La crisis total del ajo en España: cómo una potencia mundial del sector afronta un grave hundimiento

El sector reconoce vivir un "momento complicado", con pérdida de hectáreas y desafíos en la producción

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No corren buenos tiempos para el ajo. Si bien España figura en el TOP 10 de los países productores y se sitúa a la cabeza de Europa, con más de 273.000 toneladas en 2018, los profesionales dedicados a su cultivo advierten de un panorama duro. Duro y complicado. Tanto, que ya reconocen sin ambages que puede hablarse de crisis, con una pérdida importante de hectáreas de cultivo a lo largo de los últimos años y explotaciones marcadas por una meteorología —especialmente la escasez de lluvias— y aumento de costes que afectan a su vez a la rentabilidad del sector.

Y como siempre dice más una cifra que mil palabras, ahí van dos para reflexionar: la superficie cultivada en España se redujo un tercio en apenas tres años mientras la producción pasó de las 315.000 t de 2021 a las 210.000 del año pasado.

"Momentos complicados". Así lo reconoce Julio Bacete, presidente de la Mesa Nacional del Ajo, quien durante una entrevista con Xataka admite que el colectivo no pasa por su mejor etapa. Cae la superficie cultivada, se reducen las toneladas de producto recolectado cada año, suben las rentas de las tierras y otros insumos del sector, como la electricidad o el gasoil, y las propias explotaciones se encuentran con el difícil desafío de un relevo generacional que no siempre llega.

Y por si ese cóctel de factores no fuese suficientemente complejo de por sí, abunda Julio Bacete, a los agricultores les toca lidiar con una meteorología a menudo adversa y que, entre otras cuestiones, les complica el acceso al agua.

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El ajo pierde terreno… El dato más ilustrativo. Y gráfico. Bacete explica que hace escasos cuatro años el cultivo del ajo ocupaba alrededor de 30.000 hectáreas en España. Ahora estamos por debajo de las 20.000. El sector ha perdido un tercio de su extensión en menos de un lustro, un merma que en algunas regiones del país es incluso más acuciada. Hace unos días Efe se hacía eco de un informe de la Mesa Nacional del Ajo que muestra que en cuatro años Andalucía perdió más de la mitad de su área de siembra: de las 5.356 hectáreas de 2020/2021 ha pasado a 2.410.

A nivel estatal el estudio constataba la pérdida de 8.900 hectáreas de cultivo dedicadas al ajo. De las 29.826 h de principios de la década se ha pasado a las 20.926 que el sector previa tener activas para esta campaña. El referente en el sector, ya no a nivel español, sino europeo, es Castilla-La Mancha. En febrero su Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural estimaba que en la región se concentran 21.000 h, "lo que representa el 71% del total nacional", precisa el organismo, que calcula que hace dos años la producción superó las 180.000 t.

… Y producción. El sector no pincha solo en hectáreas. La misma tendencia se registra en las toneladas de cultivo recogido. Bacete calcula que de las 315.000 t de 2021 se pasó el año pasado a 210.000 t. Y las previsiones de este ejercicio parten con algunos indicadores preocupantes: según precisa Efe, las previsiones pasan por que en Andalucía se siembre en la actual campaña un 22,8% menos de área y en Castilla-La Mancha la merma sea incluso superior, del 23,5%. En el conjunto del país la cosecha bajaría algo más de un 20%. Pese a esos datos, el vicepresidente de la Mesa, Miguel del Pino, mostraban su confianza en lograr un buen balance.

"Llevamos dos años consecutivos perdiendo superficie de cultivo en España y debido a las inclemencias meteorológicas las cosechas también han sido malas", comentaba Del Pino, e incidía sobre estas últimas: "Han descendido más de lo que la superficie de siembra, teniendo como consecuencia directa un incremento exponencial de costes de producción durante las dos últimas cosechas".

Cuestión de cifras. Hay en cualquier caso previsiones más optimistas, como las que arroja Report Linker, que en sus proyecciones de producción bruta de ajo para los próximos años contempla un ligerísimo alza en España. Al menos en su valor. "Se prevé que la producción mundial de ajo alcance los 36 millones de toneladas métricas para 2026, con un crecimiento de casi el 2% cada año", vaticina.

Aunque hay otras naciones que aventajan con creces a España en volumen de cultivo, como China, India, Bangladesh, Corea del Sur o Egipto, España tiene un peso crucial en Europa. La propia UE estima que, al menos en 2018, salieron de aquí 273.000 toneladas de una producción global que rondó las 400.000.

Coleccionando retos. La pregunta del millón llegados a este punto es… ¿Por qué? ¿A qué se debe que el cultivo del ajo pierda hectáreas y producción? Para Julio Bacete más que una explicación única el fenómeno responde a un cóctel de factores, algunos intrínsecos del sector y otros que lo trascienden, afectan al conjunto de la sociedad y alcanzan incluso más allá de España o Europa. Entre estos últimos está la falta de relevo generacional, el mismo problema con el que lidian por ejemplo los cultivos de wasabi de Japón. Otra de las claves que señala Bacete es el alza de costes, lo que afecta a la economía de los agricultores.

El directivo recuerda que la mayoría de tierras de cultivo están arrendadas, por lo que los agricultores ya parten con un gasto importante. A él se añaden electricidad, agua, abonos… Aunque advierte que se trata de un cálculo aproximado y tentativo, Bacete no ve descabellado que la factura global de los insumos se haya encarecido entre un 25 y 30% en apenas cinco años. El Observatorio de Precios y Mercados de la Junta de Andalucía muestra un incremento sensible también en el valor del ajo desde el verano pasado, pero Bacete insiste en que no resulta fácil encarecer los precios en el mercado, y advierte sobre la rentabilidad en los cultivos.

Suma y sigue. Hay más factores. Hace dos años el sector ya advertía a nivel europeo del impacto que tendrían en sus cultivos las restricciones en el uso de ciertos productos fitosanitarios, como herbicidas o fungicidas. "¿Por qué se tienen que prohibir aquí, si se siguen usando e importando de fuera de la UE?", planteaba ya entonces Bacete en declaraciones a El Diario: "Lo que van a conseguir con ello es encarecer los productos agrícolas y que dependamos de terceros".

Su preocupación se entiende mejor si se tiene en cuenta que el ajo es un cultivo especialmente sensible al efecto de las malas hierbas y que estas pueden alterar y mermar de forma importante el rendimiento de las plantaciones.

Jornales y agua. Otra de los "problemas" que señala Julio Bacete son las dificultades que, asegura, se encuentra los agricultores a la hora de buscar mano de obra. También los desafíos que plantea una meteorología que no siempre juega a su favor, sobre todo cuando les condiciona el acceso a un recurso tan crucial para ellos como el agua. Hace menos de un año, al inicio de la campaña en Córdoba, los productores anticipaban ya una caída de entre el 15 y 20% en la cosecha debido a la sequía, por lo que contaban con un descenso considerable en los jornales. COAG Jaén también insistía el año apsado en la importancia del agua en el momento adecuado. "El ajo o la cebolla no pueden esperar a un riego en mayo", advertía.

Bacete insiste en la influencia de la climatología en la producción y el efecto que pueden tener las altas temperaturas o las restricciones en el acceso al agua. No es la calidad del cultivo la que suele verse afectado, apostilla, sino el tamaño, lo que afecta directamente a la cantidad comercializada. "Se pierde peso y ahí sí que se nota, no en la calidad, porque el ajo es duro y resistente", lamenta el presidente de la Mesa Nacional del Ajo, quien remata con una defensa de la agricultura y su relevancia social. Eso, y un aviso a navegantes: "Perdemos la ilusión".

Imágenes | Bruno Neurath-Wilson (Unsplash) y Akinori Uemura (Unsplash)

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