es el que arenga, el que agita, el que levanta, el que motiva. El que tomaba un avión desde cualquier punto del mundo para venir a jugar con la camiseta de la Selección. El del mechón rubio y el que estaciona el camión Scania en un country. Es el gordo que pasa el tiempo jugando al golf en Cuba y el flaco de La Noche del Diez. El que vuelve de la muerte en Punta del Este.
Hoy se pueden perdonar los excesos de lírica, los arabescos y las florituras. El centro de atención se desplazó a los platós de televisión, donde los comentaristas podían reaccionar de forma inmediata y en un estado mucho más físico, más visceral, a la noticia del fallecimiento. Uno de los primeros testimonios fue el de Sergio Goycochea, portero del combinado argentino entre 1987 y 1994. Compañero durante muchos años de Maradona, y héroe en las semifinales del Mundial de 1990 frente a Italia.
"Duele, duele en el alma. Uno siente que se va un pedacito de su vida" dijo Sergio Goycochea. Conmocionado y al borde de las lágrimas Goyco dedicó sus palabras de despedida a Diego Maradona. pic.twitter.com/dJzR3HHf6f
— TVP (@TV_Publica) November 25, 2020
"Son muchos años y muchas cosas vividas, no sólo de compañero de selección, sino el post-dejar de jugar, la familia... Son muchos años y realmente es difícil expresar en un momento así todas las cosas que puede sentir (...) Duele en el alma porque más allá del afecto era un tipo joven, un tipo que tenía mucha vida por delante. Uno siente que se va un pedacito de su vida". Una última frase que bien podrían firmar millones de argentinos a esta hora de la mañana, fruto de las vivencias compartidas.
De más dramatismo se revistió la cobertura de América TV. En directo y mientras otros participantes comentaban la noticia, el presentador iba repasando los hechos que rodearon a la muerte de Maradona entre lágrimas, con la voz quebrada, al borde del hundimiento físico y emocional. En un momento del programa procede a leer el obituario de Clarín, haciendo suya la emoción y la tristeza del texto escrito:
El dramatismo se extendió a otras cadenas. En ESPN2, un Sebastián Vignolo visiblemente tocado por la muerte de Maradona confesaba lo siguiente: "Lo primero que se nos ocurre decir es que es un dolor inmenso. Es una jornada que genera un impacto emocional durísimo y para el que realmente uno no está preparado. No hay ninguna facultad que te enseñe como manejar los sentimientos cuando algo tan profundo pasa". Palabras más propias del fallecimiento de un familiar cercano. Un familiar cercano que, en el caso de Argentina, era la imagen, el recuerdo de Maradona.
El hecho era lo suficientemente grave como para dar por difunto al mismo fútbol: "Se murió el fútbol (...) ¿Cómo se habla de fútbol cuando muere quien te parecía inmortal, quien te dibujo la primera sonrisa, quien te hizo sentir lo que sentimos?".
La reacción popular al fallecimiento
La televisión tan sólo reflejaba lo que en su fuero interno millones de argentinos sentían ayer por la noche. Y seguirán sintiendo a lo largo de los próximos días. Maradona despertaba un intenso fervor popular que tiene traslación hoy a los actos de homenaje y despedida previstos por las autoridades argentinas. Su féretro se ha instalado en la Casa Rosada, la sede de gobierno (!) del país, y esta cámara en directo permite observar el infinito trasiego de gente frente a él. Algunos lloran, algunos se detienen brevemente, algunos lanzan camisetas y flores.
La descripción del vídeo en Twitter es sólo comprensible desde aquel lado del Atlántico:
Miles de hinchas se han acercado hasta la sede del Gobierno argentino para dar su último adiós al ídolo mundial. El féretro de Maradona está cubierto con la bandera de Argentina y las camisetas de Boca Junior y la de la Selección. Cuando se abrieron las puertas del recinto, se registraron varios incidentes con aficionados que se agolparon a la entrada.
Se espera que más de un millón de personas acudan hoy a la Casa Rosada para despedirse de Maradona. Las fotos de Clarín no dejan lugar a dudas sobre el trauma que su fallecimiento ha supuesto para muchos argentinos: arrodillamientos, llantos desconsolados, abrazos de hinchas rivales, cánticos exaltados, bandas musicales y disturbios. Disturbios porque la línea que separa la rabia del dolor es muy delgada, y porque la policía se empeñó en mantener el cordón de seguridad que algunos aficionados deseaban romper.
El propio traslado de su cuerpo ya auguraba un episodio de locura transitoria en todo el país. Acompañado por un dispositivo policial, el féretro llegó a la Casa Rosada acompañado de una infinita caravana de vehículos.
Aquí van algunas fotos más sobre el éxtasis de su muerte:
El tránsito de Maradona por el fútbol profesional argentino se limitó a tres equipos: Argentinos Juniors, aquel que le vio debutar; Boca Juniors, el más importante del país junto a River Plate y el que a día de hoy más reivindica su figura; y Newell's Old Boys, en el que disputó apenas cinco partidos a su regreso de Europa. Pese a ello y pese a la proverbial visceralidad de los aficionados argentinos, hoy su muerte es común. La lloran todos. Incluso los hinchas de clubes a los que nunca defendió como jugador.
Como Gimnasia, el último equipo al que entrenó. Fue un periodo breve, desde finales del año pasado, y con un resultado más bien magro (38% de victorias). Maradona no fue nadie como entrenador. Pero el terremoto de su muerte se nota también allá donde pasó. El ejemplo:
Quizá el mejor contrapunto a la exaltación emocional de Argentina lo represente Jorge Valdano, un hombre que ha forjado su carrera posterior a la retirada a partir de coordenadas muy distintas: filosofía, erudición, verbo florido, cierta racionalidad, etcétera. Valdano, autor de uno de los goles de Argentina en la final del Mundial 1986 y compañero de Maradona durante tantos años, tampoco pudo reprimir anoche las lágrimas de emoción. En su caso más comprensibles, por la proximidad que les unía.
Pero en cualquier caso sintomáticas de quién fue y hasta qué punto caló Maradona a la patria que le vio nacer. Argentina.