Tenemos que hablar de la EvAU: el acceso a la universidad aún no está roto, pero estos informes dejan claro que es cuestión de tiempo

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Desde hace al menos una década, las notas de la Selectividad no han dejado de subir. Los datos son claros e incontestables: según un informe reciente que ha confeccionado EsadeEcPol, entre el curso 2015-2016 y el 2021-2022, la nota media de la  Selectividad ha pasado de un 8,75 a un 10,34 (sobre 14). La pregunta es ¿por qué? ¿Qué está pasando? ¿Qué consecuencias tiene todo esto?

Y la respuesta no es fácil. En los últimos años, como explican los investigadores, "la hipótesis más frecuente en el debate público para explicar este  incremento [ha sido] que se trata de una subida artificial: los estudiantes cada vez saben menos y se están inflando los aprobados y sobresalientes". Pero ¿es verdad?

Para averiguarlo, los investigadores de EsadeEcPol han utilizado la información de medio millón de estudiantes que les ha facilitado el Sistema Integrado de  Información Universitaria (SIIU). Y lo que resulta más interesante es que, según sus conclusiones, “los datos (...) muestran que la subida de las calificaciones se  explica a la vez por la emergencia de un entorno cada vez más competitivo y por una dinámica inflacionaria de las notas fruto de decisiones políticas”.

Empecemos por la inflación. Sobre todo, porque es lo más fácil de estimar. El informe muestra, con bastante claridad, que en los últimos años han ocurrido tres cambios sustanciales en las pruebas (es decir, tres grandes decisiones políticas) que han disparado las notas de selectividad: el paso de los 10 puntos a los 14 con la introducción de las pruebas opcionales para subir nota (en 2010); la reducción de la opcionalidad y la posibilidad de poder contar un examen dos veces, en la parte general y en la específica, (2017); y, finalmente, los cambios de la pandemia que facilitan no tener que preparar todo el temario (2020).

Con los datos en la mano, una consecuencia directa de esos tres cambios fue que se dispararon las notas hacia arriba (y de forma muy significativa). A ese efecto hay que sumar que, según parece, las notas del bachillerato también han ido subiendo de la mano de esa inflación (aunque según otro análisis reciente esto afecta más a los institutos privados que a los públicos).

Entonces... ¿Simplemente suben las notas? ¿El nivel de los estudiantes es similar? No, nada de eso. En este caso, los investigadores también se han dado cuenta de que este boom de las notas se debe a la competencia entre alumnos. Tras analizar los datos, han comprobado que las mayores crecidas de notas se dan en los estudiantes que aspiran a carreras y universidades más concurridas.

En la medida en que los correctores no tienen información sobre esto último, tiene sentido pensar que la competencia creciente por llegar a ciertas carreras y universidades sí ha tenido un papel significativo en que los resultados tiendan a subir. Además, el informe también señala que “los resultados de la prueba específica crecen sostenidamente sin que hubiera cambios en los criterios de corrección”.

Un problema endémico. Y es que, en realidad, el problema de la EvAU es el mismo que el de la inmensa mayoría de pruebas, análisis y calificaciones del país. Como en el viejo chiste del borracho que busca las llaves cerca de una farola no porque se hayan perdido allí, sino porque es donde está la luz; nuestras pruebas son sistemas más orientados a obtener un número objetivo de forma sencilla que a asegurar la validez, la fiabilidad, la utilidad o la equidad de esas pruebas.

Y, como digo, es algo endémico. Pasa con las oposiciones, con el examen MIR y, por supuesto, con toda las evaluaciones que se hacen en el sistema educativo. Lo que ocurre con la Selectividad es que a) se trata del examen más famoso de todos, el que afecta a más gente, el que más atención mediática atrae.

Y b) trata de cuadrar algo muy difícil de cuadrar: generar una puntuación equivalente a partir de formaciones que no lo son. Es una obviedad, pero no todos los estudiantes españoles tienen el mismo temario, las mismas horas de clase o las mismas asignaturas. Hacer una prueba que pueda ordenar (de forma válida, fiable, útil y equitativa) los retos que presentan el complejo sistema educativo español es un desafío técnico de primer nivel. Un desafío que nadie en a administración parece querer asumir.

Así que sí: la Selectividad es demasiado fácil. Demasiado fácil para una administración que lleva años siguiendo la política de la patada hacia adelante. La buena noticia, en todo caso, es que el mismo informe explica que la situación es insostenible. En una década y poco las notas medias se han disparado, si la tendencia sigue así... el examen se va a agotar muy pronto y no va a servir para ordenar estudiantes que es su objetivo (práctico) real.

Los investigadores de EsadeEcPol hacen algunas propuestas para solucionar el problema. Las más sencillas serían dar marcha atrás y eliminar loas últimos cambios que han contribuido a la "inflación de las notas" (las de 2017 y 2020). Sin embargo, como se puede leer entre líneas, eso no deja de ser una solución parcial (que si tiene éxito a medio plazo se debe más a la falta de alumnos por cuestiones demográficas que a su potencial para resolver el problema).

Y es que abordar este problema exige medidas que van más allá de meros cambios cosméticos. Exige toda una reforma a largo plazo del sistema educativo y de las conexiones entre la educación secundaria y superior. Algo que llevamos años esperando y nunca acaba de llegar.

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Imagen | Universidad de Sevilla

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