Cuando pensamos en los años de las dos grandes guerras del siglo XX siempre nos vienen a la cabeza imágenes en blanco y negro. Pero si buscamos, encontramos fotografías a todo color de aquellos tiempos bélicos. Algunos dirán que están coloreadas a mano o que son fruto de la inteligencia artificial. Pero no debemos olvidar que la fotografía en color se comercializó ya en 1907. Su historia es más larga de lo que muchos creen.
La primera fotografía en color que se conserva (seguro que aparecerán testimonios más antiguos en libros o en el fondo de algún almacén) es de 1861. Y está hecha con una técnica que se emplea hoy en la fotografía digital. El físico James Clerk Maxwell hizo tres disparos con tres filtros en el frontal del objetivo (rojo, amarillo y azul) y luego impresionó esos tres negativos en un mismo papel con sus respectivos filtros. La tricromía es el origen del famoso RGB que utilizamos hoy.
No era un procedimiento sencillo y, además, exigía que el objeto no se moviera. Pero la ciencia siguió avanzando. Y en 1907 se empezó a comercializar el primer proceso en color de la mano de dos viejos conocidos, los hermanos Lumiére, los inventores de la fotografía en movimiento, el cine.
La placa autocroma fue el proceso dominante hasta la llegada de la famosa Kodachrome en 1935, una película diapositiva que hasta tiene una canción. Después surgió su gran competidora, la Agfachrome en 1936, de la empresa alemana Agfa, que tuvo problemas de distribución debido a la Segunda Guerra Mundial.
Así que, si buscamos, podemos encontrar fotografías en color de las dos grandes guerras mundiales. Tampoco hay muchas por un sencillo motivo: fotografiar en color era sumamente complejo y encarecía mucho el trabajo. Pero a sus autores les evitó acudir al popular coloreado de imágenes para encontrar los rojos, verdes y azules de aquellos años.
Los inicios de la fotografía en color
La fotografía supuso una verdadera revolución cuando apareció a mediados del siglo XIX. Pero era en blanco y negro, y la gente estaba acostumbrada al color en las obras de arte o en los retratos que encargaban a los artistas. El blanco y negro probablemente les recordaba más a los grabados.
Así que en los grandes estudios de la época tenían talleres de coloreado para iluminar las fotografías y ofrecer ese servicio. Las investigaciones se aceleraron para conseguir el color de un modo directo, menos artesanal, sin recurrir a los pinceles y a las tintas.
Como curiosidad, podemos ver hoy en día grandes clásicos del cine mudo con el color, con el que pintaron los negativos, restaurado. La gente quería ver en color a toda costa y todos los estudios pintaban iluminaban la película de la misma forma que se hacía en la fotografía.
En todas las historias de la fotografía nombran 'Tartan Ribbon' (cinta de Tartán) como la primera en color. Su autor, el que disparó la cámara, fue Thomas Sutton. Y durante todo el proceso estuvo dirigido por el físico británico James Clerk Maxwell.
Eran dos eminencias en sus terrenos. El fotógrafo Thomas Sutton es el inventor de la cámara réflex, y James Clerk Maxwell formuló la teoría de la radiación electromagnética. Y juntaron sus caminos profesionales para lograr semejante hito.
Santiago Ramón y Cajal, uno de nuestros científicos laureados con el Premio Nobel, publicó en 1912 'La fotografía de los colores'. Profundizó en los conceptos esgrimidos por James Clerk Maxwell (mejorados treinta años después por los científicos Thomas Young y Hermann Helmhotz) y escribió uno de los mejores libros sobre el tema.
Como él mismo dejó escrito, no dejó patentados sus avances por el poco interés de la industria y la ausencia de fabricantes de placas en España.
Todo siguió por otro camino. Y poco a poco la fotografía a color fue apareciendo en los medios. Las placas francesas Autochrome eran las dominantes en el mercado (la última remesa se vendió en 1955). De hecho, las fotografías en color que podemos encontrar de la Primera Guerra Mundial son autocromos o placa autocroma, como prefiráis llamarlas.
La revolución de Kodachrome
Y no fue hasta 1935 cuando dos músicos, Leopold Mannes y Leopold Godowsky, revolucionaron la historia de la fotografía. Fueron contratados, gracias a sus estudios científicos, por George Eastman, el dueño de Kodak, para sacar al mercado una diapositiva que lograba la reproducción más fiel del color. El problema es que solo se podía revelar en laboratorios autorizados. Y era un proceso extremadamente complejo:
Idearon una película negativa (sí, negativa) en blanco y negro (sí, en blanco y negro) con tres capas sensibles a los tres colores primarios, que se añadían en procesos de baños y exposiciones a luces de distintos colores. De esta manera, los tonos en color se unificaban en una película en blanco y negro que se tintaba en color.
Esta mítica película duró 70 años en el mercado. Dio nombre a un parque nacional en el estado de Utah, Paul Simon le dedicó una canción y cambió todo para siempre. Eso sí, podías tardar dos semanas en ver el resultado de tus vacaciones.
La fotografía a color en las guerras mundiales
Por lo que hemos contado más arriba, no debería resultarnos extraño ver fotografías en color de las dos grandes contiendas del siglo XX. Pero nos llaman mucho la atención la atención los trabajos de los fotógrafos que se atrevieron a registrarlo todo de otra forma, más realista, durante ambas guerras...
Podemos destacar los trabajos de Hans Hildenbrand en el frente alemán, y de Jule Gervais-Courtellemont en el frente francés durante la Primera Guerra Mundial. Como la mayoría de las fotografías que se tomaron en aquella contienda, eran posadas. La sensibilidad a la luz de aquellas placas era escasa y no quedaba más remedio que escenificar los disparos. Y está claro que no se hicieron en el frente de batalla.
Tenían toda la libertad para plasmar la destrucción de los pueblos y ciudades. A muchos nos deja sin habla ver las ruinas al fondo con los soldados relajados, mucho más cercanos a un cuadro que a una fotografía de guerra tal como la entendemos ahora.
Trabajaron con los autocromos, con una sensibilidad de 8 ISO. Solo podían hacerlo a plena luz del día y rogando a quién fuera que nadie se moviera durante la exposición. Y consiguieron una serie que todavía hoy nos impresiona.
El color en la Segunda Guerra Mundial
Durante la Segunda Guerra Mundial la tecnología cambió. Recordemos que en 1935 apareció la Kodachrome. Salió adelante porque sus inventores, los músicos que mencioné antes, querían ver el color real en sus fotografías. Y la verdad es que impresiona la calidad de una película única.
De nuevo son imágenes posadas, nada de escenas de lucha, y como novedad, alguna que otra instantánea en la que se ve al pueblo celebrando la victoria de sus ejércitos. Pero la mayoría son fotografías de maniobras y prácticas bien iluminadas, porque todavía tenían un ISO 10.
La mayoría están disparadas con un flash para compensar la escasa sensibilidad a la luz. No destacan por su naturalidad. Parece que estamos viendo cuadros en vez de fotografías. Pero la tecnología no daba para más. Para que os hagais una idea, en 'El mago de Oz' (1939), una de las primeras películas en color, era tanto el calor que generaban todos los focos que eran necesarios para iluminar el escenario que los termómetros subían a más de 40º.
Las grandes revistas empezaron a demandar fotografías en color. Y podían llegar a pagar el doble que por una imagen en blanco y negro. Pero los tiempos no acompañaban. Una fotografía en blanco y negro se podía revelar en un casco en una noche cerrada. Y ya sabéis lo que tardaba en revelarse una diapositiva de Kodak...
Como anécdota podemos contar que el mismo Robert Capa, el fotógrafo de guerra por excelencia, ávido de dinero, intentó una y otra vez disparar en color. Pero jamás destacó en este campo. Al final solo le salían imágenes postaleras sin ninguna armonía.
Porque no es fácil fotografiar en color. Mucha gente pregunta si es más difícil que el blanco y negro. La respuesta es sencilla: por supuesto. No solo tienes que estar pendiente de la luz, también de la armonía de los colores y su relación con las formas.
Algunos dicen que con el color pueden sentir más cerca el horror. Y que por este motivo aplauden el coloreado artificial de las imágenes. Pero después de ver estas fotografías puedo decir que el horror siempre se ve bien de cualquier forma. Y que lo mejor sería que tales acontecimientos nunca se hubieran producido.
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