Cuando a principios del año pasado la economía se paró en seco por culpa de la epidemia los organismos internacionales se apresuraron a lanzar un pronóstico hasta cierto punto balsámico. Puede que el porcentaje de parados se hubiera disparado y que el índice de producción industrial se hubiera hundido de un día para otro, pero no estábamos ante otra Gran Recesión. Las causas de aquel cataclismo eran estructurales; estas, coyunturales. La economía se recuperaría tan rápido como se había desplomado.
A este relato siempre le acompañaba una diapositiva donde se mostraba un gráfico con forma de V. Primero hacia abajo; luego hacia arriba.
Hoy las palabras emitidas por gobiernos, FMI o Unión Europea se han probado más certeras que las emitidas por las mismas instituciones hace doce años. Es cierto que la economía está recuperando el pulso lentamente. La campaña de vacunación en los países más adelantados ha permitido reactivar el consumo, pilar de la economía occidental, y las actividades de ocio. El listado de parados se está reduciendo. El PIB está volviendo a crecer, o al menos ha dejado de hundirse en un pozo sin fondo. La pandemia se está acabando, también a nivel económico.
Lo que ninguno de aquellos organismos adelantaron fue el repentino encarecimiento de la vida ordinaria. Lo vimos ayer a cuenta de la vivienda. Aquella "V" que prometía un futuro más halagüeño en tiempos oscuros ha afectado también al precio de la casas (en caída en marzo del año pasado, más caro que nunca en la mayor parte del mundo en junio de este). Este proceso se ha trasladado a toda clase de productos y materiales, productos y materiales sobre los que se construye el mundo contemporáneo y cuya escasa disponibilidad y altísima demanda ha elevado por encima de su media histórica de precios.
Este gráfico de Visual Capitalist es ilustrativo al respecto. El precio a futuros de diez de las materias primas más utilizadas en todo el mundo se ha disparado. El caso más extremo es el de la madera. En enero de 2020, la tabla de 300 metros, el estándar de la industria, cotizaba a 330€. En mayo de 2021 está por encima de los 1.300€. Un crecimiento disparatado del 304%. Los motivos son variados y los exploramos en su día en este artículo: la recuperación del mercado de la vivienda en Estados Unidos, muy dependiente de la madera, ha disparado su demanda. Hasta el punto de superar a la oferta. En el camino, los precios se han disparado.
Se puede ver completo y a máxima resolución aquí.
La industria maderera llevaba algunos años de capa caída, ajustando su escala operativa a un mercado cada vez menos boyante. En Estados Unidos el número de trabajadores en los aserradores ha caído un 30%. Ahora y en un repentino repunte de la demanda no hay suficientes trabajadores. Los principales actores de la industria tampoco tienen interés en invertir en nuevos aserraderos que, una vez pase la fiebre puntual, o al menos así lo ven ellos, les dejará un agujero en sus cuentas. El resultado de todo esto es un precio disparado y, en el camino, otro vector de encarecimiento para el mercado de la vivienda, de por sí al alza.
El estrés sometido al sector maderero (parada abrupta del negocio, incremento de la demanda drástico) se repite en otras materias primas. El precio de la mena de hierro, uno de los minerales más demandados en todo el mundo para todo tipo de industrias, ha crecido un 114%, superando los 160€ por tonelada (cuando a principios del año pasado estaba en los 75€). El aceite de soja se ha disparado un 85%, al igual que el maíz; la hojalata, un 80%; el cobre, un 65%; el paladio, hasta hace muy poquito la materia prima más cara, un 54%; y la plata un 53%. Allá donde miremos los materiales y minerales que mueven el mundo se han encarecido.
Al ciclo natural y aceleradísimo de la oferta y la demanda en este último año debemos sumar otros problemas. El principal es el logístico. Las cadenas de suministro mundiales tuvieron que desescalar cuando la economía paró a causa de la pandemia. Dado que no han tenido tiempo de ponerse al día una vez se ha reactivado, falta de todo, desde microchips hasta contenedores para transportar los bienes de consumo que se producen en los cuatro rincones del mundo. Encontrar un barco que lleve tu mercancía es hoy una tarea casi imposible, y obliga a inversiones monetarias mucho más elevadas que hace un año.
Hay una escasez brutal. Y esto repercute en el precio a pie de calle.
¿Cuánto durará el periodo alcista? Es difícil de decir. Muchos sectores aún no se han recuperado con normalidad porque el mundo aún no ha vuelto a la normalidad. Algunos analistas creen que los precios altos podrían haber llegado para quedarse, y que afrontaríamos un nuevo "superciclo" en el precio de las materias primas. Si es así, sólo el tiempo lo dirá. De momento nos queda mirar los gráficos con inquietud.