El apellido Hitler es uno que ha quedado, irremediablemente, ligado de manera indeleble a la historia de la humanidad. Debido a motivos que no hace falta explicar, en cualquier lugar del mundo es algo tabú. De hecho, en Alemania está prohibido el nombre Adolf Hitler. Sin embargo, en Estados Unidos hay un pequeño pueblo en el que tenemos el Parque Hitler, el Cementerio Hitler y varias calles y carreteras Hitler.
El pueblo se llama Circleville, está en Ohio y si terminas por casualidad en él sin conocer esta historia, muy probablemente te preguntes si la teoría de que Hitler escapó era, finalmente, cierta. Pero no, la explicación es mucho más sencilla que todo eso y, a su vez, tiene un toque hilarante e irónico que es absolutamente delicioso.
¿El motivo? Entre los Hitler célebres existe un George Washington Hitler y un Dr. Gay Ludwig Hitler. Y, además, a los locales les da exactamente igual el nombre.
Ohio y la orgullosa colonización de los Hitler
Aunque podríamos pensar que Hitler es un apellido condenado y, por tanto, en desuso, hay personas que se siguen llamando así. Está el caso de Adolf Hitler Thomas Patatas o el de Adolf Hitler Uunona, un político de Namibia muy involucrado en la lucha contra el Apartheid. Debido al personaje, el árbol genealógico de Adolf Hitler se ha estudiado en profundidad, y algo interesante es que sus abuelos tenían el apellido Hiedler.
De hecho, antes del nacimiento de Adolf, su familia utilizaba variaciones del mismo como Hütler, Hytler o Hittler, pero Alois Schicklgruber, padre de Adolf, cambió su apellido en 1877 a 'Hitler'. Y ese es el que adoptó su hijo.
Pero antes de que el padre de Hitler adoptara ese apellido, en Estados Unidos se estaba cocinando otra historia. El Circleville Herald, el periódico local de este pueblo del condado de Pickaway en Ohio, contó hace unos años que, el 15 de mayo de 1763, nació en Maryland un tal George Hitler. En aquellos tiempos, el apellido no tenía, evidentemente, ninguna connotación.
Se casó con Susannah Gay y, con sus cuatro hijos, llegaron al condado de Pickaway en 1799. Allí tuvieron otros siete hijos y la numerosa familia se puso manos a la obra para aportar su granito de arena a la ciudad. Se enriquecieron con la producción y exportación de harina a otros estados y la estirpe continuó, pero ahora como una familia adinerada.
Como indica el Circleville Herald, en los años posteriores, los Hitler de Ohio destinaron importantísimas sumas de dinero a iniciativas locales. Nelson Hitler, nacido en 1833, tenía dinero de sobra y se dedicó a mejorar el municipio:
- 5.000 dólares para una biblioteca escolar en Pickaway.
- 12.000 dólares para construir una capilla en el cementerio Hitler Ludwig.
- 3.000 dólares para asegurarse el cuidado perpetuo del cementerio.
Nelson fue un hombre altruista y el resto de sus posibles se destinaron a la Junta de Educación del Municipio de Pickaway. ¿El objetivo? Poder mantener la biblioteca e invertirlo en la compra de libros. El periódico aseguró en 2011 que la escuela aún se beneficia de esta donación. Pero Nelson Hitler no fue el único generoso de la familia, ya que otros miembros se dedicaron a construir casas cuando Pickway estaba floreciendo y Martha Hitler reservó 26 acres de tierra que, actualmente, es el Parque Martha Hitler, en Washington (la Washington de Ohio, no Washington D.C. ni el estado de Washington).
Hablando de Washington, hubo un George Washington Hitler, una feliz coincidencia que mezcla el nombre del primer presidente de los Estados Unidos con el apellido de Adolf, y su hijo se llamó Gay Ludwig Hitler. Doctor Gay Hitler, en realidad, ya que ejerció como dentista durante 24 años en el municipio, hasta 1946.
Después de la guerra…
Pero claro, por muy buena que fuera la familia Hitler, Adolf cambió la percepción sobre el apellido para siempre. En una historia publicada hace casi 20 años, los descendientes de los Hitler cuentan cómo viven el día a día cargando con el infame apellido. Los herederos afirman que no les molesta que la gente pregunta, ya que entienden que es un motivo de fascinación, pero no todos los casos han sido amables.
Un ejemplo es el de George Hitler Jr. Su padre se mudó de Circleville (donde todo el mundo conocía la historia de sobra) a Akron. Allí se convirtió en ejecutivo de los neumáticos Firestone y, evidentemente, fuera de su círculo eso de que alguien se apellidara Hitler… no estaba tan bien visto. George contó que, en un momento dado, el presidente de la empresa pidió a su padre que se cambiara el nombre, pero se negó.
Hitler Junior también comenta que su familia recibió muchas presiones durante la guerra, tanto que tuvieron que cambiar de número de teléfono debido al acoso. También hay anécdotas curiosas en Circleville, como la de quienes viven o trabajan en una calle con el nombre Hitler. Cuando deben dar la dirección, uno de los vecinos comentó al diario que siempre espera una pausa y la gente suele preguntar algo como "¿Calle Bitler?", a lo que responden con algo del estilo de "no, con H, como Adolf".
Lo cierto es que debe ser curiosa la cara de quien no conoce la historia y recibe esa respuesta. Y sí, hay vecinos que desearían poder cambiar el nombre de las calles, pero también otros como Jay White, que combatió en la Segunda Guerra Mundial y comentó que no le gustaría que cambiaran el nombre de Hitler, ya que es una calle "única".
De la manera que sea, dentro de Circleville, si algo suscita el apellido Hitler es fascinación debido a las obras que la familia emprendió y a las mejoras que experimentó el pueblo. Y, tal y como el Herald escribió en su día, la familia se asentó mucho antes de que naciera Adolf Hitler y eran ciudadanos buenos y honrados.
Y, de hecho, hay un documental llamado 'Meet the Hitlers' que explora, precisamente, cómo el estigma del apellido ha condicionado las vidas de quienes lo comparten en la actualidad.
Imágenes | Google Maps y Street View
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