No es país para Vox: cómo Galicia se ha convertido en uno de los pocos rincones de España donde Vox no permea

El partido crece tímidamente en apoyos, pero sigue condenado a mantenerse fuera del Parlamento gallego

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Galicia se le resiste a Vox. No hubo grandes sorpresas en la noche electoral gallega porque las encuestas adelantaban ya un mal resultado para los de Santiago Abascal, pero ni siquiera esas previsiones han permitido a la formación de extrema derecha esquivar el titular que les deja el 18-F: El Parlamento de Galicia se mantiene como el único regional en el que Vox no logra arañar representación. Lo que sí ha conseguido en Cataluña, País Vasco o Andalucía se le resiste con fuerza en Santiago. "No podemos felicitarnos ni felicitar", reconocía ayer Abascal.

La gran pregunta es… ¿Por qué es Galicia la particular 'aldea irreductible' para las aspiraciones del partido conservador?

El dictamen de las urnas. Horas antes de que se cerraran los colegios electorales, Vox avanzaba ya que Santiago Abascal no acudiría a Galicia para secundar a su candidato regional, Álvaro Díaz-Mella, un anticipo de lo que estaba por venir. No se equivocó. El 18-F ha dejado un resultado tibio —o directamente marginal— para la formación de extrema derecha: con 32.500 votos se quedó con el 2,19% de los sufragios, lejos de la barrera necesaria para que uno de los suyos pueda sentarse en la cámara gallega.

La distancia es abismal con el PP de Alfonso Rueda, que ha logrado revalidar su mayoría absoluta con el 47,4% de las papeletas, o de las dos fuerzas que le siguieron en respaldo: el BNG, que ha conseguido expandir su base de apoyo con el 31,6% de los votos y 25 escaños, y un PSOE a la baja que se ha quedado con el 14%. Los resultados de Vox tampoco son particularmente buenos si se comparan con los de los últimos comicios gallegos, de 2020, cuando arañó el 2,05%, lo que lo dejó fuera también del Parlamento.

Comparando cifras. El balance del 18-F queda también lejos de la mejor marca cosechada por Vox en las urnas gallegas, el resultado cosechado durante las generales de noviembre de 2019. Entonces los de Abascal se hicieron con más de 116.000 votos, el 7,91%. La cifra caldeó los ánimos en el partido, pero no durante mucho tiempo. El 23-J se quedaron ya con 77.000, el 4,7%. Desde la dirección de Vox han preferido sin embargo aferrarse a la lectura positiva que deja el 18-F: aunque haya sido mínima y no les sirva para sentarse en el Parlamento de Galicia, han firmado un ligerísimo repunte de votos con respecto a 2020. Si entonces obtuvieron 26.797, el 2,05%; ahora se mueven en 32.493, el 2,19%.

¿Y qué dice Vox? El 18-F supone un varapalo para Vox, que desde que irrumpió a nivel nacional había logrado abrirse hueco en el arco parlamentario regional. Abascal no ha negado la evidencia y ayer por la noche asumía que el resultado no había sido bueno, aunque acompañaba esa valoración de una extensa nota a pie de página dirigida al PP. Para el líder conservador el resultado de las urnas "tampoco ha sido bueno para España" y lamenta el "avance inexorable del bloque separatista", tendencia de la que culpa a "la estafa política", muletilla con la que se ha estado dirigiendo al PP desde que trascendieron sus contactos con Junts.

Tampoco ha sentado bien en Vox que Democracia Ourensana (DO), el partido capitaneado por Gonzalo Pérez Jácome, haya podido colar con 15.300 votos un diputado en la cámara autonómica gracias a su estrategia electoral centrada en la provincia de Ourense. “Hay partidos que han tenido la mitad de votos de Vox y han entrado en el Parlamento”, lamentó Abascal, quien sí sacó pecho por superar a la suma de Sumar y Podemos, formación esta última que ha sufrido una auténtica debacle el 18-F, quedándose por detrás de Pacma.

El difícil ruedo gallego. Toca a Vox analizar ahora las razones de por qué se le resiste el ruedo gallego, aunque la instantánea que dejaron ayer las urnas aporta algunas claves. La principal, que en Galicia, cuna de Manuel Fraga, Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo, el PP sigue disfrutando de una fortaleza inexpugnable. Aunque en Génova temían que la pugna con Vox pudiese dispersar al electorado conservador y el PP llegó a pedir a los de Abascal que renunciasen al 18-F, la cita de ayer ha demostrado que los de Rueda siguen capitalizando el voto de derechas.

La formación de Núñez Feijóo ha perdido apoyos con respecto a 2020, bajando de 42 a 40 escaños, pero Vox no ha conseguido rentabilizarlo, ni arrastrar al votante popular, algo que sí ha logrado en otras comunidades e incluso le ha permitido convertirse en llave para la configuración de gobiernos regionales. Tampoco parece haber arrastrado a las 9.800 personasque en 2020 apoyaron a Ciudadanos (Cs) o bebido del electorado descontento del PSOE, que sí ha sufrido una pérdida considerable de apoyos en Galicia. Si en 2020 acaparó 14la nueva legislatura se quedará con nueve.

Un candidato desconocido. Otro de los hándicaps con los que ha lidiado Vox es su candidato regional, Álvaro Díaz-Mella (Vigo, 62 años), licenciado en Derecho, quien trabajó durante años en Telefónica y que ejerce además como presidente provincial del partido en Pontevedra. No han sido sus primeros comicios. Ya había intentado sin éxito optar a la alcaldía de Vigo y encabezó la lista por la provincia en las generales. Con todo, su huella pública era muy limitada de partida. Hace unos días El Debate publicó una encuesta sobre conocimiento y aceptación de los candidatos que lo situaba a la cola entre las grandes formaciones, por detrás de los aspirantes del PP, BNG, PSOE, Sumar y Podemos.

Quizás consciente de ese punto débil, Vox se dedicó a repartir carteles en los que Díaz-Mella compartía protagonismo con Santiago Abascal y el líder nacional ha acudido también en persona a Galicia en un intento por mejorar sus posibilidades el 18-F. Si algo han demostrado las urnas, desde luego, es que los gallegos han apostado por las caras conocidas: Rueda era ya vicepresidente y una de las figuras más visibles de la Xunta cuando la dirigía Feijóo y Ana Pontón se convirtió en líder del BNG en 2016.

Sin arraigo en las ciudades. Vox tampoco ha conseguido sacar músculo en las grandes ciudades gallegas. Sus resultados han sido tibios o directamente marginales entre el electorado urbano, donde tampoco han conseguido ganar excesiva fuerza desde 2020.

En Vigo recibieron apenas 3.458 votos frente a los 2.913 de los últimos comicios electorales, lo que los deja por detrás de Sumar. En A Coruña la imagen es similar: 3.063 sufragios, apenas 267 más que hace cuatro años. En Santiago, Ourense y Lugo no llegaron al millar de papeletas con pesos sobre el total de votos que no pasan, en ninguno de los tres casos, del 2%. Ni siquiera en Avión, el pequeño municipio ourensano en el que Vox logró un concejal, dejó un resultado especialmente positivo, con el 3,44% de los sufragios, por detrás también del PP, el BNG y el PSOE.

Cuestión de discurso. Vox tampoco parece haberle tomado aún el pulso a Galicia ni dado con un discurso que movilice a su electorado. Ni la implicación personal de Abascal, ni las menciones a la ley amnistía o las acusaciones sobre el “doble juego” de los populares le han servido para abrir una brecha en el electorado conservador o arrastrar votantes descontentos.

"¿Van a defender la unidad nacional renunciando a sentarse con Junts, PNV o BNG? ¿Van a apoyar la ilegalización de los partidos separatistas? ¿Van a proteger las fronteras y expulsar a los inmigrantes ilegales? ¿Van a ponerle coto al Estado de las Autonomías?", preguntaba Vox hace días desde su cuenta oficial de X sobre la futura actuación de “la derechita estafadora”. El 18-F ha demostrado que esa estrategia discursiva, con el foco centrado en debates estatales, no ha prendido entre los gallegos.

Imagen de portada: Vox

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