En Iruma, una ciudad al norte de Tokio, han comenzado a etiquetar con códigos QR a personas que tienen algún tipo de demencia senil. Los códigos tienen la información necesaria para identificar a la persona y para llevarla a su casa en caso de que esté perdida.
La idea, como explicaba el propio ayuntamiento, es "ayudar a las familias afectadas a encontrar a sus familiares desaparecidos". Más allá de la posible polémica, cada vez está más claro que Japón se presenta como el gran laboratorio social de un mundo cada vez más mayor y con más achaques.
QRs para todos
![Japanese Poster With Qr Codes](https://i.blogs.es/3ba2b9/japanese_poster_with_qr_codes/450_1000.jpg)
En los últimos años, han surgido numerosos dispositivos con la misma finalidad: identificar y tener monitorizados a personas con demencia senil. Pero no son muy fiables. Ni todos los pacientes los tienen, ni son seguros. Al estar en prendas de ropa o zapatos, se pierden u olvidan en muchas ocasiones.
Los códigos de Iruma están fabricados por una empresa local y van en unos pequeños sellos adhesivos que tienen una vida útil de unas dos semanas. Teóricamente son resistentes a la lluvia, son difíciles de quitar y tienen un número de identificación individual que permite a las autoridades monitorizar a los pacientes.
Japón el laboratorio del futuro probable
![Japan 237136 1280](https://i.blogs.es/36bdd2/japan-237136_1280/450_1000.jpg)
Esta medida se está dentro de los intentos de las autoridades japonesas para resolver los nuevos problemas que surgen en sociedades tan envejecidas como la suya. Sin ir más lejos, a finales de 2016, y tras una serie de accidentes de coche, la policóía inició una campaña que ofrecía a todos los japoneses mayores de 75 años descuentos en restaurantes de fideos a cambio de renunciar al carnet de conducir.
En este caso, no obstante, no han faltado voces que critiquen los problemas de privacidad o que señalen que esto puede ser la puerta de entrada de sistemas de identificación personal similares en toda la población. Pero en Japón, que se enfrenta a un colapso demográfico sin paliativos, no ha tenido demasiada contestación.
No sólo hay un envejecimiento poblacional rapidísimo y muy preocupante; sino que, según las estimaciones, en 2025 habrá 7 millones de personas con demencia. Un problema que, en mayor o menor medida, afecta a todos los países desarrollados del mundo y que ha convertido a la isla del Sol naciente en uno de los laboratorios sociales del mundo (envejecido) que viene.
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