Los castores se están expandiendo por España. El gran misterio es quién está "bombardeando" los ríos con ellos

  • En 2003 se soltaron sin  permiso 18 ejemplares en el río Ebro. Hoy están ya en el Tormes y Guadalquivir

  • Los expertos advierten: "No es que sean buenos ni malos, pero se necesitan estudios que no existen"

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Si paseas por la ribera del Guadalquivir a su paso por la provincia de Jaén puede que te encuentres con algún que otro tronco roído, tocones despojados de la corteza y unas peculiares huellas marcadas en el lodo, lo suficientemente profundas como para deducir que las ha dejado un roedor grande, de hasta 30 kilos. Son pistas delatadoras de la presencia de un nuevo inquilino en la región: el castor. Los biólogos saben que ha llegado hasta esa zona del sur peninsular, pero ahí se acaban las certezas.

No sabemos cómo, ni cuándo, ni quién los ha podido liberar en el Guadalquivir en caso de que —como sospechan los expertos— hayan llegada hasta allí tras una suelta sin permiso. Por no saber, no sabemos siquiera si se trata del castor europeo o americano.

El nuevo inquilino del Guadalquivir. En verano de 2023 la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (SECEM) dio la voz de alarma: el castor había llegado al Guadalquivir. En un aviso lanzado en agosto el organismo advertía de rastros que apuntaban a este roedor y delataban su presencia en el río a su paso por Villatorres y Torresblascopedro, en Jaén.

Para ser más precisos los expertos habían localizado huellas y troncos de árboles roídos. En la cuenca alta se encontraron incluso marcas envejecidas que ya entonces les llevaron a pensar que el enorme roedor podría llevar "algunos meses" campando en la zona.

Abriéndose camino. Eso es lo que parece estar haciendo el castor por parte del territorio peninsular. Eso sí, con ayuda probablemente, como la que recibió hace dos décadas para llegar a nuestro país. Los expertos detectaron la especie por primera vez en España en 2003, después de una suelta no autorizada de 18 ejemplares en los ríos Ebro y Aragón. Con el paso del tiempo este roedor ha logrado expandirse. Lo hemos identificado también en el río Tormes, un afluente del Duero, a algo más de 300 km de las poblaciones que ya se habían identificado en el Ebro. Ahora da un nuevo salto para colarse en la cuenca del Guadalquivir.

Pero… ¿Cómo viaja tanto? He ahí el quid del asunto. Como recuerdan Daniel Burón, Jacinto Román y Javier Calzada en el artículo de Galemys en el que revelan la presencia del castor en la cuenca del Guadalquivir, la especie se detectó en España por primera vez en 2003 tras una suelta no autorizada de 18 ejemplares en el Ebro y Aragón.

La práctica no es desconocida, ni exclusiva de España, ni desde luego nueva. Se conoce como Beaver bombing, que significa literalmente "bombardeo de castores", y la llevan a cabo ecologistas que se dedican a soltar estos animales en nuevos hábitats. Lo hacen convencidos de sus ventajas. Y sin permiso. En 2005 el Gobierno de La Rioja ya advertía que la primera liberación de ejemplares, la de 2003, se había hecho "ilegalmente".

Aunque sabemos que en España se liberaron castores hace más de dos décadas, lo del bombardeo viene todavía de más atrás. Años antes, a finales de los 90, Oliver Rubbers se había dedicado ya a recoger castores de Alemania y trasladarlos a su Bélgica natal para liberarlos. Se dedicó a hacerlo durante dos años, hasta dispersar casi un centenar de los peculiares roedores por su país. Su ejemplo cundió. The Cool Down sostiene que hay una "red clandestina de amantes de la vida silvestre" que se dedican a hacer exactamente lo mismo: bombardear ríos con castores.

Atando cabos. Los expertos sospechan que la sorprendente expansión del castor por la península se explica en gran medida por esos bombardeos deliberados. Burón, Román y Calzada deslizan que la población identificada en el río Tormes "parece proceder también de una suelta no autorizada" y llegan a una conclusión similar sobre su presencia en el Guadalquivir: "La gran distancia que separa esta zona del área de distribución conocida en la península (365 km) sugiere que su llegada al Guadalquivir es consecuencia de otra introducción irregular".

No son los únicos que han llegado a la esa conclusión. La bióloga Teresa Calderón, quien descubrió los signos inequívocos del castor en el Tormes, en el Parque natural de Los Arribes del Duero, comentaba en octubre de 2023 a El País que todo apunta a que el roedor llegó hasta allí con ayuda del hombre. Según sus propios cálculos, la población documentada en el Duero está a 611 kilómetros, así que por sus propios medios los castores habrían tardado algo más de cuatro décadas en llegar al río Tormes.

¿Castores en la península? Los Beaver bombing plantean una pregunta clave en el caso de España: ¿Por qué liberar castores en los ríos de la península? ¿Se trata de una especie propia que acabó sucumbiendo por el acoso humano?

Se sabe que los castores europeos (Castor fibre) estuvieron bien distribuidos por Europa y que a finales del siglo XIX llegaron a quedar al borde de la extinción, con apenas 1.200 ejemplares, por el hostigamiento que sufrieron por parte de quienes buscaban sus pieles, carnes o glándulas, muy apreciadas para la elaboración de perfumes. Sobre su presencia en le península se plantean ahora incógnitas.

Ahondando en su historia. Hasta ahora se ha aceptado que los castores se extinguieron en la península durante el siglo XVII, fecha que algunos autores posponen hasta el XVIII o incluso el XIX. En noviembre de 2023 Jacinto Román y César M. Aguilar Gómez publicaron sin embargo un estudio en History Biology en el que explican que apenas han encontrado pruebas incontestables y directas sobre la presencia estos roedores en España a lo largo de los últimos siglos. "Con los datos disponibles", explican los autores, "es posible que existieran castores en la Península Ibérica durante la época romana temprana (siglos I-II a.C.)".

"La falta de evidencia documental o material directa no permite confirmar su presencia posteriormente", continúan los autores, que consideran que "las referencias a la presencia de castores hasta fechas más recientes son producto de una cita errónea de una fuente antigua". Para su estudio el equipo revisó todos los materiales publicados, documentales y referencias toponímicas conocidas hasta la fecha sobre su la presencia de castores euroasiáticos en la Península Ibérica desde la época romana.

La duda de las dudas. Lo que centra la atención de los expertos es sin embargo otra cuestión, crucial: la liberación sin permiso de castores. Y es así, explican, por la ausencia de estudios previos, garantías y sobre todo una planificación.

"Tal como establece la UICN, para hacer una reintroducción de cualquier animal extinto en un territorio es necesario llevar a cabo una serie de estudios que son casi de sentido común", recuerda Francisco José García, biólogo y experto en mamíferos de la SECEM a Climática, "tenemos que saber por qué se extinguieron en su momento, en qué condiciones vivían los animales entonces y si dichas condiciones se mantienen. Y hay que trabajar en la percepción social de la especie, no se pueden hacer las cosas de espaldas a la sociedad. En España tenemos ejemplos de reintroducciones bien hechas, como la del lince".

Con orden y criterio. "No se puede llegar de Centroeuropa con una furgoneta con castores y soltarlos porque eres un amante de la especie", concuerda el biólogo Jacinto Román en una entrevista con El País: "No es que sean buenos ni malos, pero para saber cómo va a influir una especie que se había extinguido se necesitan estudios que, de momento, no existen, lo que no se pueden tomar son decisiones viscerales".

Entre otras cuestiones es importante asegurar que los castores no afectarán de forma negativa a los ecosistemas e incluso —pensando en la propia especie— el buen estado genético y de salud de los ejemplares, lo que también evita la llegada de parásitos.

"Un protocolo de seguimiento". Es la idea con la que terminan su artículo Burón, Román y Calzada, que animan a “poner en marcha lo antes posible un protocolo de seguimiento” para evaluar tanto el tamaño de la población identificada en la cuenca del Guadalquivir como su evolución.

Dada la forma en que los primeros ejemplares habían llegado a España dos años antes y las dudas que suscitaban, en 2005 la CE otorgó un permiso para exterminarlos. Años después, en 2018, el criterio cambió y la Unión Europea pasó a considerarlo una especie nativa. En 2020 el Castor fiber se añadió al Catálogo de Especies Amenazadas con la categoría de "vulnerable".

Aunque los expertos señalan que "lo más probable" es que los ejemplares localizados en el Guadalquivir sean europeos, lo cierto es que —al menos cuando publicaron su estudio, no podían saber a ciencia cierta si se trataba de esa especie o el castor americano (Castor canadensis), considerada exótica.

Imagen | Aivar Ruukel (Flickr)

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