China se plantea tirar de freno en la industria dedicada a los paneles solares. No en la suya, claro. Lo que quiere es que EEUU, la Unión Europea o la India, potencias que intentan dotarse de sus propias cadenas de suministro en un sector en el que Pekín ha logrado asentarse con un dominio indiscutible, se vean obligadas a bajar de marcha. El objetivo es evidente, proteger su posición. Y tiene un herramienta fantástica para lograrlo: limitar la exportación de su tecnología punta.
Al fin y al cabo, y parafraseando aquel viejo eslogan de la campaña de Clinton del 92, no es solo energía: es eso y economía. Y también un poco de juego político.
¿Qué está valorando China? Incluir métodos clave para la fabricación de obleas solares en la lista de tecnologías que Pekín prohíbe exportar. Así lo avanza al menos Bloomberg, que aclara que el país aún no ha tomado ninguna decisión y la medida estaría en una fase de consulta pública. A finales de 2022, el Ministerio de Comercio de la república publicó un aviso precisamente sobre la revisión de su catálogo de tecnologías prohibidas y restricciones a la exportación.
Sin entrar en detalles, China asegura que la actualización "refina los puntos de control de algunos elementos". También avanza que facilitará unas "condiciones positivas para fortalecer la cooperación técnica internacional".
¿Y cuál es el objetivo? Blindar su dominio, una posición de fortaleza indiscutible que se explica con una sola cifra: según recoge el informe Trends in Photovoltaic Applications 2022, de la Agencia Internacional de la Energía (AIE-PVPS), China acapara más del 97% de la producción mundial de obleas de silicio. En 2021 produjo 226,6 GW, con un crecimiento interanual del 40%. Se calcula que 22,6 GW se exportaron a otros países fabricantes, como Malasia o Vietnam.
Hace solo unos meses CGTN, medio ligado a las autoridades chinas, daba otra pincelada interesante citando a Bernereuter Research: aproximadamente el 45% del suministro global de polisilicio, una materia prima importante para los paneles solares, parte de la región autónoma uygur de Xinjiang, al noroeste de China. Otras provincias del país suministran el 35% de la producción global. "Solo el 20% del suministro se produce en otros países", presumía la CGTN. Las compañías del gigante asiático han logrado además un peso fundamental en el sector.
¿Y por qué mover ficha ahora? Porque ese dominio en un sector tan estratégico como el energético, sobre todo en plena transición hacia un modelo descarbonizado, despierta recelo en otras latitudes. La dependencia no gusta, por su lectura estratégica y lo expuesta que deja una economía, como ya se comprobó con las tensiones en el suministro en otros sectores durante la crisis sanitaria. Y por eso EEUU, la UE o la India intentan impulsar su músculo nacional.
"Pekín y los líderes del mercado en la industria solar de China sin duda están preocupados por los esfuerzos de los EEUU, la UE y la India para desarrollar industrias de fabricación solar locales, por lo que estos controles de exportación de tecnologías recientes pueden ser una respuesta", explica a Bloomberg Cosimo Ries, analista de Trivium China. En su opinión, la lectura es simple: "Pekín quiere frenar la velocidad a la que sus competidores pueden desarrollar sus cadenas".
¿Qué están haciendo otros países? Moverse. La India busca duplicar su capacidad de fabricación de módulos solares para finales de este mismo ejercicio —36 GW, según JMK Research & Analytics— gracias en gran medida al respaldo de su gobierno. El camino es claro también en EEUU, que aspira con su nueva Ley de Reducción de la Inflación (IRA) incrementar la fabricación "Made in USA". La normativa contempla 30.000 millones de dólares en créditos fiscales dirigidos a empresas con el objetivo de producir paneles solares y componentes de renovables. Todo esto, claro, en el país, que ya ha visto como Qcells anunciaba una inversión de 2.500 millones para "una cadena de suministro solar completa en EEUU".
En otoño, durante el Foro Solar de Unef, el Gobierno de España anunció también que liderará un proyecto de interés comunitario que busca precisamente fomentar la fabricación de paneles en Europa. La Comisión Europea ha firmado además un acuerdo con Enel Green Power para apoyar una factoría de módulos fotovoltaicos en Italia. El objetivo: alcanzar una producción de 3 GW anuales y que la fábrica pueda estar en pleno funcionamiento ya a corto plazo, en 2024.
¿Podría ser contraproducente la medida? Hay quien opina que, efectivamente, el movimiento de las autoridades chinas podría ser perjudicial para sus propias compañías. Así lo advertía hace unos días el diario hongkonés South China Morning Post, que —citando a analistas— avisa: las restricciones podrían obstaculizar los planes de expansión internacional de los fabricantes chinos dedicados a equipos solares. En concreto señala el sudeste asiático, donde las empresas querrían construir líneas de producción de obleas.
¿Y más allá de la energía solar? Lo cierto es que China no solo ha logrado una posición fuerte en la tecnología solar. El gigante asiático también ha conseguido destacar en la eólica, contribuyendo a un escenario complejo para los fabricantes europeos. "China está comenzando a ganar algunos pedidos en Europa de turbinas eólicas. Están llamando a la puerta", reconocía hace no mucho Sean McLoughlin, de HSBC, a The Financial Times. En una UE decidida a que las renovables cubran el 45% de su consumo ya en 2030 ambas tendencias suponen un reto.
Imagen de portada: Trina Solar
Ver 22 comentarios