En el fondo creo que un hombre hecho y derecho no debería dedicarse a esto de ser actor. Pues no. Seguramente al autor de esta máxima le habría gustado mucho más dedicarse a la que fue su pasión: conducir. Sí, a Steve McQueen le gustaba conducir. También le gustaron, y mucho, las mujeres. Tanto como para birlarle a Ali McGraw a Bob Evans, uno de los hombres más poderosos de Hollywood en los primeros años 70 sin pensar si ese idilio tendría consecuencias.
El amor te vuelve loco, aunque seas una estrella de cine. Pero las curvas que de verdad le volvían loco eran las que tomaba sobre ruedas, fueran dos o cuatro. Y de todo eso vamos a hablar un poco: de velocidad, chicas, talento y savoir-faire. Por algo Steve McQueen es el rey indiscutible del cool. Pero ya sabéis: todo rey tiene un yerno escondido.
McQueen era tan cool que pasó de Dos hombres y un destino porque los productores no quisieron poner su nombre antes que el de Paul Newman. Aunque hay malpensados que apuntan a otro tipo de celos. McQueen y Newman, antes de ser estrellas, coincidieron en Marcado por el odio, un biopic del boxeador Rocky Graziano dirigido por Robert Wise. McQueen no aparece ni acreditado. Los dos tenían un algo que les hacía diferentes, pasaron por el Actor’s Studio, les apasionaba la velocidad, fueron amantes de James Dean… No sigo, no sea que Joanne Woodward lea Magnet.
Volvamos al McQueen rey del cool. De hecho, era tan y tan cool que la lista de proyectos a los que dio calabazas es para temblar: Desayuno con diamantes, Encuentros en la tercera fase, Apocalypse Now o Harry el Sucio. Tan guay que los Prefab Sprout bautizaron su segundo trabajo con su nombre como homenaje (escúchalo aquí aunque, servidor, prefiere su tercer LP, From Langley Park to Memphis, con un temazo –Cars and Girls– que también puede escucharse como tributo a McQueen).
McQueen era tan chulo que, en pleno verano del amor, en el Hollywood en el que se protestaba contra Vietnam y todo lo que oliese a derechas, él era un republicano convencido. Eso sí, era un tío legal, tanto como para que, conservador y todo, Richard Nixon lo incluyera en su lista de enemigos potenciales.
Era tan magnífico que su faceta pública ensombrece una vida privada llena de clarobscuros: hijo de una prostituta, criado en reformatorios, politoxicómano, mujeriego violento, gigoló para ellas y ellos… Pero eso poca gente lo recuerda. A McQueen se lo idolatró de tal manera que, veinte años después de su fallecimiento, Ford no dudó en resucitarlo para que protagonizara un par de spots y ayudara a vender un nuevo modelo, el Puma.
Y eso sí es un sacrilegio porque las cosas claras, el chocolate espeso, las motos Triumph y los Ford, Mustang. Ese era el modelo, un GT-390 de color verde oscuro, que McQueen se empeñó en conducir él mismo en uno de los títulos clave de su carrera, Bullit. Aunque, en honor a la verdad, la mayoría de tomas las rodó el especialista Bud Ekins, el mismo que le dobló en las escenas de moto de La Gran Evasión.
Fuera como fuere, el resultado es una de las mejores secuencias de persecución de la historia del cine. Dos Mustangs, 6.400cm3, 320 caballos, otro par de Dodge Chargers y tres semanas de rodaje que cortó casi toda la ciudad de San Francisco a finales de abril de 1968. ¿Casi? Sí. Hubo un sitio en el que no pudieron rodar: el Golden Gate. No les concedieron el permiso. Pero ese debe ser el único enclave turístico –ojo a la única curva de la serpenteante Lombard Street– por el que no se persiguen en los 9 minutos y 29 segundos que dura la secuencia.
Déjate de rollos y Cut to the chase. Por eso voy al grano: chicas. La chica. En este caso, una joven Jacquelinne Bisset. 24 años tenía entonces la británica… Y pese a que McQueen estaba casado –de su primera esposa, la actriz Neile Adams–, como reza el tópico las chispas saltaron. Eran pareja en la frente a la cámara y pronto lo fueron fuera del set.
No se entendían… pero eso era culpa del slang de McQueen, muy cerrado para una chica de Surrey. Lo que primó fue que según Bisset, Steve era un hombre muy, muy atractivo. Pues ella no se quedaba corta. Fuera como fuere, McQueen solo se divorció de Neile para casarse con Ali McGraw y Bisset ha evitado siempre ese tipo de compromisos.
Y un par de últimas anécdotas para el post de hoy sobre Bullit. ¿Queréis saber cómo averiguar si el que conduce es Steve o su doble? Volved a visionar la escena de la persecución y fijaos en el retrovisor: si está orientado hacia abajo, es Bud Evins. Si lo está hacia arriba, veréis el reflejo de Steve conduciendo. La última: ¿Queréis saber qué paso con los dos Mustang que se utilizaron en el rodaje? Uno quedó tan destrozado que tuvieron que desguazarlo. El otro lo compró un empleado del estudio, la Warner Bros., una vez terminó el rodaje y la posproducción y acabó en New Jersey.
Cuando Steve McQueen intentó comprarlo, su propietario rechazó la oferta. Es más: ha rechazado todas las ofertas que le han hecho. No está en venta. Y ahí reposa, en un garaje. Parado. Sin que nadie lo haya hecho rugir en quién sabe cuántos años.