Por qué decimos "echar un polvo" como sinónimo de acostarnos con alguien

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Aviso: una versión anterior de este artículo se publicó en 2016.

Da igual que hayan aparecido emoticonos con forma de berenjena o que se haya extendido a buena parte de la sociedad el auténtico significado del Netflix and Chill: los jóvenes de hoy mantienen la tradición verbal de los mayores, y las nuevas generaciones siguen usando sus mismos modismos para explicar los encuentros sexuales. En 2021 los chicos y chicas siguen echando polvos.

Pero como tantas otras expresiones, desconocemos su significado real,  centenario y ahora totalmente descontextualizado, imposible de deducir de su propia lingüística. ¿Un polvo? ¿Acaso se refiere eso a la expresión latina acerca de cómo venimos y vamos al polvo? ¿El eros y el tánatos aflorando desde nuestro subconsciente?

Eso mismo se preguntaba la curiosa ABCDaria que, en un texto que descubrió hace unos días se explicaba la teoría más extendida sobre el origen de la expresión “echar un polvo”. Miles de personas se han informado gracias a ella de cómo la aristocracia española de los siglos XVII y XIX han condicionado la forma en la que nos referimos a nuestros escarceos sexuales.

El piti del siglo XVIII no se echaba después del coito (sino que era la excusa)

Y sí, tal y como explica el texto encontrado por la tuitera, proviene del rape,  forma bajo la que se consumía el tabaco hace más de 200 años. Un tabaco  altamente triturado (y con aromas añadidos, para que su absorción fuese  más gustosa) que se esnifaba. La inhalación del tabaco provocaba un acto reflejo, estornudos violentos que buscaban la expulsión de la droga. Por ello, el consumo de rape era un acto muy poco elegante, poco recomendable de manifestar en público, especialmente en presencia de las damas.

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Antiguas cajitas tabaqueras (aquí dentro se conservaba el rapé)

Los varones nobles salían discretamente a “echar un polvo”,  pues así lo empezaron a llamar, durante unos minutos para luego volver a la sala. El equivalente actual a la pausa del cigarrillo en oficinas y bares. Y en ese lapso de tiempo que se convirtió en costumbre social se encontró una oportunidad. Unos instantes en los que los encuentros sexuales podían disimularse. O al menos al principio, ya que del uso vino el abuso y el desplazamiento semántico. “Echar un polvo” se convirtió ya en la figura lingüística del follar.

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Y así se manifestaba ya en escritos a finales del XIX, como en la obra de teatro de 40 páginas titulada como Don Juan Notorio: burdel en cinco actos y 2000 escándalos. Un tal Ambrosio el de la Carabina dejaba en 1874 por escrito y en varias ocasiones cómo el polvo era el sinónimo del coito.

Es por eso que la teoría que hemos definido, y que quedó escrita en 1906 en el Diccionario de argot español de Luis Besset, es la más extendida. En este diccionario encontramos cómo la definición de Cohabitar incluye en su interior la descripción “echar un flete, una vaina, un polvo”, y de ahí utilizarían definiciones similares otros diccionarios posteriores.

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Memento polvo

Aunque hay otras, como la hipótesis de Gabriel Laguna. Para este estudioso eso de "echar un polvo" remite a la fórmula litúrgica “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris” (Recuerda hombre, que eres polvo, y que al polvo regresarás), y es de ahí de donde se habría sacado el origen de la expresión, con la popularización de la frase “Polvo somos, del polvo venimos y en polvo nos convertiremos”. Que si venimos del polvo es del que "hicieron" nuestros padres y madres, vaya.

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Dos personas debatiendo sobre si salir a echar un polvo.

Hay decenas de modismos de los que no conocemos su origen, pero aquí te dejamos algunos de los más curiosos:

Montar un pollo: para empezar, es “poyo”, es decir, pódium en latín y podio en castellano. Tal vez lo has visto en las  películas, pero tenían una base real: en el siglo XIX había hombres que, en la vía pública, se subían a unas pequeñas escaleritas portátiles y pregonaban a viva voz sus ideas. Así, a montar un escándalo se lo vinculó con el hecho de “montar el poyo o tribuna” por parte de la persona que hablaba en público. Y por cierto, la RAE permite que uses “pollo” al describir esta acción.

Cagarse en la leche: esta es una abreviación de la expresión de “cagarse en la leche que te han dado”. Sí, la leche materna puede contener sustancias de malicia que los hijos han heredado.

Pelar la pava: esos jóvenes que cortejan a sus pretendientes encuentran su expresión predilecta en otro dúo de enamorados de siglos atrás. La sirvienta recibió instrucción por parte de su dueña de desplumar el pavo en la cocina, en una ventana enrejada, y a través de ella recibía los comentarios de su amado. Como se le empezó a hacer tarde, la señora la llamó, y esta respondió que aún no podía entrar, que estaba todavía “pelando la pava”.

Dormir la mona: ni una chica guapa descansando ni el abatimiento que sigue a haberse tomado media botella de Anís el mono. Es una expresión del siglo XVI que hace referencia a la costumbre que  había de dar vino a los monos para ver el efecto que les provocaba.

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