Partes remotas de Siberia están en llamas. Son partes deshabitadas, pero deberíamos preocuparnos

Partes remotas de Siberia están en llamas. Son partes deshabitadas, pero deberíamos preocuparnos
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Seguro que alguna vez has visto imágenes de incendios forestales fuera de control que incluso llegan a afectar a personas de forma directa. Hace poco se podía ver en las noticias de Estados Unidos a 200 bomberos luchando para contener un incendio en California y en Mayo la evacuación de más de 50.000 personas en Fort McMurray, Canadá.

Sin embargo, en regiones demasiado alejadas de las cámaras de television, los satélites revelan grandes incendios forestales cubriendo de humo miles de kilómetros cuadrados ahora mismo en Siberia. Según estos datos, la situación parece un desastre ecológico a gran escala. ¿hasta qué punto deberíamos estar preocupados?

Incendios forestales: ¿necesarios para la regeneración natural?

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Los puntos rojos representan incendios en Siberia durante el 22 de julio con el humo extendiéndose a lo largo miles de kilómetros hacia el Este. NASA Worldview

Aunque muchas veces los incendios forestales son erróneamente percibidos como desastres que podían haber sido evitados, los incendios son parte natural y fundamental de muchos bosques, praderas y matorrales en el mundo. El fuego es parte de un ciclo de regeneración natural en algunos ecosistemas e intentar eliminarlo puede tener un impacto ecológico negativo como puede ser la pérdida de biodiversidad o hacer que los bosques puedan enfermar, haciendo que aumente el riesgo de que se produzcan incendios mayores y más catastróficos.

Aunque sean necesarios para muchos ecosistemas, los incendios forestales liberan grandes cantidades de carbono en la atmósfera, actualmente 1,6–2,8 gigatoneladas al año, lo que equivale a un tercio de la cantidad total de emisiones por combustibles fósiles. Las emisiones de CO2 a causa de incendios contribuyen a acelerar el calentamiento global, que a su vez provoca más incendios mientras que el hollín muchas veces acaba sobre el hielo de los polos haciendo que se derrita más rápido.

Pero eso es solamente una parte de la historia: aunque es cierto que los árboles en llamas liberan emisiones de carbono, éste vuelve a ser reabsorbido cuando el bosque se regeneran y el carbón vegetal resultante está “atrapado” en los suelos y sedimentos. De ahí que se pueda decir que los incendios forestales en las regiones donde los incendios son parte del ecosistema puedan ser considerados como “carbono neutral” o incluso puede que tengan un efecto positivo a largo plazo.

Esto significa que aquellos incendios forestales que se repiten de forma natural no tienen por qué ser necesariamente una amenaza para los ecosistemas o para el calentamiento global. Sin embargo, lo que es preocupante es lo que pasa cuando se producen en ecosistemas que no están bien adaptados a sufrir incendios como es el caso de los bosques tropicales o de las turberas (o en los casos donde los incendios produzcan cambios en el tamaño de los bosques o dañen de forma severa el paisaje).

Aunque el tamaño de la superficie media anual quemada por incendios apenas ha cambiado durante las últimas décadas, existen tendencias preocupantes en algunas regiones como en el caso de las llamaradas más grandes y temporadas de incendios de mayor duración en el oeste estadounidense como consecuencia de la gestión de los terrenos y del cambio climático.

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Los incendios de turba en Indonesia han liberado carbono que había estado bajo tierra durante milenios. Paul Hilton / EPA

¿Por qué nos debería preocupar el aumento de incendios en Siberia?

Teniendo en cuenta todos estos datos ¿Qué pasa con los incendios actuales en Siberia? ¿Son motivo de preocupación? ¿Qué hay de las preocupaciones de Greenpeace sobre la subestimación de los datos de la superficie quemada por parte del gobierno ruso?

Los datos de los satélites han demostrado desde hace tiempo que las estadísticas del gobierno ruso son grandes subestimaciones de la actividad real de los incendios y la superficie anual quemada en Asia boreal (predominantemente la zona de Siberia) es mucho más variable que en el resto de zonas de vegetación principales del mundo.

Si los incendios en las turberas alcanzan el subsuelo se puede producir una emisión del carbono que se ha acumulado durante milenios y hacer que las turberas pasen de ser sumideros de carbono a emisores de carbono.

De media se han quemado aproximadamente 5 millones de hectáreas cada año entre 2001 y 2012, si bien dentro de un margen de 15 millones en 2003 y menos de 3 millones en 2005. La superficie quemada durante este año en Siberia está dentro de este margen pero contando solamente hasta mediados de verano cuando aún no había terminado la temporada de incendios.

Al igual que en la parte boreal de Canadá, la temperatura en Siberia está subiendo más rápido que en muchas otras partes del mundo y se espera que continue su ascenso. El aumento de las temperaturas hace que la vegetación sea más seca y sirva de combustible en caso de fuego y se produzcan más rayos, algo que también aumenta el riesgo de incendios. Un clima más cálido también prolonga la temporada de incendios y todos estos factores hacen que se espere un aumento de incendios en esta región.

Lo que es realmente preocupante es que algunos de los incendios en Siberia y en otras regions boreales afectan a las turberas que ya están en proceso de deshielo gracias al calentamiento global: es un efecto dominó. Si los incendios en las turberas alcanzan el subsuelo se puede producir una emisión del carbono que se ha acumulado durante milenios y hacer que las turberas pasen de ser sumideros de carbono a emisores de carbono.

Así que a pesar de las discrepancias en los informes sobre los incendios de Siberia y el hecho de que los incendios sean parte natural de los bosques boreales, tenemos que contar con más incendios en el futuro y con sus respectivas emisiones de gases de efecto invernadero en las regiones boreales en medio del cambio climático.

The Conversation

Autores:

  • Stefan H. Doerr, Profesor de Geografía, Universidad de Swansea
  • Cristina Santin, Investigadora en el departamento de Geografía, Universidad de Swansea

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí

Fotos | istock

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