A Gary Dahl la inspiración le llegó sin asomo de épica. Su momento Eureka lo protagonizó a mediados de los años 70 en un bar de Los Gatos, una pequeña villa de California. Era de noche. Una noche de copas. Y Dahl escuchaba distraído cómo sus amigos se quejaban de la lata que les daban sus perros y gatos cuando soltó una ocurrencia: su mascota, aseguró Dahl, no requería ningún cuidado. ¿El motivo? No estaba recubierta de pelaje, ni plumas, ni escamas, y desde luego no necesitaba paseos, que le cambiasen el arenero o llenaran el comedero.
"Tengo una piedra como mascota", aclaró a sus confundidos colegas.
Quizás sonase a chifladura, o a chascarrillo de barra de bar, pero lo cierto es que la ocurrencia de Dahl era buena. Lo suficiente como para convertirlo en millonario y lanzar una idea que aún hoy triunfa entre los oficinistas estresados de Seúl.
Para explicarlo, mejor empezar por el final.
De estrés y piedras. Corea del Sur es uno de los países con el mayor promedio anual de tiempo trabajado. Sus 1.910 horas, con extensas semanas laborales de 52 horas, solo las superan cuatro países y lo sitúan muy por encima de naciones como Francia, Japón o España. En Statista recuerdan que 2022 se realizó una encuesta en el país sobre estrés laboral y el 62,2% de los entrevistados respondió que habían sentido ansiedad en su puesto durante las dos semanas anteriores. Es más, cuando se les pidió que ahondasen en el asunto el 12,7% reconoció sentir mucho estrés.
Así las cosas no sorprende que cuando salen de la oficina y llegan a casa tras una extensa y extenuante jornada de trabajo haya surcoreanos a los que les guste tener una mascota esperándoles. El problema es que a los perros hay que pasearlos. Y los gatos, canarios, iguanas, hámsteres, peces, cobayas y demás mascotas convencionales requieren también de cuidados importantes.
Así que… ¿Por qué no pasar de los animales de compañía tradicionales, los de pelaje, plumas o escamas, y adoptar una piedra? Exacto. Un bonito, pulido, pesado y sobre todo inanimado fragmento de roca que no requiera grandes atenciones.
Roca de mis amores. Lo anterior quizás resulte chocante, pero lo de adoptar una roca como mascota se ha hecho tan popular en Corea del Sur que The Wall Street Journal acaba de dedicar un amplio reportaje al fenómeno. Uno en el que habla con surcoreanos que han decidido compartir su tiempo y abrir su corazón a pequeños fragmentos de mineral pulido. Algunos con nombre. Algunos con cara.
Saben que se trata solo de eso, rocas inanimadas, pero aún así reconocen que tratarlas como mascotas les ayuda a lidiar con su día a día. "Si realmente piensas en tu roca como en una mascota, creo que hace las cosas un poco menos solitarias y más divertidas", confiesa Lee So-jhee, una oficinista de 30 años que vive sola en Seúl y que el año pasado recibió un peculiar regalo de una de sus amigas: una roca.
"Compruebo que esté bien". El entrecomillado es de Ko Hyun-seo, otro de los surcoreanos que se han sumado a la peculiar tendencia de las rocas mascota. Su caso es algo distinto al de Lee. Él tiene 28 años y reside en Gimje, en la provincia de Jeolla del Norte. A su roca, a la que bautizó "Is Real", le añadió un par de ojos brillantes, unas cejas y un sombrero de paja que le dan un aire único y cómico. La presencia del canto le reconforta, asegura. Nada más. Nada menos.
"Todos los días, cuando vuelvo a casa, miro la roca para asegurarme de que está bien", confiesa Ko. Testimonio similar comparte Lee, investigadora treintañera de una firma farmacéutica y que se sumó a la moda de las piedras durante un período especialmente exigente en el laboratorio. Ella llama a su mascota Hongduggae y la muestra envuelta en una toalla sobre la que asoman dos ojos adhesivos, grandes y saltones: "De vez en cuanto me quejaba a mi roca de lo pesado que había sido el día en el trabajo. Por supuesto que es un objeto inanimado que no puede entenderte, pero es como hablar con tu perro, y puede resultar relajante en cierto modo".
"Sensación de serenidad". Hay más testimonios, aunque todos apuntan en la misma dirección. Donde la mayoría vemos rocas, quienes optan por sumarse a la tendencia ven algo más: una forma inocente, sencilla y bastante económica de evadirse o simplemente hacer que su rutina resulte algo más llevadera.
"Hay una cierta sensación de serenidad en saber que esta roca natural ha pasado por mucho hasta llegar a su estado actual", comenta Koo Ah-young, otro oficinista de Seúl, de 33 años. Al igual que Lee, él probó suerte con la roca durante una etapa especialmente estresante en el trabajo, en pleno cambio de equipo y mientras se adaptaba a sus nuevas tareas. A TWSJ le explica que no quería descargar sus inquietudes sobre sus amigos o familiares, así que empezó a hacerlo sobre una roca impertérrita a la que incluso acabó poniendo nombre: "Bang-bang-i". Cuando acude al gimnasio o sale a caminar la lleva consigo, en el bolsillo.
Pero… ¿Y Gary Dahl? La nueva tendencia de Corea del Sur quizás parezca tener poco en común con la noche de copas protagonizada a mediados de los 70 por Dahl y sus colegas en California, pero solo lo parece. Ambos episodios —lo que le ocurrió a Dahl aquel día de hace cerca de medio siglo y lo que le ocurre ahora a Koo o Lee— tiene en realidad un nexo interesante: las rocas. Y su potencial.
A Dahl, empresario y publicista, aquel comentario le hizo darse cuenta de que lo de vender piedras como mascotas era lo suficientemente descabellado como para acabar de dos formas, si se apostaba por explotar la idea a nivel comercial: un sonoro batacazo o un negocio millonario. En su caso, fue lo segundo.
Pet Rocks (y millones de dólares). Dahl se alió con dos compañeros que le ayudaron a asumir la inversión, acudió a un almacén de materiales de construcción y compró montones y montones de piedras sacadas de playas mexicanas, piezas lisas y pulidas. Si su idea acabó convirtiéndose en un éxito rotundo no fue sin embargo tanto por el producto en sí —piedras las hay a patadas en cualquier camino— como la habilidosa envoltura de marketing que lo acompañó.
Cada roca, rebautizada como Pet Rock, se metía en un estuche de cartón, con orificios de ventilación y todo, y una mullida base de lana de madera. El pack se completaba con un último guiño: un divertido manual sobre cómo alimentar, cuidar y adiestrar piedras. ¿Excéntrico? Quizás. ¿Exitoso? Sin duda.
Como recuerda The New York Times, las Pet Rock aterrizaron en el mercado a tiempo para colarse en la campaña de Navidad de 1975 y su concepto provocador y desenfadado no tardó en llamar la atención de los diarios y televisiones.
Piedras que valen millones. Aquellas rocas con cajita, cama y manual de instrucciones fueron todo un éxito comercial. Al menos durante unos meses, los que duró la fiebre de las Pet Rock antes de pasar de moda con la misma rapidez con la que habían triunfado. Se calcula que durante ese breve lapso se llegaron a vender 1,5 millones de piedras. Cada una a 3,95 dólares, lo que no está nada mal si se tenía en cuenta que Dahl pagaba apenas un centavo por cada roca.
Tanto dinero ganó el publicista que acabó abriendo su propio bar. Y eso que no pudo evitar que, si bien tenía registrada la marca comercial Pet Rock, le surgiesen imitadores que se dedicaban a vender piedras metidas en cajas.
De EEUU… a Corea del Sur. Las Pet Rock vivieron su época dorada hace ya un buen puñado de décadas en EEUU, pero eso no ha impedido que el concepto esté resurgiendo a miles de kilómetros de allí, en las ciudades surcoreanas. Detrás de la particular versión asiática no está la marca lanzada por Dahl, ni tampoco coinciden del todo los planteamientos de los años 70 y 20 —los coreanos acuden a las rocas buscando más serenidad que chascarrillos, que era probablemente el gancho de los 70—, pero la idea base es la misma. Que un canto puede ser más que un canto.
Un éxito bien visible. Si algo sí tienen en común la moda estadounidense del 75 y la actual de Corea del Sur, más allá de estar protagonizadas por piedras, es que ambas pueden presumir de una visibilidad considerable. Lo de las rocas caseras no es una tendencia doméstica, que cultiven algunos vecinos de Seúl en la intimidad de sus hogares. Como recuerda TWSJ, en 2021 un popular actor mostró la suya y hay cantantes de K-pop que tampoco han tenido reparos en enseñar sus mascotas.
La empresa Chess Peace asegura por ejemplo que atiende entre 150 y 200 pedidos cada mes y ha completado su catálogo con opciones que van mucho más allá de las simples piedras grisáceas. Entre su abanico de opciones se incluye por ejemplo una "piedra del amor" de cuarzo rosa. Las rocas suelen ser ricas y redondeadas, suelen comprarse por entre 7,50 y 11 dólares, y pueden añadírseles accesorios como gafos, gorros o bufandas. Algunas vienen caracterizadas, con caras ya dibujadas; y en otras ocasiones son sus propios dueños quienes se encargan de personalizarlas.
Los responsables de la marca Pet Rock original ya desliza que ha tanteado el mercado indio y trabaja en una AI Pet Rock que permitirá a sus peculiares mascotas hablar con sus dueños. Entre sus idiomas, claro, incluyen el coreano.
Imágenes | Jody McIntyre (Flickr) y Webmontag Frankfurt (Flickr) (La imagen de portada está sacada en Japón y no se corresponde con la moda que aborda el post)
Vía | The Wall Street Journal
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