200.000 habitantes menos en un año: las cifras del drama demográfico del sur de Europa

Bebé recién nacido.
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La pandemia del coronavirus ha supuesto un cambio demográfico en casi todos los países del mundo. No es solo que muchas más personas estén muriendo como resultado del mortífero virus, sino que nacen considerablemente menos niños. La evidencia sugiere que el coronavirus está disuadiendo a los futuros padres de concebir en la mayor parte de Europa, pero especialmente en los países del sur, desde Italia hasta Grecia y España, donde la tasa de natalidad ya estaba en fuerte declive y la precariedad acecha.

Menos nacimientos significa menos trabajadores y más mayores, y por tanto un mayor envejecimiento de las naciones. Lo hemos comentado recientemente en Magnet. A largo plazo también habrá desafíos económicos para los países que podrían enfrentar años de lucha para salir de esta situación.

Menos natalidad. Para ilustrar bien la situación: el INE de Francia, que fue uno de los primeros en publicar cifras sobre el número de niños nacidos en enero, nueve meses después de que el país encarara su primer bloqueo, muestra una disminución sorprendente: hubo 53.900 nacimientos en el mes, un 13% menos que la cifra de enero de 2020. Es el nivel más bajo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los datos preliminares también muestran fuertes caídas en el número de nacimientos en España e Italia, dos países que ya enfrentaban el desafío del envejecimiento de la población.

El caso Italiano es brutal. Italia, el primer país europeo en sentir el impacto de la crisis sanitaria, registró un 21,6% menos de nacimientos en diciembre en comparación con el mismo mes del año anterior. Para 2020, la Istat ya alertaba de que hubo alrededor de 400.000 nacimientos, mientras que el país registró 647.000 muertes, lo que deja la mayor brecha entre las dos tasas desde el brote de gripe española de 1918. Istat relaciona este colapso en los nacimientos con el descenso en el número de bodas, que se redujo en más del 50% durante la pandemia.

¿Por qué? Para empezar, los países del sur de Europa siguen sufriendo las consecuencias de la recesión de doble caída provocada por las crisis financiera y de deuda entre 2008 y 2012. Como en Portugal y Grecia, los jóvenes en edad fértil fueron los más afectados por las recesiones. Miles se mudaron al extranjero y los que se quedaron luchan con perspectivas de ingresos débiles, alto desempleo y falta de servicios de guardería. Y la pandemia les dio la puntilla.

Un estudio de los cinco países más grandes de Europa durante la primera ola del coronavirus en marzo y abril, mostró que más de dos tercios de las personas menores de 34 años planeaban desechar o posponer tener un bebé debido a la pandemia. ¿Los motivos? La gran angustia y el clima de miedo. De hecho, los encuestados eran mucho más propensos a cancelar sus planes para formar una familia en Italia y España que en Gran Bretaña o Alemania, según la investigación de la Universidad Cattolica de Milán.

Es hora de convertirse en mamá. En Portugal la situación ha llegado hasta tal punto que algunas mujeres están recibiendo notificaciones en sus móviles con mensajes como "Es hora de convertirse en mamá". El texto, enviado por un hospital privado en Lisboa para tratar de conseguir clientes para su unidad de maternidad, causó indignación en las redes sociales. Pero no sorprende a nadie. En el año 2000, hubo 120.000 nacimientos en el país. El año pasado fueron 86.600, una caída del 39%. Se trata de la más pronunciada después de las grandes recesiones históricas.

En España. Nuestro país tiene la segunda tasa de fertilidad más baja de Europa después de la pequeña Malta, los nacimientos ya estaban cayendo rápidamente antes del Covid, registrando una caída del 16% entre 2014 y 2019. Los últimos datos del INE suponen un desastre demográfico que los expertos ya esperaban. Los partos cayeron un 22,6% en diciembre y enero en comparación con los mismos meses del año anterior. Diciembre fue el más bajo desde 1941, cuando comenzaron sus registros.

La pandemia ha desplomado la natalidad en España. Se tienen cada vez menos hijos y se tienen más tarde. Estas cifras se explican porque ahora mismo hay generaciones menos numerosas de mujeres en edad de ser madres y porque el momento de tener el primer hijo va retrasándose paulatinamente. Pero a esto hay que añadirle ahora las consecuencias sociales y también psicológicas de una pandemia.

Un cambio demográfico. Si persistiera la “caída del bebé”, tendría profundas implicaciones para las economías y las sociedades, afectando todo, desde la inmigración hasta la educación y las pensiones. Esto plantea peligros para la economía, pues habrá menos gente joven y, por tanto, menos fuerza laboral y poblaciones más envejecidas, resultando en un aumento de la carga fiscal sobre la población activa más joven.

¿Es un fenómeno transitorio? La pregunta ahora es si las caídas de nacimientos en los países afectados son un bache temporal o una tendencia que persistirá. Generalmente, cuando termina una crisis se tiende a volver a un nivel de fecundidad cercano o más alto que antes de la crisis.

Teresa Castro, demógrafa del consejo nacional de investigación de España opinaba en un reportaje de EL PAÍS, que no cree que se trate de un fenómeno transitorio: "Las incertidumbres son una de las principales razones por las que las personas no tienen hijos. Y la gente todavía se enfrenta a importantes incertidumbres sanitarias y, en particular, económicas".

Y no es comparable a la Guerra Civil. En términos de caída de la fecundidad, los efectos de la pandemia no son comparables a lo sucedido en la Guerra Civil, el momento de la historia reciente de mayor derrumbe en las cifras. Aunque el traslado de hombres al frente, la muerte y posterior miseria rompieron la tasa de fecundidad, aquella generación tuvo otra oportunidad para tener hijos dado que la edad para formar familia era muy temprana. E incluso tras la pandemia de la gripe española de 1918, la recuperación fue "rápida".

Pero en esta ocasión, a los acontecimientos coyunturales de las crisis sanitarias y económicas se les suman elementos sociales que han transformado nuestras sociedades en las últimas décadas: la incorporación de la mujer al trabajo, el cambio en las preferencias personales y la precaria estabilidad laboral de los jóvenes. Factores que llevan años hundiendo la natalidad y es algo que no va a cambiar.

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