Invierno demográfico, crisis productiva, precariedad laboral: pero en España cada vez vive más gente

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47.475.420 personas. Nunca, en toda la historia de la Humanidad, ha vivido más gente en ese conjunto de territorios que hoy denominamos España. Esta quizás sea la principal conclusión de los datos definitivos del padrón de 2022 que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE): que pese a los problemas demográficos, económicos, sociales y productivos el uno de enero de 2022 había  90.313 habitantes más que un año antes.

No es mucho, pero podría ser peor. Es, en términos porcentuales, un 0,19% más. Pero merece la pena pararse a mirar en detalle qué está pasando. Porque pese a que todos hemos escuchado hablar en algún momento del problema de la superpoblación, resulta que, según los expertos, el mundo va directo a quedarse vacío. Y, en ese contexto, no es una mala noticia. De hecho, es casi sorprendente.

Y es que tenemos la natalidad por los suelos. Entre los años 2017 y 2021, la tasa de natalidad (nacimientos por cada  mil habitantes) en nuestro país se situó de media en 7,6 nacimientos por cada mil habitantes.  La cifra, por supuesto, está por debajo de los 9,3 de la media europea. Pero decir eso no describe bien la situación: España es el segundo con peores cifras en este indicador de la Unión Europea. Italia es el primero.

Con esto en mente, ¿cómo no sorprenderse de que el país no solo haya conseguido mejorar sus datos de población sino de que se haya recuperado del descenso que provocó la pandemia en 2020. Vale que, especialmente este último año, España ha conseguido capear el temporal mejor que otros países europeos, pero los problemas productivos, de debilidad del mercado de trabajo y de todo lo demás siguen ahí más de una década después de la crisis.

¿Por qué se ha recuperado la población, entonces? La recuperación tiene una explicación clara: el aumento de la población extranjera. En términos agregados, hay 102.784 extranjeros nuevos empadronados en los municipios españoles y, recordemos, en total hay 90.313 habitantes más. 

Los extranjeros recién empadronados no solo han 'disimulado' la bajada general de la población, sino que suponen ya un 11,7% del total de la población. No hablamos de cifras récord, pero tenemos que irnos hasta 2013 para encontrar un año equivalente en la serie histórica del INE.

El dato clave: la edad media. Si nos fijamos en los datos, vemos que en los últimos años, España ha tenido saldos migratorios postivos con casi todo el mundo. Es posible que los jóvenes profesionales españoles sigan emigrando a Europa, pero los europeos vienen a España en mayor proporción. Mientras la edad media de los españoles es de 45 años, la edad media de los principales grupos migratorios europeos (británicos o alemanes) es bastante superior (54,1 y 50, respectivamente).

En cambio, los empadronados con nacionalidad hondureña (30,4 años), pakistaní (31,1) o marroquí (32) son las más jóvenes del padrón. Lo que ocurre es que, en este caso, sus estancias son menos largas que en las de los ciudadanos de la Unión Europea. Una de cada tres personas jóvenes que salieron de España en 2021 habían llegado al país  en 2018 y 2019. Es decir, las cifras dan señales de "cierto fracaso del proyecto migratorio"; señales que no vemos en países de nuestro entorno.

Competir, sí; pero cómo. Según los datos del Banco Mundial, el PIB per cápita español solo ha crecido el 5,7% en el periodo 2001-2021. Frente a ello, se puede ver un incremento del 15,6% en la eurozona y del 22,65% en la Unión Europea. Si unimos todas estas cosas (que las tasas de natalidad son las peores de la UE, que los emigrantes que más tiempo pasan en España son europeos y mayores; y que en Europa la riqueza per cápita ha crecido hasta tres veces más que la española), el escenario es desalentador.

Y no es desalentador porque, a diferencia de países como Portugal, los datos parecen indicar que nuestra economía y nuestra sociedad sigue teniendo problemas a la hora de ofrecer oportunidades para desarrollar un proyecto de vida en las primeras etapas de la vida. Si no porque no se trata de una decisión debatida, consensuada y ejecutada a nivel general: se trata de una inercia que no hay forma de quitarnos de encima.

Imagen | Alexander Grey

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