España mantiene una relación digamos compleja con su industria armamentística. Por un lado, una parte de la sociedad, y por extensión de los partidos políticos que la representan, se manifiesta pacifista, cuando no abiertamente hostil a la mera existencia de las instituciones castrenses. Por otro, la fabricación y venta de armamento genera más de 800 millones de euros anuales para la economía nacional, además de miles de puestos de trabajo. No puedo vivir contigo. Tampoco sin ti.
Una contradicción manifestada en toda su expresión en la Feria de Armamento Electrónico que Sevilla acaba de cancelar.
¿Qué pasa? Que en agosto, el Ayuntamiento de Liverpool cancelaba la celebración del Electronic Warfare Europe (EWE) previsto para el próximo mes de mayo. Todos los años la Asociación de Cuervos Viejos (sí, existe y se dedica a esto) celebra un congreso donde se reúnen centenares de empresas y miles de invitados, todos ellos actores de peso en la industria armamentística. Se organizan ponencias, se exponen los últimos avances tecnológicos y "intercambian ideas e información".
Presionados por organizaciones pacifistas y por partidos como los Verdes, el consistorio, tras su aprobación inicial y amparado en cuestiones de imagen y de seguridad epidémica, le negaba el alojamiento.
La polémica. En su lugar apareció Sevilla. En un primer momento, el ayuntamiento dio su visto bueno a la celebración de la feria en el Palacio de Congresos de la ciudad. Las reacciones fueron inmediatas. Diversas asociaciones, encabezadas por el grupo municipal de Adelante Sevilla, mostraron su rechazo. La formación, un conglomerado de partidos entre los que se incluyen Podemos o Izquierda Andalucista, manifestó su oposición a que Sevilla se hiciera cómplice de "la industria de la muerte".
El ruido mediático posterior hizo el resto. El gobierno municipal, socialista y dependiente de los votos de Adelante Sevilla para asegurar su mayoría en el pleno, dio marcha atrás y canceló la feria.
Argumentos. ¿Por qué? La argumentación de Antonio Muñoz, concejal de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo, es significativa de la tortuosa relación de España con su industria armamentística: "[El congreso] va a tener un efecto negativo sobre el posicionamiento de la ciudad y su imagen como gran capital de eventos". Según Muñoz, el Palacio de Congresos de Sevilla debería posicionarse en sectores económicos donde la ciudad tenga una "ventaja competitiva". El armamento electrónico no sería el caso.
¿Seguro? La cuestión y el problema de fondo es que sí lo sería. Sevilla cuenta con al menos dos grandes puntales de la industria armamentística española, Airbus y Santa Bárbara Sistemas. La aeronáutica francesa ensambla entre Tablada y San Pablo tanto el A400M, uno de los aviones de transporte militares más empleados por los ejércitos europeos, como el CN295. En total, Airbus da trabajo a unos 4.600 sevillanos (empleos directos e indirectos) y a más de 6.400 en toda Andalucía.
Por su parte, Santa Bárbara Sistemas, con planta en Alcalá de Guadaíra, se adjudicó en mayo la fabricación del 8x8 Dragón para el Ejército de Tierra, un nuevo carro de combate. La contrata con el Ministerio de Defensa se prolongará por tres décadas y dará empleo a unos 300 trabajadores (de un total de 650 directos y 1.00 indirectos en todo el territorio nacional).
Importancia. Fueron significativas las palabras del secretario de estado de Defensa, Ángel Olivares, durante la presentación del proyecto hace unos meses, precisamente en Sevilla:
La industria de Defensa es una industria tractora que puede y debe utilizarse como revitalizador de la economía española (...) Es una industria que genera empleo de calidad, que utiliza una alta tecnología de vanguardia y que permite mirar el futuro con mayor optimismo. No solo estamos ante procesos de ensamblaje, sino ante el desarrollo de tecnologías como autoridad de diseño y estamos sentando las bases del futuro.
Es decir, cuestiones transversales a una feria de armamento electrónico, muy dependiente de las nuevas tecnologías, como el que iba a celebrarse en la ciudad hispalense la próxima primavera. Más allá de cuestiones ideológicas, es evidente que Sevilla sí tenía cierta relación con el sector. Una que de un modo u otro genera casi 5.000 puestos de trabajo. Si el congreso tenía un "posicionamiento negativo" sobre la ciudad de Sevilla, es de suponer que su propia industria también lo tiene.
El dilema. Costaría imaginar al mismo concejal aplaudiendo la marcha de Airbus o Santa Bárbara. Este es en gran medida el dilema de España (y de muchos otros países occidentales). Se lucra de la prolífica industria del armamento al mismo tiempo que se escandaliza por la propia naturaleza de la industria. Conflicto que surge de tanto en cuanto (hace dos años, por la venta de bombas a Arabia Saudí, bombas que se utilizaron en Yemen) y del que el Ayuntamiento de Sevilla es sólo el último ejemplo.
Imagen: Airbus