En los últimos años estamos viendo un auge de las dietas basadas en los vegetales como los vegetarianos o los veganos, quienes atienden además al origen de los alimentos (cuidando que no sea animal). En este sentido hay de hecho múltiples variantes (como los crudiveganos) que surgen tanto por los aportes nutricionales de estos alimentos como por un rechazo a comer carne por diversos motivos psicológicos, sociales o incluso científicos. Pero es la ciencia la que esta vez nos dice que la carne fue clave para que nosotros, los humanos, seamos justamente eso.
Eso han concluido Katherine Zink y Daniel Lieberman de la Universidad de Harvard. Dos biólogos especializados en el estudio de la evolución que han realizado un estudio con el fin de probar si la alimentación estrictamente a base de tubérculos (root food) hubiese sido suficiente para que se diese la misma. Un trabajo que nos llega por Time y que reafirma la idea de que la carne fue necesaria en nuestro proceso evolutivo para llegar a ser como somos a varios niveles.
Las proteínas de Darwin
Lo que hicieron estos científicos fue someter a dos grupos de sujetos a una alimentación distinta y comprobar cómo varía su masticación a nivel muscular según el alimento. Concretamente, se sometió a 24 personas a tres tipos de dietas basadas en tubérculos (zanahorias, remolacha y boniato) y una en carne (de cabra), viendo cuánta energía requerían los músculos de la mandíbula y la cabeza a la hora de triturar cada alimento (en distintas preparaciones).
El alimento que menos energía requería para masticar y engullir era la carne en lonchas
Se vio pues es que el alimento que menos energía requería para masticar y engullir era la carne procesada (lonchas), entre un 39% y un 46% menos de esfuerzo que los tubérculos procesados (puré), de modo que las partículas al tragar eran más pequeñas y, por tanto más digestibles (cuanto menos tamaño, menos trabajo a nuestro aparato digestivo). ¿En qué traducen esto? En un ahorro en masticación que conlleva otro energético.
Según los científicos, una dieta constituida por un tercio de proteína animal y dos basados en tubérculos nos habría alrededor de dos millones de movimientos de masticación por año (un 13% menos de esfuerzo), lo que habría supuesto menor tiempo y esfuerzo para la asimilación de la comida. Algo que directamente relacionan con el desarrollo cerebral, un órgano de evidente alto requerimiento energético (a nivel de proteínas y glúcidos) que saldría beneficiado de este aporte de calorías extra de la alimentación con carne con respecto a los vegetales.
Hay, por tanto, dos niveles de aportación de la carne con respecto a la fisionomía y fisiología de nuestra especie según este trabajo: el ahorro energético con mayor aporte y la importancia del desarrollo de las estructuras que influyen en la masticación. Dejando a un lado los alimentos procesados, el hecho de comer carne para sobrevivir exige unos músculos mandibulares fuertes así como una dentadura adecuada.
Sean cuales sean los procesos de la selección que favoreciesen estos cambios, no habrían sido posible sin el incremento de consumo de carne sumado a la tecnología de procesado de alimentos.
Algo que puede haber sido determinante en la termorregulación y el desarrollo de los órganos del habla, además del desarrollo cerebral debido al mayor aporte energético. Una idea respaldada ya por otros estudios previos que relacionan el desarrollo del habla con el mandibular, y que se opone al estudio del que se hacían eco en 2004 en Nature, que hablaba de una mutación genética que podría haber hecho disminuir los músculos mandibulares y ayudado a desarrollar el habla.
Un destino distino
Lo interesante de todo esto más allá de la gestión energética de un tipo de alimento u otro en la actualidad es el hecho de que la introducción de carne en nuestra dieta supusiese un giro evolutivo importante. El incremento de la presencia de la carne en la dieta del ser humano (o, mejor dicho, de los homínidos) se ubica hace unos 2,6 millones de años, durante la existencia de las primeras especies del género Homo (el nuestro). Una alimentación que de hecho se ha tomado como referencia en los últimos años con corrientes como la paleodieta, la cual ya desgranamos aquí hace unos meses.
La diferenciación de la estructura mandibular entre primates y homínidos habría sido determinante para llegar al Homo sapiens actual
De este modo, la diferenciación de la estructura mandibular entre primates y homínidos habría sido determinante para que éstos últimos hubiesen llegado al Homo sapiens de la actualidad, con el énfasis de que el desarrollo de las estructuras facial y bucal habría jugado no en contra si no a favor de que tanto la anatomía como el cerebro encaminasen su desarrollo en pro del habla. Lo que al menos deja ver este trabajo es que la evolución se habría producido más lentamente de no tener el aporte de la carne en la dieta, y que probablemente tanto nuestro aparato digestivo como el locomotor (al menos a nivel craneal) serían diferentes.
¿Y qué hacemos con la OMS?
Como introducíamos al principio, en la actualidad la carne (especialmente la roja y los procesados) están en el punto de mira de muchos colectivos por la cara B de su ingesta, en relación a la asociación de su consumo don el desarrollo de cáncer. Algo que determinó la OMS el pasado mes de octubre, si bien el nivel de correlación es distingo para un caso y otro, y en el caso de la carne roja la evidencia de la asociación es limitada (en el caso de los procesados es suficiente).
De hecho, esto no significa que para el ser humano actual una alimentación basada exclusivamente en alimentos vegetales sea per se insuficiente, sino que la alimentación basada (al menos en parte) en la carne fue clave para llegar a ser como somos en la actualidad y a ese ritmo. Así, esto tumbaría las teorías que han apuntado a que el ser humano está diseñado para no comer carne, y de hecho tiene precedentes porque ya hace tiempo que se postula en contra de esa teoría, por ejemplo, en cuanto al aporte de vitamina B12.
¿Cómo seríamos de haber sido herbívoros en la actualidad? ¿Más o menos inteligentes? De esto nos quedaremos siempre con la duda, pero lo que parece claro es que, además de lo que pueda verse por su consumo a posteriori, tras millones de años incluyendo la carne en nuestra dieta le debemos parte de nuestra esencia tanto física como intelectual.
Vía | Time
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