La política energética es cuestión de equilibrios. Y en plena crisis, con el recuerdo reciente de los precios escalando a registros históricos y Rusia —pieza clave en el tablero internacional— inmersa en una guerra condenada por Europa y EEUU, el juego se vuelve si cabe todavía más complicado. Como parte de ese complejo encaje de bolillos la UE y el influyente club del G7 han decidido mover ficha, una especialmente interesante y bien medida: poner un tope al petróleo ruso.
La decisión no lanza un misil a la línea de flotación de la economía del Kremlin, pero sí aspira a limitar los recursos que llegan a una Rusia embarcada en la guerra de Ucrania.
Y, ya de paso, evitar un paso que pueda acabar afectando a los precios.
¿Qué acaba de decidir la UE? Lo resume perfectamente la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen: fijar un tope al precio del petróleo que “reduzca de forma significativa” los ingresos de Rusia y contribuir de paso a la “estabilización” de costes a nivel global. En la práctica eso se traduce en limitar el precio del barril a 60 dólares y garantizar que, si el mercado baja de esa cifra, el pago permanezca un 5% por debajo del que marque el mercado. La medida, precisa Europa Press, se centra en el crudo que se canaliza por el mar, una vía con un peso fundamental.
Para lograr el pacto los socios europeos han tenido que sentarse y negociar hasta encontrar el equilibrio. No ha sido fácil. Las sensibilidades van desde la postura beligerante de Polonia, que ha logrado que se apliquen revisiones periódicas, y quienes, como Grecia o Malta, países provistos de navieras que se encargan de transportar crudo ruso, quieren salvaguardar a sus empresas.
¿Y los miembros del G7? Tres cuartos de lo mismo. Hace meses sus países ya habían acordado poner un tope al precio del petróleo ruso para, precisamente, “reducir los ingresos y la capacidad de Rusia de financiar la guerra”. Ahora han ido un paso más allá. El club de potencias, entre las que se incluyen EEUU, Canadá, Japón y Reino Unido, acordaron ayer, junto a Australia, establecer un tope de 60 dólares al barril de petróleo ruso transportado por vía marítima, alineándose así con la UE.
The EU agreement on an oil price cap, coordinated with G7 and others, will reduce Russia’s revenues significantly.
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) December 2, 2022
It will help us stabilise global energy prices, benefitting emerging economies around the world. pic.twitter.com/3WmIalIe5y
¿Pero la idea no era un embargo total? La CE ha movido ficha pensando en el tablero internacional, más allá de las fronteras de EU, que de hecho aplicará un embargo total al crudo ruso con la única excepción del que compre Hungría por oleoducto. Lo que hará la UE será prohibir a las navieras europeas transportar crudo procedente del gigante euroasiático a otros países, más allá de la Unión, si se ha vendido a un precio que supera los 60 dólares. A mayores contempla la prohibición de ciertos servicios financieros para buques que carguen el petróleo que no cumpla ese requisito.
Algo similar ocurrirá con los integrantes del G7, que ya habían mostrado su deseo de fijar un límite. Y por si hubiera dudas, recalcan: “Reafirmamos nuestra intención de eliminar el crudo y productos petroleros de origen ruso de nuestros mercados domésticos. No se ve modificado por el tope”.
¿Cuál es el objetivo? Pues buscar el equilibrio. Nada más, nada menos. El precio de los hidrocarburos supone un punto débil en el plan que la UE ha mantenido hasta ahora con el Kremlin: la caja que generan compensa en parte las sanciones que se han aplicado a Moscú, al que garantiza una interesante vía de financiación. Lo que quiere Bruselas es mermar los ingresos que deja la venta de petróleo a terceros países, como China, la India o Turquía. Y en ese propósito juega con una fortaleza importante: su sector logístico, con importantes navieras, armadoras y aseguradoras.
A Occidente tampoco le interesa que el flujo de crudo ruso —fundamental en el sector— se corte a nivel global y favorecer la escasez de suministro, lo que podría acarrear posibles consecuencias sobre los precios. Ayer la mezcla rusa, por ejemplo, rondaba los 67 dólares por barril.
¿Un plan sin fisuras? Es una medida que se suma al arsenal desplegado hasta ahora por Occidente y contribuye a ponerle las cosas más difíciles a Rusia, pero no parece que sea un plan sin fisuras. Rusia podría emplear sus propios buques para el transporte, lo que limitaría la nueva medida. Dotarse de una flota que pueda salvar la situación no es, en cualquier caso, una empresa sencilla ni desde luego rápida. Moscú también podría optar por recurrir a buques sin seguro occidental. El Kremlin, señala El País, ya ha tachado el tope del petróleo como una decisión "irrelevante",
Otro factor importante es que a lo largo de los últimos meses Rusia ha comercializado su petróleo a bajos precios para atraer a compradores, lo que le ha permitido mantener un flujo clave. La CE confía en cualquier caso en su estrategia: “Refuerza el efecto de nuestras sanciones, disminuirá aún más los ingresos de Rusia y estabilizará los mercados energéticos mundiales”, razona von der Leyen.
Imagen de portada: Frans Berkelaar (Flickr)
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