La mayor sanción contra Rusia sería un embargo total de su petróleo. Europa se estaría disparando en el pie

La mayor sanción contra Rusia sería un embargo total de su petróleo. Europa se estaría disparando en el pie
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El pasado 20 de enero, la OCU confirmó lo que ya todos habíamos notado en nuestros bolsillos: la gasolina estaba un 24,2% más cara que hace un año. Entre el 11 de enero de 2021 y el 11 de enero de 2022, el precio del gasóleo se había encarecido un 25,8%. Entonces, el precio medio de la gasolina era de 1,489 euros/litro y el del diésel 1,367 euros/litro.

Casi dos meses después miramos con nostalgia aquellos precios. En su último informe, la Comisión Europea elevó los precios de la gasolina y el diésel a 1,609 y a 1,497 euros/litro, respectivamente. Es decir, la gasolina se ha encarecido otro 8% desde el registro de enero y el diésel un 9,51%. Llenar un depósito de 50 litros de gasolina 95 ya cuesta 80,45 euros (15,8 euros más que hace justo un año) y 74,85 euros en el caso del diésel (16,2 euros más).

Pero estos datos empalidecen ante las fotos de algunas estaciones de servicio con la gasolina superando los dos euros por litro. Y los últimos movimientos que pretenden asfixiar a Rusia económicamente no parecen que vayan a mejorar la situación a corto plazo. Estados Unidos y Reino Unido ya han confirmado que no comprarán petróleo ruso. Europa, sin embargo, no se lo puede permitir.

El precio de la libertad

Tras días de rumores y con demócratas y republicanos apoyando la medida, Joe Biden anunció ayer que Estados Unidos dejará de importar petróleo ruso. "Defender la libertad tiene un coste, también para nosotros", señaló en el discurso en el que anunció la nueva medida. Para Estados Unidos, el petróleo ruso representa el 8% de las importaciones de este producto y la prohibición llega en un momento en el que el precio medio supera ligeramente el euro por litro, cifras que no se alcanzaban desde 2008.

Para Reino Unido, la gasolina rusa representa también el 8% de la utilizada en el país (las cifras de petróleo son ligeramente superiores). "No puedes simplemente cortar de la noche a la mañana el suministro de gas o de petróleo procedente de Rusia", señaló Boris Johnson, por lo que las restricciones avanzarán progresivamente a lo largo del año y no será hasta finales de 2022 cuando Reino Unido se plantea prohibir la compra total de este combustible a Rusia.

Desde entonces, las voces en contra de limitar la compra de petróleo y gasolina a Rusia en Europa se han sucedido. El propio Biden reconoció que Europa podía "no estar en una posición de sumarse" al veto. Una situación que ha confirmado Olaf Scholz, canciller alemán, quien confirmó que Alemania no tomaría parte en estas medidas y que "en este momento no es posible otra manera de suministrar energía a Europa para la generación de calefacción, movilidad y electricidad para la industria".

De momento, se calcula que 2 millones diarios de barriles de crudo ruso no encuentran comprador por las sanciones Europeas pero son cifras muy lejanas de los 4,5 millones diarios de barriles que Europa compra a Rusia. Estados Unidos, por su parte, hacía una compra hasta ahora de unos 700.000 barriles diarios. Y, a pesar de todo, este movimiento le ha llevado, incluso, a tender puentes con Venezuela.

“Vamos a ver aumentos de precios de la gasolina en Estados Unidos, y en Europa contemplarán subidas drásticas, pero ese es el precio que tiene ponerse del lado de la libertad y al lado del pueblo ucranio”, resumía Chris Coons, senador demócrata, a la CNN.

La dependencia europea de Rusia

A las palabras de unos y de otros les ha seguido un nuevo aumento en los precios del Barril de Brent, el índice de referencia. La gasolina ya está más cara que nunca, a pesar de que el Barril de Brent sigue por debajo de su máximo histórico. Pero con este nuevo crecimiento, el índice ha alcanzado hoy los 131,64 euros por barril. Dos días atrás, el precio máximo se situó en 139,13 euros. Quienes apuntaban a una subida hasta los 150 euros por barril no parece que vayan a equivocarse.

Pero en Bloomberg ya recogen que aumenta el número de apostantes a un precio de 200 dólares por barril a final de mes en el mercado de futuros. ¿Por qué? Tan sencillo como que Europa no tiene una alternativa clara al petróleo ruso. Con Estados Unidos y Reino Unido fuera del mercado, la presión por hacerse con los barriles Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos aumentará, pues ambos países ya han avisado de que no aumentarán sus previsiones de producción. Es decir, habrá más compradores para hacerse con menos barriles en el mercado.

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Sacar el petróleo ruso de Europa es renunciar al 27% del crudo que se utiliza cada día. Un producto en el que el Viejo Continente depende del exterior en un 97%, por lo que no le quedaría más remedio que acudir a otros mercados aún más presionados. En total, son 150 millones de toneladas de petróleo ruso las que se consumen en Europa cada año. Unas cifras que según Transport & Environment repercute en un ingreso diario de 285 millones de dólares (259,18 millones de euros) a Rusia.

Del mismo modo que la dependencia europea de este petróleo es un lastre para evitar la financiación indirecta de los ataques rusos contra Ucrania, estos ingresos también son imprescindibles para Vladimir Putin. Tanto que la posibilidad de no comprar petróleo a Rusia ha derivado en una amenaza de esta última para cortar el gas que llega por Nord Stream I.

El 90% del gas europeo llega desde el extranjero y el 60% lo representan importaciones rusas que superan el 50% en Alemania, Finlandia, Bulgaria, Eslovaquia y Hungría. En Letonia y Chequia, todo el gas que llega tiene su origen en Rusia. Pero, al contrario, Europa también es el comprador del 60% del crudo que exporta Rusia y tiene un peso aún mayor en la compra de gas. Según Simone Tagliapietra, especialista de Bruegel, se estima que los combustibles fósiles le reportan a Rusia 1.000 millones de euros diarios llegados directamente desde Europa.

Por tanto, ya no sólo está encima de la mesa pagar más por el diésel y la gasolina. Renunciar al petróleo ruso puede desembocar en un efecto dominó que cueste a Europa 200.000 millones de euros al año, según Bloomberg. Sólo el gasto en gas no ruso ya costaría entre 60.000 y 100.000 millones de euros anuales adicionales.

Ante las continuas sanciones a Rusia como exportador de petróleo, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) alertaba de un riesgo de que la seguridad energética mundial estuviera amenazada. El plan, liberar 60 millones de barriles de las reservas que, sin embargo, es una tirita en la herida, pues es el volumen para un mes de los, al menos, dos millones de barriles para los que Rusia no está encontrando comprador.

Una solución transversal

Aunque la necesidad de eliminar la dependencia rusa a corto plazo está sobre la mesa en la Unión Europea, lo cierto es que esto ya estaba en marcha, en un marco de cuidado del medio ambiente y de reducción de las emisiones contaminantes producidas por sus países.

Acudir a otros mercados ajenos al ruso como única solución no parece una solución viable. Por ello, hay voces que apuntan a que ha llegado de buscar alternativas más ecológicas y menos contaminantes a la energía que utilizamos o, incluso, moderar su consumo.

"Reduzcan el gas en sus casas, disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania y comprometámonos mas en una defensa colectiva", ha señalado Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Política Exterior. El objetivo es claro, a un menor consumo, una menor importación y menores presiones rusas para presionar sobre el gas y el petróleo.

Según la AIE, reducir en un solo grado la calefacción puede hacer que consumamos un 7% menos de gas ruso. La otra herramienta de aplicación inmediata está en las centrales nucleares. Mantenerlas con vida garantizará una menor dependencia del gas para la producción de electricidad. Pero ante el lejano horizonte que se plantea para la construcción de nuevas centrales nucleares, hay una alternativa mucho más cortoplacista: la apuesta por las bombas de calor.

Ante este panorama, la Unión Europea ha centrado su interés en ampliar sus compras de Gas Natural Licuado, una manera de abrir nuevas vías de entrada a esta energía y reducir su enorme dependencia rusa. En este caso, Estados Unidos está altamente interesada pues ya es el proveedor del 30% del GNL que adquiere Europa.

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Otra solución es redoblar la apuesta por las energías limpias. Según Jenny Chase, jefa de análisis solar de BloombergNEF, Europa generará 28,7 GW de electricidad con origen en la energía solar, pero tenemos una capacidad para alcanzar los 45 GW este mismo año (el objetivo planteado a seis años vista). Los planes pasarían por facilitar la implantación de paneles solares en los tejados y aumentar los espacios donde se exploten esta energía, reduciendo la burocracia necesaria para su instalación.

También desde BloombergNEF apuntan a que aligerar los trámites para la implantación de parques eólicos aumentaría en casi dos GW el volumen total esperado para este año, pasando de los 18,9 a los 20,8 GW. Son proyectos clave para generar una mayor energía eléctrica y conseguir los objetivos de las futuras normativas europeas anticontaminación para el sector del automóvil. El ejemplo en este caso es Noruega, donde con un 15% de vehículos eléctricos en el parque automovilístico se ha conseguido reducir la dependencia energética del petróleo en un 10% desde 2011.

Sin embargo, y a pesar de que la norma Euro 7 será en la práctica el adiós definitivo a los vehículos movidos exclusivamente por motores de combustión, el avance del coche eléctrico en Europa es lento, con redes de recarga escasas e irregulares entre países.

El margen de maniobra, por tanto, de la Unión Europea es limitado. Reducir la dependencia de Rusia en petróleo y gas a corto plazo pasa por asumir unos costes muy altos en la adquisición de estas energías en otros mercados. La apuesta por las energías renovables puede aliviar un poco la situación, pero no será definitivo en el corto plazo. Y el uso de nuevas centrales nucleares para generar electricidad plantea un horizonte lejano en el que, además, no hay un consenso entre los países miembros.

Fotos | Grant Durr, Zakaria Zayane y Zbynek Burival

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