No necesitamos más software que haga cada vez más. Necesitamos que mejoren lo que ya hacen

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WhatsApp va camino de convertirse en una "superapp". Primero era un simple indicador de "estados" de cada contacto. Luego pasó a ser una herramienta de mensajería personal y grupal. Luego se abrió como herramienta comercial. Y ahora apunta hacia los pagos y las compras directas. Las "superapps" como concepto son aplicaciones como WeChat en China, o como 'X', la superapp que planea lanzar Musk tras la compra de Twitter.

Aplicaciones que hacen de todo, o casi-de-todo. Integran mensajería, red social, pagos, compras, movilidad, contenido multimedia... Y empiezan a ser tendencia. Haciendo un poco de parodia de algunos de los titulares que a veces usamos en esta casa... no es una buena noticia.

"Producto Máximo Viable"

Es algo relativamente común en el software que se hace popular, logra una buena facturación y empieza a crecer. Busca seguir creciendo a costa de añadir más y más funciones respecto a su producto, integrando ampliaciones de lo que ya hacía o funciones totalmente nuevas.

Aquí merece la pena pararse en un artículo publicado en abril por Clive Thompson. 'Es hora de un 'Producto Máximo Viable''. En él hablaba de lo idóneo que resultaría que desarrolladores de software empezaran a centrarse en un concepto como este, en contraposición al habitual 'Producto Mínimo Viable'.

Esto es: en lugar de buscar un límite por debajo sobre el cual partir al hacer un lanzamiento, fijar unos límites máximos sobre los cuales el producto ya no debería seguir creciendo. Al menos no crecer por crecer.

Esto quizás suena a suicidio en la era del crecimiento indefinido, pero hay más formas de crecer. Y no sería el primer tipo de negocio que evoluciona de otros modos.

Sería un pensamiento en la línea de "ok, esta aplicación ya tiene todo lo que tiene sentido que ofrezca, no vamos a seguir explorando opciones nuevas, solo mejorar las ya existentes salvo que llegue algo totalmente revolucionario". Por ejemplo, integrar GPT-3 en un editor de texto o un gestor de notas.

John Gruber escribió en Daring Fireball unos comentarios al respecto:

Una forma de pensarlo es que el software debe diseñarse un poco más como el hardware. Un MacBook 2022 no tiene más botones o puertos que uno de hace 20 años. De hecho, los MacBooks tienen menos puertos. Es principalmente software donde hay una tentación de seguir expandiéndose en alcance sin fin.

Exactamente eso. Un portátil, un televisor, unos auriculares. Son productos que esencialmente son los mismos desde hace décadas. Se han hecho técnicamente mejores, han ganado funciones que han cambiado el paradigma, han perdido otros elementos, pero esencialmente son lo mismo.

Ahora pensemos en el software. Decía Clive Thompson el ejemplo de Microsoft Word, que debutó en los años noventa con una interfaz clara donde era sencillo encontrar cada función... y fue creciendo en posibilidades hasta convertirse en una parrilla con centenares de botones.

Msword97
Microsoft Word 97. Es probable que hoy en día no necesitaras casi nada más.

Microsoft puso algo de orden a partir de cierto momento llevando las pestañas a la barra superior, pero el problema de fondo seguía siendo el mismo: demasiadas funciones. Hay que decir que recientemente detectó el problema y se esforzó en lograr nuevamente la simplicidad. Pero durante este tiempo hemos visto algunas aberraciones.

Word
A este nivel absurdo de funciones específicas integradas llegamos.

Facebook, tres cuartos de lo mismo: de cinco funciones en sus inicios a cada vez más inclusiones que fueron complicado poder hacer cualquier cosa en ella.

Cuando uno se encuentra con aplicaciones que se han mantenido fieles a la simplicidad siente una sensación tan reconfortante como una manta cálida. Una de mis favoritas es Things, de CulturedCode. Han pasado los años y se ha mantenido impertérrita a modas y ampliaciones gratuitas.

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