Shanghai es una megalópolis monstruosa de 26 millones de habitantes y el corazón económico de China. También está al borde del estallido social tras poco más de una semana de un confinamiento tremendamente estricto en el que ha fallado prácticamente todo. Pero eso, tras lo que hemos hablado sobre la "trampa del #COVIDZero", no es una sorpresa.
La sorpresa que es, según explicaba Stephen McDonell, el corresponsal de la BBC en China, la Comisión de Salud de Shanghai ha reconocido que "de las 130 000 infecciones oficiales de la ciudad en este brote, solo hay una persona en estado grave". Solo una. Repito: solo una en estado grave.
El mayor brote de China, en contexto. En números absolutos, toda China (con sus 1400 millones de habitantes) tiene hoy menos de la mitad de casos nuevos que tuvo España el 11 de febrero, el día en que la mascarilla en exteriores dejó de ser obligatoria. De hecho, hasta la semana pasada oficialmente en China solo habían muerto dos personas de COVID en 2022: nuestro país ha contabilizado 13.699 en el mismo periodo.
Independientemente de la veracidad de las cifras oficiales Chinas, es llamativo que con estos datos epidemiológicos se sigan sosteniendo confinamientos tan desproporcionados por todo el país y que las autoridades sigan mostrando su "adherencia inquebrantable" a la estrategia de COVID Zero.
Una estrategia tremendamente costosa. Esa es la pregunta que se hacen todos en este momento. La sensación de descontrol es brutal y a la falta de alimentos y medicinas; a los desplazamientos de asintomáticos a zonas de cuarentena; a los niños separados de sus padres por un mero covid asintomático, a los trabajadores durmiendo en sus oficinas y a los centros de confinamiento a medio construir o con gente durmiendo en camas de cartón) hay que sumarle los signos más que evidentes de la desesperación social.
En los últimos días, los corresponsales en China no dejan de compartir vídeos donde se muestran los gritos, brotes de violencia e incluso una presunta oleada suicidios. La preocupación social creciente, los continuos errores de gestión y el férreo seguimiento de la estrategia, parecen dejar a China en una especie de callejón sin salida.
Residents in #Shanghai screaming from high rise apartments after 7 straight days of the city lockdown. The narrator worries that there will be major problems. (in Shanghainese dialect—he predicts people can’t hold out much longer—he implies tragedy).pic.twitter.com/jsQt6IdQNh
— Eric Feigl-Ding (@DrEricDing) April 10, 2022
饥饿的上海居民试图抢超市,跟白卫兵打起来了。似乎没抢成,继续挨饿。 pic.twitter.com/1RHG3tw1Vw
— 方舟子 (@fangshimin) April 10, 2022
¿Cuánto podrá aguantar la ciudad? Sobre todo porque el fin, en ciudades como Shanghai está aún muy lejano. El mismo día que se veían los primeros saqueos en la ciudad, Jilin (en el noroeste del país) anunciaba que había conseguido acabar con el brote que la afectaba tras 33 días de confinamiento estricto. Es decir, tres semanas más de las que lleva ya la ciudad de Shanghai en él.
China es uno de los países más seguros del mundo. Los robos son muy poco frecuentes. Por eso, estos saqueos en Shanghái demuestran la desesperación de quienes están confinados en la capital económica del país, a la que se le están descosiendo las costuras.pic.twitter.com/Mwxh1cKeCa
— Zigor Aldama 齐戈 (@zigoraldama) April 10, 2022
Como señalábamos hace unos días, la sensación de desastre generalizado que se está extendiendo en torno al confinamiento de Shanghai puede tener consecuencias a medio y largo plazo. No solo porque pone en evidencia las limitaciones del aparato científico, sanitario y logístico chino en una de sus joyas de la corona; sino porque el Congreso del Partido Comunista de China se celebrará el próximo noviembre y si la situación se descontrola aún más el, hasta ahora, casi intocable presidente Xi Jinping tendrá que tomar decisiones urgentes y (en muchos sentidos) excepcionales.
Imagen | AP
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