El ecosistema digital está dominado por un puñado de redes sociales privadas, oligopolios con enorme poder. Durante meses la gente se ha organizado en Facebook, YouTube o Twitter para asaltar al Capitolio (sólo un ejemplo de las muchas iniciativas ciudadanas del mundo gestadas en internet en la última década), y acto seguido todas las grandes corporaciones silenciaron en una acción coordinada al aún Presidente del aún país más poderoso del mundo. Un punto de inflexión.
Como explicó el propio Jack Dorsey, CEO de Twitter, se trató de un gesto con enormes repercusiones políticas. Además, aunque una buena parte del mundo, así como los dirigentes de las compañías, considera que se trató de una acción éticamente beneficiosa, nada nos dice que el día de mañana ese puñado de gente tome decisiones que nos afecten negativamente a todos. Estamos a merced de su arbitrariedad.
Es en este clima que Dorsey ha sacado del cajón un proyecto que tiene entre manos desde hace ya un año y medio, Bluesky.
Un patrón para todos y los feudos de Internet
We are trying to do our part by funding an initiative around an open decentralized standard for social media. Our goal is to be a client of that standard for the public conversation layer of the internet. We call it @bluesky: https://t.co/51or6OuNNv
— jack (@jack) January 14, 2021
Bluesky, para el que trabajan cinco investigadores/ingenieros de la compañía y para el que solicitan asesorías de muy diversas fuentes del mundo tech, es un "estándar descentralizado de código abierto para las redes sociales" del que Twitter sería sólo una parte, un protocolo al que se podrían sumar cuantas compañías quisieran. Una red de redes, un “universo federal” (sí, hablaremos de Mastodon más adelante).
Funcionaría así: de igual manera que los sitios web para correos electrónicos se basan en el protocolo SMTP y no tienes ningún problema a la hora de enviar un correo de Gmail a Yahoo tanto desde tu navegador como desde un programa aparte, la idea es hacer esto mismo desde las redes sociales. Así, si se sumasen a esto las empresas de mondo Facebook, Slack y Pinterest, por ejemplo, podrías trabajar sobre una especie de panel general e ir visitando cada diferente red social desde el mismo sitio y todos bajo unas mismas directrices comunes.
¿Que no se suman estas grandes compañías? Quedaría la posibilidad de hacer subforos vía Twitter (u otras pequeñas compañías) y cada subforo tendría una funcionalidad particular, un nivel de moderación y tú además decidir cuál quieres que sea tu nivel de conexión dentro de él.
Bajo esta tesitura, el valor de cada compañía que ofrezca una red social sería, por supuesto, el tamaño de su comunidad, y después sus algoritmos, su manera de disponer la información, alejándose del valor de hace años que era la capacidad para alojar esa información vía servidores. Por eso mismo otra cuestión planteada sería un posible uso de tecnología blockchain. No sería el blockchain al que estamos acostumbrados con Bitcoin, que sólo se emplea para descentralizar el pago, sino que se podría también descentralizar el hosting y la gobernanza.
Y sí, lo has adivinado, podría ayudar, al menos parcialmente, a escurrir el bulto de responsabilidades penales y de la toma de decisiones sobre el nivel de moderación a aplicar, ya que la descentralización permitiría que cada subforo decida si las decisiones serán unilaterales por parte de un administrador o mediante algún tipo de voto colectivo entre los participantes. Ojo, serían las aplicaciones adscritas a Bluesky y no Bluesky las que “en última instancia serían responsables del cumplimiento, la censura, el baneo, etc”, según Dorsey.
¿Por qué demonios querría una compañía privada, con su propio código y estructura bien definida, con 300 millones de seguidores, abrirse al menos parcialmente a un estándar que no controla? Porque, según la visión de Twitter, el futuro de Internet, que ha vivido un far west desregulado, pasa por un mínimo de regulación y estandarización. Que dado que las gigantes corporaciones de hoy sienten que no pueden moderar adecuadamente a sus plataformas a la escala en la que existen, es mejor que cada usuario tenga cierto control de pequeñas parcelitas dentro de ese mundo. Y sea él, claro, responsable en caso de que haya conflictos con esa moderación.
También existe una visión optimista sobre esta descentralización open source: los desarrolladores podrían intentar promover algoritmos que nos radicalicen menos, potencien menos el tiempo de consumo y consigan que las conversaciones de esos sitios sean más saludables. Solucionar, en el fondo, el conflicto de la monetización.
Además del obvio desentendimiento de los costes económicos y de imagen asociados al trabajo de censura y desinfección del discurso del odio, otros analistas también apuntan a un posible interés subrepticio de la compañía del pájaro: el de aplicar una ofensa de “abrazar, extender y extinguir”, de forma que, siendo ellos el principal agente de ese protocolo abierto, acaben conquistando las directrices, dejándolas morir y obligando después a los que se hayan ido sumando a la iniciativa por el camino a aceptar sus reestructuraciones. Con matices, más o menos lo sucedido con Google y Android.
Hay algo más: Bluesky ya existe. Se llama ActivityPub y es el protocolo que usa Mastodon, una red social gratuita que ya previó este futuro para la web en 2016 y que ganó un buen puñado de seguidores en 2018. No superan por sí solos los tres millones de seguidores, pero el espíritu es el mismo y es un proyecto que ya está en marcha. Mastodon está ahora de actualidad precisamente por Parler, la conocida red social libertaria o de extrema derecha con unos diez millones de usuarios.
Después que Amazon, Apple y Google le retiraran el soporte a Parler a raíz de las revueltas estadounidenses, su futuro podría pasar por migrar al protocolo de ActivityPub, al entorno de Mastodon, como ya hizo en 2019 la red social del supremacismo blanco Gab (800.000 usuarios) también desde otras retiradas de soporte de los gigantes estadounidenses. Son justamente esas comunidades, las marginadas (extrema derecha en occidente, comunidades LGTB en Rusia, etc) el tipo de interesados por este cambio de paradigma porque no las censurarían, y los Twitters podrían seguir acogiéndolos porque operarían con sus propios entornos customizados dentro de su plataforma sin mezclarse con el resto de grupos sociales.
Más lejos aún: si un Gobierno quisiera cerrar un nodo por saltarse su legislación local, podría limitarse a cerrar cada comunidad y no a toda la red social.
Dorsey no es ni de lejos el primer gurú en augurar un mañana “federado” para las redes sociales, pero sí es un player muy importante, ya que se trata de la primera de las gigantes en proponer algo así y en afirmar que está dispuesta a ceder parte de su “soberanía” a esos protocolos. Hubo intentos anteriores, como por ejemplo Jabber, Sola o Peepeth, pero este es un importantísimo empujón.
Curiosamente a Twitter no le ha parecido bien plantear otras dos alternativas de gobernanza que cambien el punto en el que nos encontramos: hacer una inversión aún mayor en la moderación o, dado que se trata de un bien que se está descubriendo tan importante para las sociedades actuales, permitir la participación (y el beneficio) de los Estados.