El arma más efectiva contra Putin es una bomba de calor: Europa puede desengancharse del gas ruso si apuesta por ellas

El arma más efectiva contra Putin es una bomba de calor: Europa puede desengancharse del gas ruso si apuesta por ellas
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Europa depende (y mucho) del gas. Se trata de la segunda fuente de energía primaria del continente y el 90% de lo que consume viene de fuera. Es decir, Europa depende (y mucho) de Rusia. Tanto es así que según el Banco Central Europeo, un recorte del 10% del suministro de gas ruso conllevaría una caída del PIB de la zona euro de en torno a un 0'7%. Por ello, aunque se está intentando cortar sus lazos energéticos con Moscú, la realidad es que no tenemos muchas alternativas a corto plazo.

"A corto plazo". Recalco lo de "a corto plazo" porque lo cierto es que sí hay una 'jugada maestra' que podría "independizarnos" del gas ruso y, de paso, ponernos en la senda que marcó la Agencia Internacional de Energía (IEA) para descarbonizar el mundo en 2050: iniciar un enorme plan de reconversión para sustituir las calderas de gas por bombas de calor.

¿Qué es una bomba de calor? Se trata de sistemas que, mediante aerotermia, permiten emplear la energía térmica del aire para producir tanto aire acondicionado como calefacción o agua caliente. Lo que es lo mismo: son un sustituto perfecto para los sistemas de gas natural. Sobre todo, porque en los últimos años no han parado de ser más y más eficientes: se estima que, con la tecnología actual, ya se puede conseguir un ahorro energético de hasta el 25%.

Una tendencia que viene de lejos De hecho, basta mirar los números para ver que el proceso de sustitución de calderas de gas por bombas de calor ya está en marcha en muchos países europeos. Pese a la reticencia del público general (y la dura competencia que ofrecen las subvenciones que muchos países dan al gas), los datos muestran que la cuota de mercado de las bombas de calor es más alta en los países europeos con inviernos más fríos.

La relación se puede ver muy bien si la representamos gráficamente: los cuatro países con mayor proporción de bombas de calor son Noruega (60%), Suecia (43%), Finlandia (41%) y Estonia (34%). Casualmente (o no), los países con los inviernos más fríos de Europa. Es lógico. A más frío y mayor duración del invierno, mayor ahorro energético.

Una adopción más lenta de lo que esperábamos. Sin embargo, la adopción de estos sistemas no está siendo tan rápida como nos gustaría. Actualmente, en el mundo, solo hay 177 millones de unidades instaladas y representan el 7% de la calefacción global. Y en ese reparto, de hecho, Europa ni siquiera encabeza la adopción: la mayoría de estas bombas de calor están en China (33%), en América del Norte (23%) y, solo posteriormente, en Europa (12%). Y es que, en muchos países europeos (sobre todo en aquellos que gozaban de gas a buenos precios hasta ahora) el cambio no es solo tecnológico, sino también cultural.

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Si el reciente aumento de los precios del gas en Europa y Asia estaban empezando a cambiar las cosas. La guerra de Ucrania y la desconexión energética con Rusia pueden ser la gota que colme el vaso de esta transición energética de primer orden. Y no solo serán buenas noticias "geopolíticas" (ahora que este nivel de análisis se ha puesto de actualidad), también serán buenas noticias climáticas.

Un arma masiva contra el cambio climático. Como decía, desde la Agencia Internacional de Energía (IEA) tienen claro que este tipo de tecnología es esencial para conseguir un escenario de cero emisiones de carbono en 2050. Según sus estimaciones, el 55% de la demanda de energía para calefacción a nivel mundial debería estar basada en aerotermia para 2050. Eso significa dos cosas: primero, que serán necesarias 1.800 millones de bombas de calor; y segundo, que vamos muy lentos. En 2020 instalamos un 58% menos de lo que deberíamos para conseguir esos objetivos. No vamos a tener una coyuntura mejor de darle la vuelta a las cifras.

Imagen | Climer Technology

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