Hace 86.000 años, una "población fallida" intentó asentarse en el sudeste asiático. Hoy la hemos encontrado

Cueva Laos
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Mucho antes de que las innovaciones en navegación nos dieran las caravelas y naos que permitieron a los exploradores europeos cartografiar el mundo, las grandes migraciones de la prehistoria llevaron a la humanidad a los lugares más recónditos del océano Pacífico. Hoy por hoy los arqueólogos siguen intentando descubrir los detalles de estos movimientos. La última pista la han encontrado en Laos.

Hace 86.000 años en Laos. La cueva de Tam Pà Ling, la Cueva de los Monos, está situada en el norte de Laos y en ella se han descubierto recientemente algunas pistas que indican que los primeros humanos que alcanzaron esta región del planeta llegaron hace entre 86.000 y 68.000 años. Como contraste, se estima que el Homo sapiens llegó a Europa hace unos 55.000 años y aún tardaría varios milenios más en asentarse.

El hallazgo también resulta sorprendente por la ubicación de la cueva, a más de 300 kilómetros de la costa. Esto implica que estos primeros migrantes humanos no sólo se desplazaban siguiendo la línea de costa sino que también se aventuraban hacia el interior atravesando bosques y valles.

“Lo fascinante de esta investigación es la ubicación de la cueva. Sabemos que los homínidos tendían a desplazarse por los valles fluviales tierra adentro, pero esta ubicación confirma nuestras sospechas de que los primeros Homo sapiens tuvieron la capacidad de adaptarse y dispersarse por regiones boscosas de tierras altas mucho antes de lo previsto”, explicaba a la cadena CNN Kira Westaway, coautora del estudio.

Primer intento fallido. La hipótesis barajada por los expertos que trabajan en la cueva de Tam Pà Ling es que los restos hallados en la cueva durante este periodo pertenecieron a una suerte de “población fallida”, una primera ola de habitantes que alcanzaron el sudeste asiático y se asentaron en él pero que no prosperaron. No sería hasta unos 20.000 años después cuando nuevas expediciones llegaron a esta región para adentrarse no tierra adentro sino hacia el océano.

“Lo más probable es que esta primera migración fuera infructuosa, pero eso no quita que el Homo sapiens ya hubiera llegado a esta región, lo cual es un logro notable”, añadía Westaway.

Combinando metodologías. El estudio realiza una datación de los restos hallados en la cueva y sitúa algunos estratos en la franja de los 86 milenios. La datación se realizó combinando diversas metodologías para solventar dificultades asociadas al sitio arqueológico, como la imposibilidad de utilizar datación por radiocarbono dada la antigüedad de los restos o las leyes locales que impedían la datación directa de restos humanos.

Combinaron por tanto la datación por luminiscencia de los sedimentos, una técnica que se basa en medir la luminiscencia de minerales de cuarzo y feldespato, lo que permite saber cuándo estos sedimentos fueron expuestos por última vez a luz o calor; con una técnica de datación basada en la desintegración de los isótopos de uranio.

Los resultados de la segunda técnica validaron los de la primera, por lo que los investigadores lograron situar en el tiempo los restos hallados con gran precisión. Los detalles del estudio fueron publicados en la revista Nature Communications.

Los sapiens no fueron los primeros. Aún es mucho lo que nos queda por saber de los movimientos migratorios de nuestros ancestros después de su salida de África (e incluso antes). Sin salir de la región en la que se ubica Tam Pà Ling se puede encontrar la llamada Cueva de la Cobra o Tam Ngu Hao 2.

Esta otra cueva también atestigua la llegada de los humanos a la zona, si bien en este caso no se trataba de Homo sapiens sino de nuestros extintos parientes los denisovanos (H. denisova). Esta especie humana llegó a la región antes que la nuestra. Unos 70.000 años antes. En este caso el testigo dejado atrás es mucho más pequeño: tan solo el diente de una niña que vivió hace unos 130.000 años.

El sudeste asiático cuenta con otras importantes joyas arqueológicas que nos permiten conocer no sólo cómo migramos los humanos, sapiens o no; sino también la historia de la propia evolución humana, gracias a restos como los hallados de otras especies (o subespecies) humanas: los Homo floresiensis y Homo luzonensis.

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Imagen | Macquarie University

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