La pandemia ha afectado a numeras facetas de nuestra vida, incluido el de la cosmética. Confinamientos, teletrabajo, disminución de las interacciones sociales, obligatoriedad de la mascarilla… Las ventas de tiendas de productos de belleza cayeron un 26% en el año 2020, con una compensación únicamente parcial por la vía de los canales digitales.
Además, la crisis ha provocado un aumento de las expectativas de los consumidores, que están optando cada día más por consumir menos y consumir mejor. Este deseo es transgeneracional, pero está particularmente acentuado entre los menores de 25 años, que desean cosméticos con compuestos más simples y eficaces, ingredientes naturales y bio y envases con impacto medioambiental limitado.
Entre las tendencias preexistentes que explotaron tras la situación sanitaria, el “do it yourself” (hazlo tú mismo) se ha convertido en una de las más importantes: una encuesta de 2020 reveló que el 33% de las mujeres encuestadas se había fabricado cosméticos en casa y un 10% de ellas lo hace de forma habitual. En Internet y en las revistas femeninas, consejos y recetas proliferan y se alaban por ser caseras, rutinas de belleza "a medida", naturales, seguras, económicas y divertidas.
Por supuesto, las cosas no son tan sencillo. Aunque no es nuestro objetivo obstaculizar tu búsqueda de bienestar y placer en tiempos difíciles, creemos que es importante poner algunos puntos sobre las íes en este tema de la "cosmética casera". Hagamos balance de algunas afirmaciones comúnmente escuchadas:
Hacerte los cosméticos tú mismo permite la elección y personalización de la composición
Sí y no. Hacer un producto cosmético es ante todo química y formulación. Y hay algunas reglas fijas que hay que cumplir.
Se puede elegir el primar los ingredientes bío, utilizar para un champú un tensioactivo menos irritante que otro que espumaría mejor o añadir a un perfume un ingrediente que nos devuelva a la infancia o nos relaje… Pero la química tiene sus límites: no se puede fabricar una crema sin añadirle al menos un tensioactivo (indispensable para mantener unidas las partes grasas del compuesto con la acuosa) o mantener con vida por más de un puñado de horas a un cosmético que contenga agua sin añadirle algún conservante adecuado.
Además, todas las sustancias disponibles no son triviales: las regulaciones de la industria cosmética incluyen un listado de más de 1.300 sustancias prohibidas, así como otros 250 que están supeditados a restricciones de uso. Existe también un lista de colorantes y conservantes de uso restringido y una lista concreta de filtros solares autorizados.
Antes de lanzarte a tu misión deberás documentarte. Es algo que no hicieron dos sujetos que quemaron un 40 y un 75% de su superficie corporal tras fabricarse un bronceador hecho de hojas de higuera. Cometieron un grave error: la savia de este árbol contiene furocumarinos, un tipo de moléculas con efectos fotosensibilizantes, cuyo contenido debe limitarse en productos solares y bronceadores.
Citamos igualmente el caso de esta mujer que se envenenó con su propio dentífrico, confeccionado a partir de Datura, una planta que contiene alcaloides fuertes como atropina, escopolamina e hiosciamina, que actúan sobre el sistema nervioso y que están por eso mismo prohibidos. Unas mujeres brasileñas usaron remedios caseros para alisarse el pelo que contenían una proporción de formaldehídos más altas que las permitidas por las autoridades brasileñas o americanas.
El formaldehído se encuentra en la categoría de “sustancias cancerígenas, mutagénicas o reprotóxicas” (CMR), prohibidos en los cosméticos salvo casos excepcionales siempre que no existan sustancias sustitutivas adecuadas y después de solicitarse su uso particular para la elaboración de un producto, con una exposición determinada, y después de que la sustancia haya sido evaluada y ratificada como segura por el Comité Científico Europeo para la Seguridad del Consumidor. El formaldehído es uno de estos casos excepcionales: solo está autorizado en Europa en determinados cosméticos orales o en endurecedores de uñas, y con concentraciones máximas muy bajas.
Hacerte los cosméticos tú mismo es más eficaz y menos peligroso
No. Y por muchas razones.
La primera, que los particulares no cuentan con ingredientes de la misma calidad que los agentes de industria. Esto es aún más cierto si eliges proveedores de fuera de la Unión Europea. Un estudio reciente ha detectado metales tóxicos (arsénico, cadmio, plomo…) en cosméticos fabricados en Turquía. Este tipo de contaminantes está controlado en la industria cosmética. Además, por mucho que sean de máxima calidad, arcillas extraídas del suelo, que se usan mucho en casa, también pueden tener trazas naturales de metales pesados: su uso debería estar estrictamente limitado al uso externo.
Segunda razón: no cuentas con una educación científica suficiente para evitar los errores. Además, tu cocina o baño no es un laboratorio, y no cuentas con los equipos de protección adecuados y aceptables para este tipo de manipulaciones (bata, guantes, gafas, protector capilar, mascarilla…). Sin embargo, la fabricación de jabón por saponificación en frío, que requiere del uso de hidróxido de sodio o de potasio, es un clásico ejemplo de detonante de quemadoras químicas cutáneas o capilares, y puede causar la intoxicación infantil por ingesta accidental.
Por otro lado, tu equipo de medición (básculas, probetas) no son tan precisas como las de uso industrial. La sobredosis no mejorará la eficacia de tu fórmula, pero sí puede aumentar su toxicidad. Una dosis inferior puede tener igualmente efectos dramáticos. Los protectores solares caseros pueden hacer que te equivoques en el nivel de protección que te aporta.
Tercera razón: que sea “natural” no significa que esté carente de riesgos. Pueden dar fe de esto los internautas que utilizaron una famosa receta de mascarilla facial de canela de hace un par de años: esta especie constituida en la corteza de ciertos arbustos de la familia de las lauráceas puede provocar quemaduras y alergias cuando se aplica sobre la piel, sobre todo cuando es excesiva. Más dañinas a largo plazo son las pastas dentales caseras que son demasiado abrasivas, ya que favorecen la caries por carecer de flúor o por contener aceites esenciales que les den sabor.
El uso generalizado de cosméticos caseros es realmente problemático porque muchos de ellos contienen, entre otras cosas, sustancias alergénicas. Aunque la mayoría de consumidores sabe que no deben usarse en niños, mujeres embarazadas o personas con alergias, su uso regular a largo plazo puede ser un problema.
Pongamos como ejemplo el caso de este niño de 10 años, que se pasó dos años con problemas de eccemas (en la cara, en el cuero cabelludo y más tarde en la parte superior del cuerpo) antes de que se le diagnosticase una alergia al linalol (uno de los principales componentes de la lavanda y muy volátil). Su madre usaba aceites esenciales a diario, no solo en unos difusores electrónicos para aliviar el asma de su hermano, sino también en los cosméticos y detergentes del día a día. Al dejar de usarlo, los síntomas del niño mejoraron rápidamente.
Ponerse diariamente cosméticos que contienen productos considerados "seguros" por el hecho de que nos los encontremos en productos de uso frecuente (especialmente en los de cocina) también pueden desencadenar alergias cutáneas o alimentarias. Se ha detectado en el pasado este efecto en una mascarilla capilar a base de claras de huevo y en un cosmético facial a base de zumo de limón.
Hacerte tus propios cosméticos es más económico
No estés tan seguro de ello.
En primer lugar, hacer las cosas bien requiere invertir en equipo y materiales de protección adecuados, a lo que obviamente se suma el costo de las materias primas y los envases. Los proveedores de ingredientes para cosmética del hogar se han multiplicado en los últimos años (MyCosmetik, Senz Cosmetics, 3 Points 3, Joli'Essence...), siguiendo el camino del pionero Aromazone, que celebró sus 20 años en 2019 y cuya facturación aumenta a un ritmo anual de entre un 15 y un 20%.
Cabe señalar en este sentido que las materias primas rara vez se suministran en cantidades compatibles con el uso individual, por lo que deben almacenarse en buenas condiciones y sustituirse cuando lleguen a su fecha de caducidad. Por esto, como es difícil producir pequeñas cantidades de cosméticos (pesaje, manipulación, etc.), los DIYs tienden a conservar el producto terminado más tiempo del recomendable para “que no se estropee".
Con el paso del tiempo los cosméticos se degradan, y para evitar esto generalmente se les agregan conservantes. Algunos tienen una función antioxidante, que previene el deterioro de los elementos activos o la rancidez de los aceites, mientras que otros son antimicrobianos, imprescindibles para, entre otras cosas, frenar la proliferación de bacterias.
Este riesgo microbiano explica la ventaja de reducir al máximo los contaminantes: es necesario no solo demostrar una higiene impecable en la fabricación de cosméticos, sino también ser cuidadosos durante su uso y almacenamiento. Los cosméticos que contienen agua son obviamente los que entrañan más riesgos: en ausencia de un conservante antimicrobiano, no deben almacenarse bajo ningún concepto durante más de dos días en el frigorífico.
Finalmente, también deberíamos meter como coste extra la formación. Los talleres de preparación doméstica de cosméticos están floreciendo y no siempre son gratuitos. Como su actividad es similar a la de las empresas que fabrican cosméticos, las empresas que ofrecen este tipo de servicios deberían registrarse ante la Agencia Nacional para la Seguridad de los Medicamentos y Productos Sanitarios (ANSM). Sin embargo, las que lo hacen de forma puntual o efímera se escabullen.
Y es que, más allá del coste económico, también hay que invertir una parte importante de nuestro tiempo para la realización y el correcto etiquetado de los productos. Evidentemente está prohibido venderlos sin haberse declarado ante las autoridades competentes y haber cumplido con todas las obligaciones legales relacionadas. Personalmente, y aunque tengo formación farmacéutica y un trabajo como profesora en farmacia galénica, no fabrico mis propios productos. Me encanta hacer "recetas" casetas, pero creo que cocinar para mi familia es igual de divertido y mil veces menos peligroso.
Ahora bien: si pese a todo esto te has decidido a ponerte con ello, sé un consumidor informado, presta especial atención a la higiene, no descuides echar los conservantes necesarios y recuerda ser extra cuidadoso con los plazos de almacenamiento.
Fotos: Unsplash, Aromazone.
Autora: Marianne Parent, farmacéutica, docente-investigadora en farmacia galénica por la Universidad de Lorena.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.