Alemania dejará de valorar las tasas de contagio para sus restricciones. Se centrará en hospitalizaciones

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Alemania, como España, venía utilizando hasta ahora un baremo de tasa de incidencia de siete días para valorar si imponer o levantar restricciones sociales. A diferencia de nuestro caso, sus umbrales de infección para determinar cierres era mucho más prudente, entrando medidas a partir de los 35, 50 y 100 infectados por cada 100.000 habitantes.

El fin de la tasa de incidencia: según ha anunciado este lunes la canciller Angela Merkel, en las próximas semanas el país dejará de utilizar esta tasa para centrarse en el índice de presión hospitalaria como indicador clave. A partir de ahora, lo importante será cuánto se acerque el sistema sanitario de cada región a estar sobrecargado. Las próximas elecciones del Bundestag, por cierto, están programadas para el 26 de septiembre.

¿Qué valor tiene ahora la tasa de incidencia? A finales de julio, el actual ministro de Sanidad, Jens Spahn, declaró que “a medida que aumenta la tasa de vacunación, la incidencia pierde su valor informativo”, y promulgó por la adopción de nuevas fórmulas, por ejemplo, una en la que se podría tener en cuenta una combinación de incidencia con el número de hospitalizaciones. Para ahondar en esta senda, Spahn dio orden de que a partir de ese momento los hospitales empezasen a proporcionar información más detallada sobre el cuadro de los pacientes con covid. Su propuesta fue popular tanto entre políticos como entre algunos médicos, y, de hecho, algunos estados federales ya aplicaban un semáforo del nivel de peligrosidad analizando las citadas variables.

¿Una insensatez? El Instituto Robert Koch (RKI), supervisado por el Ministerio de Sanidad, es el que se había encargado hasta ahora de reportar las tasas de incidencia. Tras el anuncio del ministro, el presidente del RKI, Lothar Wieler, mostró su rechazo al nuevo plan y presentó un informe que afirmaba que "la incidencia es el indicador clave”, que “las incidencias elevadas tienen numerosos efectos [imprevistos]” y que debería ponerse el acento en la prevención de una incidencia alta. Que, para romper la cuarta ola en la que están inmersos, la población debe seguir supeditándose a medidas de protección extra, como la reducción de movilidad.

Como es obvio, el nuevo plan de Sanidad no busca reducir las tasas de contagios, sino acercarse a una convivencia tolerable con el virus.

Alejándonos de la deseada “inmunidad de grupo”. A día de hoy un 59% de la población alemana está completamente vacunada y un 64% ha recibido al menos una dosis. Son, para Merkel, cifras insuficientes y van a seguir trabajando por aumentar estos porcentajes lo máximo posible. Tanto Alemania como Europa consideraban a principios de año el 70% como objetivo para alcanzar la inmunidad de grupo o de rebaño, un umbral a partir del cual en teoría las cadenas de transmisión de un virus comenzarían a fallar por encontrarse con gente vacunada. Pero con Delta, una variable que se propaga entre individuos vacunados, todo ha cambiado.

Andrew Pollard, asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y director del Grupo de Vacunas de la Universidad de Oxford, ha dicho que "estamos en una situación en la que la inmunidad de grupo no es una posibilidad”, y aboga por una convivencia con el virus, lo mismo que hacen otros expertos y periodistas, también nosotros. Es, en parte, el reconocimiento del fracaso de la sociedad para prevenir una dolencia que se añade al catálogo de las existentes y que era evitable.

El long covid: aunque el anuncio consuma las ansias de libertad y “normalidad” de una importantísima parte de la sociedad, el nuevo criterio puede tener efectos adversos, como están denunciando ya algunos usuarios en redes sociales. Merkel no ha entrado todavía en detalles, pero su planteamiento parece que no tendrá en cuenta los efectos en la salud de aquellos que se infecten y que, aunque no sufran cuadros inmediatos graves, puedan sufrir alguno de ese conglomerado de síntomas que duran de semanas a meses y, quién sabe, tal vez años. Incapacidad de hacer el más mínimo esfuerzo físico, síncopes, taquicardias, migrañas e incluso pérdida de capacidad neuronal. En muchos casos, sus víctimas han requerido de bajas laborales y han sufrido una brutal pérdida de la calidad de vida. Se cree que lo sufre uno de cada 10 recuperados de covid. Y ojo, también se cree que el estar vacunado previene del desarrollo de estos síntomas, así que el long covid podría pegar, con mayor probabilidad, a aquellos que no quisieron vacunarse.

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