'Freaks': superhéroes sin disfraces en una simpática pieza de ciencia-ficción desbordante de ideas y personalidad

'Freaks': superhéroes sin disfraces en una simpática pieza de ciencia-ficción desbordante de ideas y personalidad

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Durante buena parte de su metraje, 'Freaks' (que puedes ver en Filmin) juega al desconcierto, y la verdad es que no le sale nada mal. A veces es una sátira de la vida suburbial, con sus barrios residenciales, sus familias perfectas y sus camiones de helados (en esos momentos recuerda a los momentos más memorables de aquel tremendo 'Psychonauts'). A veces parece el arranque de una nueva franquicia de mutantes estilo Marvel. A veces, una película de terror psicológico y claustrofóbico.

En realidad, 'Freaks' es un poco de todo eso, y el riesgo que toma de no explicar casi nada hasta su tramo final se salda con una película enigmática y divertida, capaz de dar vueltas una y otra vez en torno a la psique fragmentada de su pequeña protagonista sin que el interés decaiga. Es una propuesta que bebe del cine de superhéroes, del terror indie y hasta de las películas de niños con poderes mentales al estilo del Stephen King de los ochenta, en una amalgama en la que lo mejor es su propia modestia.

En el arranque de la película conocemos a una niña, Chloe (estupenda Lexy Kolker, motor de toda la película) que vive con su padre (Emile Hirsch) en una casa medio en ruinas, más cercana a uno de esos aterradores espacios oníricos de una 'Pesadilla en Elm Street' que a un hogar convencional. El padre vive por y para que Chloe permanezca dentro de casa, y de hecho, la niña no ha pisado nunca el exterior, ya que está convencida de que si lo hace, fuera hay gente que intentará matarla.

Pero, ¿por qué? ¿Es cierto todo lo que le cuenta su padre a Chloe? Los cambios de humor y las contradicciones entre sus obvias mentiras cada vez son más frecuentes, y Chloe empieza a sospechar que hay secretos en las habitaciones cerradas a cal y canto de la casa. Además, las ocasionales escapadas de la niña le llevan a trabar una inquietante amistad con alguien que no es quien dice ser, un heladero (Bruce Dern) que también parece saber más de lo que le cuenta. Pronto, la casa se convierte en una prisión y no está claro si la amenaza está más presente dentro que fuera.

Prisionera por su bien

Los directores y guionistas del film, Zach Lipovsky y Adam B. Stein, curtidos en cortos y numerosos productos para televisión (sobre todo para Disney, con tv-movies como la versión en imagen real de 'Kim Possible') toman la saludable y original opción de tener en la más absoluta oscuridad al espectador (y a los personajes) durante dos tercios de la película. Y en el tercio final, avalancha de secretos desvelados pero sin caer en la sobreexplicación, justificándolo todo con estupendas secuencias de acción cuya tensión se ha ido amasando durante toda la película.

Esa tensión viene de la necesidad de respuestas de la niña, pero también de la ambigüedad de su situación. ¿Es su padre quién dice ser, por qué tantas habitaciones cerradas? Hay en ese misterio algo de 'Barbazul', el legendario cuento francés que nos hace desconfiar de la gente que impide a sus seres queridos entrar en según qué habitaciones. ¿Y ese heladero? Si no es un asesino de niños, poco le falta, pero parece que conoce detalles sobre los singulares poderes que está empezando a manifestar Chloe.

Pero... ¿qué tiene todo esto de superheroico? Quienes conozcan los significados más evidentes de las historias de mutantes Marvel sabrán a qué nos referimos: gente perseguida por ser diferente, asociaciones gubernamentales en perpetua vigilancia (la película tiene ramalazos distópicos muy resultones, a través de detalles como la propaganda en las calles o las rígidas fuerzas del orden), omnipotencia fuera de control... Todo ello sin disfraces ni nombres rimbombantes, claro, pero la idea está ahí bien clara.

'Freaks' es muy consciente de sus limitaciones (el poder del control mental, tan apropiadamente barato de filmar), pero expone sus ideas con tanta sencillez y efectividad que es imposible no verla con simpatía. Las buenas ideas trufan el desarrollo (los ojos sangrantes, la conversación en el restaurante, el tiempo que transcurre a distintas velocidades, los cargantes vecinos), y al final quedan cuestiones por responder, pero no importa. Este podría ser el principio de una estupenda saga de marginados con poderes.

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