El vinilo “volvió” hace varios años y ahora encontramos secciones enteras dedicadas a ellos incluso dentro de las grandes superficies. A día de hoy, es el único formato que sobrevive a la temida música digital, aunque lo físico sigue desinflándose y todo indica que el adelantamiento definitivo de los modelos online en el consumo musical se producirá a lo largo de este 2016. Según el informe de Promusicae sobre la música grabada en España en 2015, el vinilo subió un 39,2% mientras el CD bajaba un 15,1% dentro de las ventas físicas.
Las tiendas online también han ampliado su catálogo físico: Amazon oferta ahora mismo 4 millones de CDs y 1,3 millones de vinilos (que se compran más que se escuchan). En toda esta evolución, el último de esos formatos que evoca otros tiempos, el casete, no se ve en las estanterías de la Fnac y parece que desapareció en las gasolineras de carretera: ¿de dónde viene, entonces, su supuesto resurgir?
El factor geográfico
En los últimos años, muchos artistas se han lanzado a editar sus trabajos en cinta, como The Oh Sees, Japandroids, The Growlers, MGMT, Deerhunter o incluso Nelly Furtado, que vendió una colaboración en formato cinta con Blood Orange en uno de sus conciertos navideños en Harlem. Aunque parecen más iniciativas puntuales, se nota que aumenta el interés por parte de las discográficas en tantear de nuevo este formato. Uno de los encargados de JazzyMás, una pequeña tienda en mitad de la madrileña Calle de la Palma, lo tiene claro: “Tarde o temprano, la cinta llegará. Yo busco todas las semanas cómo avanza el asunto para traerlas o importarlas en cuanto vea movimiento. Nosotros siempre vamos a estar dispuestos a venderlas, pero la clave está en el marketing”.
El casete lleva creciendo en Estados Unidos desde finales de la década pasada, pero la industria española tiene sus propias problemáticas. Ana, de Y que viva Joplin, coge un disco embalado y me recuerda lo tocado que está el sector cultural en España: “La música está muy maltratada. Yo tengo que meterle a esto un 21% de IVA, un 5% extra y luego los beneficios del vendedor. Solo podremos sacar a flote la venta física arreglando este despropósito”. Teniendo estos números en cuenta, quizá tendría sentido la vuelta de la cinta: es barata, es pequeña, es una gran pieza de coleccionista y podría ser la salvación de una industria que no puede ponerle vallas al campo (digital).
La mejor etapa del casete
En una reciente entrevista en Bloomberg, el presidente de la principal productora de cintas en Estados Unidos, la National Audio Company, aseguraba que “2015 será nuestro mejor año en ventas desde la creación de la tienda en 1969”. El 70% de las cintas que vendieron en 2014 fue por acuerdos con Sony o Universal, lo que evidencia la necesidad de una discográfica fuerte para volver a introducir las cintas en nuestra vida cotidiana. Tratándose del principal fabricante del mercado más importante, nos lo tomamos como un reflejo de algo más global.
La realidad es que nunca han dejado de editarse cintas, tampoco en España: una gran cantidad de pequeños sellos se han dedicado a lanzar propuestas musicales en este formato dentro de nuestro país, como Mascarpone, Alta Intensidaz, San José Tapes o Jamón Vudú. Y el fenómeno sigue creciendo imparable en países como Dinamarca, Inglaterra, Japón o los países del Este, donde la casete nunca ha dejado de tener una importante presencia. Y sigue siendo la estrella, claro, en los países africanos o árabes donde es el principal soporte musical.
Los fabricantes de Maxell España fueron los últimos en bajarse del tren de las cintas de casete a nivel de rotación continua en el año 2006, del mismo modo que con los disquetes de 3½: "Conviviendo con los equipos de reproducción de CD domésticos, seguía existiendo un filón de demanda: mucha gente se pasó a la minicadena con reproductor de CD y abandonó sin miramientos su antiguo radiocasete, pero no era tan fácil cambiar de coche". Sin embargo, siguen luchando por eliminar las cintas del almacén. Los fabricantes, como Xavier Bentanachs de Maxell, son conscientes del aumento de la demanda y estudian las posibilidades.
Paco Fernández de Holy Cuervo me cuenta que ellos no han notado mucho el fenómeno Burger en términos de demanda, pero que ha habido peticiones puntuales de cintas: “Hoy en día hay mucha gente, como el festival Sinsalaudio, esforzándose por recuperar formatos mucho más antiguos como el cilindro o las postales sonoras porque más allá del hecho de que hayan sido superados por otros más modernos y utilizados, tampoco creo que lo que se pretenda sea reivindicarlos como mejores, sino que son parte de la historia de la música reciente y tienen un valor que va más allá de sus virtudes técnicas. Además, en el caso concreto del casete, todos los que hemos nacido en el siglo XX hemos convivió con él y es parte de nuestra relación con la música y el sonido”.
En busca de la edición limitada
El Record Store Day facilita mucho las tiradas de cintas, que abaratan costes y, además, cuentan con un factor nostálgico para toda una generación de melómanos. El Cassette Store Day, una versión mucho más concreta de esa celebración, llegó a España el año pasado para satisfacer la tendencia melancólica de lo analógico frente a lo digital y, creemos, como resultado de una tendencia. Ese 17 de octubre de 2015 hubo 100 títulos exclusivos en casete y por toda España de bandas como Motorhead, Kylesa o Foals, y en la escena nacional se sumaron Muchachito o Adrià Puntí.
Por un lado, están las ediciones limitadas de títulos actuales en formato “viejuno” y, por otro, las cintas de segunda mano que venden algunas tiendas de música y aprovechan un poco el tirón de las ediciones limitadas o especiales que solo salieron en cinta. A Ana le gusta especialmente hacerse con las cintas de flamenco que no se han llevado a CD: “La cinta analógica de calidad está perdida en España, y solo si imitamos a Estados Unidos podemos hacer que reviva. Habría que ver quién tiene pletinas hoy y quién estaría dispuesto a editar”. Muchos ven la cinta como un modelo que fue transitorio: eran más portables que el vinilo, pero no tanto como lo fue después un mp3. A pesar de ello, todos los profesionales con los que hablo guardan un cariño especial para el sonido cálido del casete y se muestran contentos ante el supuesto revival.
¿Quién marca su regreso?
La gente que pasa por Y que viva Joplin a por cintas de segunda mano no suelen ser jóvenes, sino adultos que cuentan con el equipo o coleccionistas en busca de algo especial: “También hay algún chaval buscando lo antiguo, pero en general son mayores. Si ya no se fabrican iPods de 2009, imagínate pletinas o reproductores de casete… La ausencia de dispositivos hace la transición más difícil”.
Para el responsable de JazzyMás, la clave para que vuelvan las cintas está en los coches: “En el norte de Europa es muy importante, se mueven con ellos a todas partes y los equipan con buenos altavoces. La posibilidad de volver a escuchar cintas en el coche aumentaría la calidad de ese sonido, y esa sería una buena forma de implantarlo de nuevo. Conozco a muchos camioneros, por ejemplo, que se pasan el día en la carretera y les instalan buenos aparatos de sonido; al que le gusta de verdad la música, siempre va a buscar formas de escucharla con mayor calidad”.
Para Paco, de Holy Cuervo: “El vinilo es un formato mejor; da lugar a un arte más elaborado y es más resistente. La casete competía por portabilidad y usabilidad, pero hoy en día la música en digital es mejor en esos dos terrenos y convive más fácilmente con el vinilo. Adicionalmente, la venta de casetes no ha afectado todavía la fabricación de reproductores, por lo que resulta más difícil su utilización”.
Y según Bruno Corrales, fundador de Rock Sumergido y colaborador en Mondo Sonoro, “este tipo de regresos no los mantendrá el consumidor ocasional de objetos sino verdaderos fans, bandas y sellos desde el underground, que con una visión que muchos tacharían de incomprensible se lanzan a fabricar pequeñas tiradas de su música en casete, con una distribución minorista y casi personal”. Para bandas y sellos pequeños es una buena opción para seguir editando música sin mucho riesgo, permite comprar música a un precio tentador y, además, el casete mantiene su capacidad de encandilar al consumidor a través de la nostalgia.
Los rituales
Para los fans, la experiencia de escuchar música no sería completa sin poder toquetear y sobar de vez en cuando los singles y las demos más roñosas de sus bandas favoritas; igual que el cinéfilo nunca dejará de ir al cine para vivir el ritual de las palomitas y los tíos altos que tapan los subtítulos. Al final, la nueva democratización de la cinta asoma la patita en sellos, artistas y marcas, y quizá merezca la pena desempolvar, o al menos no perder mucho de vista, ese misterioso aparato una vez llamado walkman. Para los menores de 20: no, no ralla queso y no, tampoco es una consola antigua, pero tiene la misma magia. Todo esto siempre va de la eterna lucha: pragmatismo o experiencia.
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