Pese a todo, los mayores han sido más felices y han resistido mejor psicológicamente a la pandemia

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El debate sobre una estrategia de salud mental en nuestro país lleva semanas sobre la mesa. A pesar de todos los desafíos que este año tan desastroso ha tenido para la sanidad, la época pandémica también ha puesto a prueba la ciencia psicológica y, en particular, una de sus verdades más consoladoras: que la edad y el bienestar emocional tienden a aumentar juntos, por regla general, mientras que la agudeza y la salud física disminuyen.

Pero esa brecha de felicidad siempre ha pedido una explicación clara. ¿Las personas desarrollan de alguna manera mejor resistencia psicológica a medida que envejecen? ¿O es que viven menos situaciones estresantes?

El estudio. El coronavirus se ha cobrado un peaje más alto en las personas mayores, especialmente en la mortandad. No obstante, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Stanford durante el último año muestra que la capacidad de afrontar la pandemia es también más alta en las personas mayores. El trabajo analiza las respuestas de 1.000 adultos entre 18 y 76 años relacionadas con sus emociones (iracundo, ansioso, relajado, etc) durante un lapso de tiempo determinado y en ciertas situaciones.

Los resultados. En base a las respuestas, los investigadores han llegado a una conclusión contraintuitiva: la vejez se asoció con menos preocupación por la amenaza del virus, mejor bienestar emocional y más eventos positivos diarios. El hallazgo en sí es sólido. En comparación con los adultos jóvenes, las personas de 50 años o más obtienen puntuaciones consistentemente más positivas, en una amplia variedad de emociones diarias, independientemente de los ingresos o la educación y pesar de que ambos grupos tenían los mismos niveles de estrés.

Según los investigadores, las personas mayores, especialmente aquellas con algunos recursos, tienen más capacidad que los adultos más jóvenes para suavizar los problemas diarios, sea pagando por un pedido, contratando ayuda, permaneciendo cómodamente confinados en casa y, lo que es más importante, haciéndolo sin niños pequeños bajo sus pies.

Futuro incierto. Incluso con esa distinción crucial el estudio refuerza la idea de que cuando las personas son jóvenes, sus objetivos y motivos se centran en adquirir habilidades y correr riesgos, quizás para prepararse para las oportunidades que les depare el futuro. Dedicar tus días a un trabajo de poca remuneración, tolerar jefes horribles y caseros que nunca se pondrán en tu lugar a la hora de subirte el alquiler refleja la carrera de obstáculos mentales de los jóvenes, que no es menos exigente por ser impredecible.

Después de la mediana edad, las personas se vuelven más conscientes de un horizonte temporal cada vez más estable y, conscientemente o no, comienzan a gravitar hacia las actividades diarias que son más placenteras que la automejora. Han llegado a aceptarse a sí mismos por lo que son, en lugar de lo que se supone que deben convertirse. Incluso aquellos que han perdido sus trabajos en este trágico año y enfrentan la perspectiva de volver a ingresar al mercado laboral, al menos conocen sus capacidades y qué trabajo es posible.

Precariedad laboral en época Covid. La pandemia ha barrido más de 600.000 empleos durante el año pandémico y cerró el 2020 con una tasa de paro del 16,1%. El mazazo más fuerte lo han encajado los trabajadores con un contrato temporal, en la mayoría jóvenes, excluidos en la gran mayoría de los casos del blindaje de los ERTE. En total, seis de cada 10 empleos perdidos vienen de un contrato eventual. España ha llegado a alcanzar picos del 55% de paro juvenil y aún hoy está por encima del 40%. Sus oportunidades laborales ya no pasan por puestos de larga duración en empresas estables, sino una elevadísima rotación laboral, fruto de la temporalidad y, para algunas cohortes demográficas, de la precariedad.

Brecha generacional. A todo esto se le suma una brecha generacional económica sin parangón que viene de lejos. Generación tras generación los hijos están teniendo más y más dificultades para igualar o superar las ganancias de sus progenitores. Las causas son muy variadas y las hemos debatido largamente en Magnet. Sabemos que los salarios, por ejemplo, se han estancado. Los trabajadores occidentales ganan más o menos lo mismo hoy que hace cuarenta años. Sabemos también que el acceso a la educación superior se ha convertido en la clave para aspirar a una buena carrera profesional y a ganancias abultadas.

Millennials y ansiedad. Se habla de que la generación millennial es también la generación de la ansiedad. Y esto se ha acentuado durante la pandemia. Los jóvenes de entre 18 y 24 años son el grupo de edad que presentó más síntomas relacionados con ansiedad (34,6%) y depresión (42,9%) durante el confinamiento, según un estudio de la UCM. Pero los expertos ya venían defendiendo que los nacidos después de 1981 son los humanos que reportan mayor índice de ansiedad de las últimas ocho décadas. Según algunos estudios epidemiológicos, se ha diagnosticado ansiedad a un 12% de los jóvenes, cifras que doblan el porcentaje de la generación de los baby boomers, sus padres, y que son también ligeramente superiores a las de la Gen X. Y los porcentajes van en alarmante aumento. No es algo a tomarse a broma, ya que ahí están también los mayores índices de intentos de suicidio.

Una pandemia contra los jóvenes. También cabe mencionar que se trata de una pandemia que comenzó acabando desproporcionadamente con los ancianos pero que también ha golpeado de manera contundente a los jóvenes. El discurso público y las restricciones, como el toque de queda, han ido encaminadas sobre todo a penalizar y limitar actividades de ocio asociadas a estos. También robándoles días escolares, graduaciones, deportes, primeros trabajos o cualquier vida social real, y avergonzándolos, a menudo públicamente, si intentaban tener una.

Ahora, en una economía en contracción y con la vacuna a la vuelta de la esquina, los mayores empiezan a pensar: "Quizás mi vida no está tan perturbada como la de mis hijos o nietos". Y ahí es donde nuestros esfuerzos por el bienestar mental deberían girar ahora.

Imagen: Emilio Morenatti / GTRES

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