De una forma similar a la que ocurre ahora mismo con Pyongyang, no mucha gente visitaba la capital soviética durante los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial. Envueltos en el misterio de la división este-oeste, y también por sus mayores controles de movimiento de los turistas, era raro que los occidentales pudiesen apreciar cómo era la vida en el corazón del mundo soviético.
Uno de los afortunados en poder ver esta realidad de primera mano fue Martin Manhoff, un comandante militar estadounidense que trabajó en la embajada de su país en la Unión Soviética de 1952 a 1954. No sólo estuvo allí de servicio, sino que llevó consigo una cámara con la que pudo hacer fotos a color de las costumbres del pueblo ruso. Eso sí, siempre que los soldados se lo permitieron.
El historiador Douglas Smith ha seleccionado las mejores fotografías de esa colección de los Manhoff que han estado ocultas por más de 50 años. Unos raros tesoros que, mientras buscan algún espacio de arte donde ser exhibidos, se podrán ver en Magnet con el permiso del autor. Son un pedazo de la historia política que no tiene desperdicio.
Aquí una serie de ciudadanos descansando en los alrededores del Palacio de Ostankino. Aunque el sitio es ahora el emplazamiento que da cobijo al Museo Estatal de Cerámica, sigue siendo uno de los sitios favoritos de los moscovitas. Algo excepcional que se puede observar en esta y otras fotos de la colección es que la gente está tranquila, relajada. Los censores preferían no favorecer ese tipo de escenas, ya que el espíritu soviético se promocionaba como unos hombres y mujeres dinámicos y vigorosos, siempre listos para el trabajo y la lucha.
Una pequeña niña pasea por los alrededores del Monasterio de Novospassky. Según el testimonio de Manhoff, las únicas personas que parecían sonreír al ver la cámara eran los niños o ancianos.
Esta toma clandestina retrata el funeral de 1953 de Joseph Stalin. El mismo ataúd que contenía el cadáver del mayor representante del aparato soviético se ve en el centro de la marcha fúnebre militar. Cuentan que, tal y como vimos tras la muerte de Kim Jong-il, el público rompió en las calles del país a llorar y manifestarse de forma histérica.
Otros tres jóvenes soviéticos, nacidos ya en la posguerra, entretenidos ante el objetivo de Manhoff. Estadísticamente es probable que al menos uno los padres de estos tres niños muriese por la represión soviética o fuera encarcelado por desobediencia civil.
Estas sonrientes jóvenes educadas puramente en los valores del bloque comunista debieron vivir uno de los momentos más dulces de la historia de la URSS. Quedaban aún algunos años antes de que el experimento soviético colapsara.
Cuenta Manhoff que, si le hubieran confiscado la colección fotográfica, esta es probablemente la que más hubiera encendido las iras de los agentes. Un trolebús pelea por mantenerse a flote en una difícil e inundada intersección de Kiev, actual capital de Ucrania. A la Unión Soviética no le hubiera hecho ninguna gracia que el bloque capitalista viera sus problemas de infraestructuras.
Habían pasado más de 7 años desde el final de la Gran Guerra Patriótica, y sin embargo, el pueblo soviético aún no había pasado página. Escaparates y ventanas continuaban inundados de banderas nacionalistas. En la Segunda Guerra Mundial, recordemos, murieron más de 25 millones de ciudadanos.
Estos peatones del barrio de Arbat son de los más privilegiados que podían encontrarse entonces por la ciudad o el país. La mayoría de los moscovitas vivían en la pobreza, en pequeños apartamentos comunales, y podían incluso seguir sufriendo el racionamiento alimenticio años después de que terminara la guerra. Los edificios de Arbat eran más grandes y espaciosos, y tenían en las proximidades todo tipo de servicios.
Aquí vemos el Palacio de Ostankino desde otro ángulo distinto al de la primera imagen. Esos coches, probablemente unos GAZ M-20 Pobeda, eran un lujo para la mayoría de civiles soviéticos. La misma época en la que Estados Unidos empezaba a vivir su período dorado y los trabajadores más modestos empezaban a poder permitirse un coche propio y los más acaudalados paseaban montados en majestuosos Cadillacs.
Manhoff duró poco en la Unión Soviética. Tras 28 meses de servicio fue dado de alta, en el verano de 1954, por acusaciones de espionaje. Su archivo personal sí tiene fotos de este cariz, aunque no demasiadas, algo de maquinaria militar e imágenes de instalaciones industriales. Esta foto es del puerto ártico de Murmansk. Aunque es una parte relativamente cálida del norte ruso, la temperatura promedio en invierno era de -17 grados.
Por el temor a la influencia de los extranjeros, la Unión Soviética cerró sus fronteras al turismo en la primera década posterior al final de la Segunda Guerra Mundial. Mucha gente no sabía cómo era la realidad en el país, y tendrían una visión tan distorsionada de su realidad como lo era para los comunistas la vida al otro lado del muro ideológico. Esta imagen, tomada desde la ventana del Ferrocarril Transiberiano, ilustra una rarísima parte de la Rusia soviética que casi nadie vio, una mujer en la Rusia rural portando el agua de la fuente a su casa.
Todas las fotos de esta selección pertenecen a Mr Manhoff y Douglas Smith. Todos los derechos reservados.