¿Crimen medioambiental o una simple exageración? El impacto energético del NFT de QuantumFracture

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¿Dónde está el límite entre hacer un gesto reivindicativo y autoconsciente y convertirte en aquello que criticas? ¿Suena la transacción de un único NFT antisistema al caer en los ya de por sí saturados bosques del criptominado?

El origen de la polémica. Quantumfracture es la cuenta en YouTube sobre divulgación científica más popular de España (2.7 millones de seguidores). Su creador, José Luis Crespo, ha querido realizar esta semana un reportaje/performance sobre los NFT, la versión digital y blockchain de los sellos de autoría que está conquistando el panorama artístico, como ya hemos visto aquí o aquí. En el clip hace un repaso a los conceptos básicos y consecuencias inmediatas que el fenómeno está teniendo en el arte, y termina con un anuncio anticipando el tema de su próxima subida: la huella ecológica de los NFT.

La gracia del asunto se ve en el propio título del reportaje: “Estoy subastando este vídeo”. Un link facilitado nos lleva a Opensea, donde encontramos el NFT del vídeo de Youtube. “Para redondear esta explicación de los NFTs... Estamos subastando el NFT de la explicación”, indica Crespo en su cuenta de Twitter, “Todo lo que ingresemos lo donaremos a @reforesta_ong para plantar y conservar vegetación”. A la subasta le quedan 24 días para terminar y por el momento lleva generados 0,126 ethereum, el equivalente a 273 euros.

Las críticas. Lo que ahora un buen puñado de seguidores, youtubers e influencers le reprochan es que haya utilizado para su exposición esa misma medida que critica (o más bien, que parece que va a criticar en la segunda parte), que esté contribuyendo con esta ingeniosa idea a promover una tecnología que sabe que es perjudicial para el planeta, tanto por el gasto que conlleve el NFT en sí como por la visibilidad de esta forma de comercio, que con su gesto podría estar incentivando para otros creadores. Si bien Quantumfracture es un canal volcado en su mayoría al contenido de divulgación de materias físicas y astronómicas, también ha recogido cuestiones climáticas defendiendo la necesidad de reducir nuestro consumo de recursos.

Porque, ¿cómo de contaminante es su NFT? Es aquí donde se ha abierto la batalla. Crespo se ha defendido alegando que, para hacer visible su acción, habría gastado recursos indefectiblemente. Primero argumentó que un evento benéfico, con sus “focos, conexiones, transportes” también habría contaminado. Al mismo tiempo, una “estructura para recibir donaciones” también dejaría huella. Amarna Miller le ha defendido porque  “probablemente el impacto de tu dieta carnívora sea muchísimo más alto que la venta de su NFT”. Otros esgrimen supuestos análisis según los cuales un NFT quema el equivalente a 25 años de un hogar europeo. Otros defienden que el blockchain será el futuro queramos o no, y los de más allá opinan que podría haber dejado su acción en la subasta de un jpeg normal con la “firma” de Quantumfracture, sin necesidad de crear un NFT, parodiando así la legitimidad de los mismos.

No lo sabemos. Es lo único que podemos defender a día de hoy sobre el consumo energético de un único NFT a lo largo de su vida, de la misma manera que no podemos saber cuál fue el consumo de la famosa adquisición de 43.000 bitcoins que hizo Tesla el pasado febrero. Con la tecnología actual, las criptomonedas consumen la misma cantidad de energía por unidad de tiempo independientemente de cuántas transacciones se realizasen en ese mismo tiempo, por lo que los cálculos que se manejan son estimaciones.

Sí podemos decir que aunque Ethereum, la favorita de los NFT, contamina bastante menos que Bitcoin, según distintos cálculos a día de hoy el gasto de la huella total a lo largo de la vida de un único NFT está entre 48 y 200 kg de CO2. Y de ahí, cómo te lo tomes. Según la WWF la fabricación de dos camisetas de manga corta de algodón sería prácticamente lo mismo que eso, igual que hacer un vuelo de dos horas o el consumo medio de electricidad de un europeo al mes. La propuesta de Quantumfracture es un capricho que, siendo completamente evitable (en efecto, podría haber vendido un folio firmado, o directamente no haber hecho el vídeo y la campaña de concienciación en primer lugar), no es demasiado desmesurado con respecto a otros de nuestros consumos superfluos cotidianos. El problema vendría, eso sí, en el caso de que se hicieran múltiples copias, aunque no parece ser la idea de Crespo.

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