Ningún acontecimiento acelera tanto el ritmo de la Historia como una guerra. Cuestiones que un día parecieron inimaginables se adentran en el terreno de lo posible de la noche a la mañana. Lo hemos visto, por ejemplo, a cuenta de la reacción de la Unión Europea en materia de armamento y presupuesto militar. Y lo hemos visto en posiciones políticas que una vez fueron tabú y que hoy, en cuestión de meses, han dejado de serlo.
Hacia la OTAN. El caso más nítido lo protagonizan Suecia y Finlandia, países englobados dentro de ese marco abstracto al que bautizamos como "Occidente" e incluidos en un sinfín de instituciones y sinergias político-económicas junto al resto de países europeos. Sinergias que jamás han incluido a la OTAN. Ambos estados han mantenido una política histórica de no-alineamiento, pese a que en la práctica hayan formado parte de bloque occidental.
Un giro. Pero esta pertenencia ha sido más putativa que práctica. Es algo que podría cambiar en los próximos meses. Tanto Suecia como Finlandia han abierto un proceso deliberativo sobre su adhesión a la alianza. El tono es mucho más agitado en Finlandia, un país que comparte miles de kilómetros de frontera con Rusia y que apenas acumula 100 años como nación independiente... Del Imperio Ruso.
A finales de marzo, un 60% de los finlandeses se mostraba a favor de unirse a la OTAN. El gobierno ha recogido rápidamente el guante lanzado por la opinión pública. Se trata de un giro histórico: Finlandia siempre se había mostrado en contra de adherirse a la alianza. Las posiciones favorables han aumentado un 34% desde la invasión de Ucrania.
Argumentos. Las encuestas muestran un fenómeno similar en Suecia, si bien más comedido (en torno al 50% de apoyo). Sus desacuerdos políticos también son mayores. A principios de marzo, Magdalena Andersson, primera ministra del país, sugería que cualquier acercamiento a la OTAN "desestabilizaría" a toda la región. Durante las últimas semanas el discurso del Partido Socialdemócrata, al que pertenece Andersson, ha cambiado: "La invasión ha cambiado nuestra posición de seguridad".
La OTAN ya les ha abierto la puerta, por su parte. Si quisieran, Suecia y Finlandia podrían adherirse a la alianza este verano.
Proceso lento. Es un debate complejo, no obstante. Lo recordaba hace unos días el ministro de Defensa sueco, Peter Hultqvist: "Cambiar una doctrina en materia de defensa es una decisión muy importante que no puedes tomar de la noche a la mañana por unas encuestas". La política de no-alineamiento ha sido central a los intereses geoestratégicos de Suecia y Finlandia durante décadas. En parte por decisión propia. En parte, en especial para el caso finlandés, por imposición.
Finlandización. Su adhesión a la OTAN pondría fin a ocho décadas de "finlandización". Tras la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética impuso regímenes afines en territorios antaño pertenecientes a su imperio. No en Finlandia. Moscú, eso sí, puso una condición tácita para evitar cualquier tipo de escalada entre ambos bloques: Finlandia debía mantenerse neutral. La OTAN no podía establecer una base a 200 kilómetros de San Petersburgo. De lo contrario, las consecuencias serían imprevisibles.
Apertura. ¿Familiar? Es un argumento similar al blandido hoy por Rusia frente a Ucrania. Finlandia sacrificó soberanía a cambio de seguridad. Han sido numerosos los teóricos que durante los últimos años han planteado una posible "finlandización" para Ucrania. Tal fue el peso histórico de la doctrina que ni siquiera tras la caída del muro, cuando toda Europa del Este entró en la OTAN, Finlandia se planteó su adhesión. Para entonces la alianza ya había llegado a la frontera con Rusia (Estonia, Polonia).
Ansiedades. La invasión y los crímenes de guerra en Ucrania han cambiado para siempre el orden geopolítico. Nada de esto hubiera sucedido si Kiev hubiera pertenecido a la OTAN, se observa desde Finlandia. La retórica nacionalista, nostálgica e imperialista de Putin no contribuye a tranquilizar los ánimos de un país que sólo obtuvo su independencia tras una sangrienta Guerra Civil y que apenas cuenta ochenta años desde la última invasión de Rusia (la Guerra de Invierno de 1940).
¿Qué podría pasar si finalmente Suecia y Finlandia se unen a la OTAN? El escenario es incierto. Aunque Rusia ha sido clara en sus advertencias: habrá "consecuencias políticas y militares".