Hace cuatro años, el Consejo Noruego del Consumidor organizó una singular maratón literaria en el Círculo de Bellas Artes de Oslo. Imprimió los términos y condiciones de uso de las treinta aplicaciones más populares entre los noruegos, Instagram, WhatsApp, Tinder, Snapchat, Twitter, Facebook, Netflix, Spotify o Candy Crush entre otras muchas, e invitó a un grupo de voluntarias a leerlas con todo lujo de detalles.
El experimento se prolongó durante 31 horas y 49 minutos. En el mismo periodo de tiempo un lector cualquiera podría haber surcado las seiscientas páginas atormentadas de Moby Dick, el mesiánico relato de Herman Melville sobre la caza de una ballena blanca en los confines del Pacífico; o podría haber repasado la totalidad del Nuevo Testamento, con sus cuatro evangelios incluidos. Horas y horas tiradas a la basura.
La anécdota noruega ilustra hasta qué punto los términos y condiciones de uso redactados por los equipos legales de las aplicaciones que utilizamos diariamente están pensados para no ser leídos jamás. Una jerga farragosa e inextricable a la que no prestamos la menor atención. Aceptamos por defecto cualquier cosa que incluya los "términos" de una app antes de descargarla, así condense las páginas del Mein Kampf.
Es un fenómeno del que brotan numerosos problemas, muchos de ellos relacionados con nuestra laxitud a la hora de ceder datos privados. Sucede con los términos y condiciones de uso pero también con los permisos a terceros que, durante años, millones de usuarios entregaron a Facebook y otras herramientas y aplicaciones. Datos que más tarde sirvieron a un gigantesco y exitoso ejercicio de ingeniería electoral.
Pese a que para el común de los mortales la mayor parte de textos presentados por las aplicaciones son idénticos, lo cierto es que su longitud varía (no pudiendo decir nada sobre su contenido por motivos que todos los lectores comprenderán). Visual Capitalist ha recopilado los tiempos de lectura que necesitaríamos para acabar con los términos y condiciones de uso de las principales aplicaciones del mundo y las ha recabado en un imponente gráfico. El resultado es este.
Se puede ver a máxima resolución aquí.
El premio gordo se lo lleva Microsoft. Sus más de 15.000 palabras nos obligarían a invertir alrededor de una hora de nuestra vida, una hora previsiblemente tirada a la basura. Es más o menos el tiempo que tardaríamos en leer Macbeth, por redundar en la futilidad del ejercicio. No tiene rival. La siguiente compañía más dicharachera es Spotify, pero sus 8.600 palabras nos llevaría unos 36 minutos de tediosa existencia.
En el otro lado de la balanza se encuentran Instagram y Netflix. Si tienes entre 9 o 10 minutos podrías acabar con sus textos con relativa prontitud. Cuestión distinta es que siquiera uno de sus usuarios lo haya hecho alguna vez en su vida. YouTube y Amazon apenas nos quitarían un cuarto de hora. Tiempo que podríamos invertir en su lugar en leer la primera constitución moderna de la historia, la de Estados Unidos.
En cualquier caso, incluso cinco minutos de escueta lectura resultarían insoportablemente largos en el tiempo acelerado que nos ha tocado vivir. La mayor parte de nosotros no está demasiado preocupado por los términos y condiciones de uso. Y si de alguno brotara un repentino interés, la longitud de todos ellos nos quitaría la idea de la cabeza de inmediato.