Cuando hace unos años tuvieron que escoger un nombre con el que presentarse ante sus clientes, en la compañía de Shiori Kawamata decidieron apostar por la claridad. Optaron por Momuri, que en japonés significa "¡Estoy harto!" o "Ya no puedo hacer esto". No es una marca convencional, pero resume de forma precisa a qué se dedica esta agencia lanzada en 2022, con sede en Tokio y que a lo largo de los últimos años ha ganado una popularidad considerable. Su misión es ayudar a empleados que quieren dejar sus puestos y no saben cómo afrontarlo.
No es la única. En un país con una estricta cultura del trabajo, en el que no son infrecuentes las jornadas maratonianas en la oficina y que incluso dispone de una palabra para referirse a la muerte por exceso de trabajo (karoshi) la gestión de renuncias laborales se ha convertido en un negocio en alza.
Jornadas extenuantes. No es de los países con mayor promedio de horas trabajadas al año, según los datos de la OCDE, pero en Japón no son infrecuentes las jornadas laborales extenuantes. AOTS calculaba en 2015 que cerca del 20% de los empleados de entre 30 y 40 años rendían entre 49 y 59 horas cada semana y el 15% lo hacía al menos 60, lo que en la práctica, advierte el colectivo, se traduce en cuatro horas de trabajo extra al día y operarios que regresan a casa ya de noche.
En un reportaje reciente la CNN hablaba de casos concretos de empleados fallecidos tras acumular 159 horas extra en un mes, o incluso más de 200, como le ocurrió a un joven médico de Kobe que acabó quitándose la vida hace dos años.
Japón, el país del karoshi. En Japón incluso hay una palabra para referirse a la muerte por el exceso de trabajo, karoshi, un fenómeno reconocido desde finales de los años 80, que da lugar a cuantiosas indemnizaciones y se ha convertido en un grave problema. En 2015 el Ministerio de Trabajo nipón contabilizó 2.310 víctimas. Y a lo largo de los dos últimos años Statista informa de que el número de suicidios relacionados con problemas laborales en el país está bastante más cerca de los 3.000 que de los 2.000, si bien se registró un descenso del 3% el año pasado.
Un cambio profesional. Bien sea por exceso de trabajo, por diferencias con sus jefes o sencillamente porque quieren buscar nuevos horizontes, hay empleados que en un momento dado deciden dejar sus puestos. No siempre resulta sencillo. En un país con una estricta cultura laboral en la que siempre se ha ensalzado la paciencia y lealtad, presentar una carta de de renuncia puede suponer un trance complicado.
Hasta hace no tanto en Japón era habitual además que un trabajador permaneciese toda su carrera en la misma empresa. Y si bien esa tendencia ha cambiado durante los últimos años, en 2021 la antigüedad media de un puesto de trabajo seguía siendo de 12,3 años, dato que se elevaba a 21,2 en el sector de la electricidad. Son datos muy superiores a los registrados por ejemplo en EEUU.
Cartas de renuncia hechas pedazos. Yuki Watanabe, seudónimo de un japonés de 24 años que relataba su caso hace poco a la cadena CNN, explica que tras una temporada trabajando de sol a sol y sentirse físicamente enfermo decidió abandonar su puesto. El problema, relataba Watanabe, era que no quería que su jefe rechazara su renuncia y se viera abocado a seguir trabajando más tiempo.
No es el único. Una compañía familiarizada con casos similares asegura a la cadena estadounidense haberse encontrado con empleados que vieron cómo sus jefes hacían pedazos sus cartas de renuncia en hasta tres ocasiones. "No les dejan dimitir ni siquiera cuando se arrodillaban en el suelo para hacer una reverencia".
Si no puedes tú… Busca ayuda. Y mejor si es la de un profesional con experiencia. Eso es lo que parecen estar haciendo cada vez más japoneses que han decidido renunciar a sus empleos pero no saben cómo afrontarla o quieren evitarse el mal trago de llamar a la puerta de sus jefes para entregarles una carta firmada.
Una de las compañías que ha encontrado un jugoso nicho de negocio en esa necesidad es Momuri, una agencia que tiene detrás a Albatross Co, se lanzó en 2022 con sede en Tokio y ofrece un servicio de gestión de dimisiones. A cambio de 22.000 yenes, 140 euros, sus profesionales se encargan de notificarle a la empresa la renuncia, negociar la salida del trabajador y, en caso de que surjan dificultades, ofrecer asesoramiento. A los trabajadores parciales les cobra 12.000 yenes.
¿Es la única compañía? No. Momuri quizás sea la que ha generado mayor interés en los medios, pero no está sola. Kyodo News asegura que hay más de un centenar de agencias que ofrecen servicios similares por tarifas que oscilan entre los 20.000 y 50.000 yenes. Financial Times cita algunas, todas con nombre igual de evocadores que Nomuri: Yametara Iinen ("Está bien renunciar"), Yamerun desu ("Renunciemos") o Saraba ("Adiós"). Su origen se remonta a antes de la pandemia, pero el negocio parece haber ganado popularidad tras la crisis sanitaria.
Un negocio prometedor. Sus datos son desde luego peculiares. Busquen evitar la confrontación, un mal trago, el estrés de una conversación incómoda con un jefe autoritario o las molestias administrativas que puede acarrear la renuncia, lo cierto es que negocios como Momuri han logrado una nutrida cartera de clientes. Shioro Kawamata, directivo de la compañía, asegura que durante el último año recibieron unas 11.000 consultas. La agencia tokiota incluso ofrece un 50% de descuento a quienes echen mano de sus servicios para presentar una segunda renuncia.
El servicio lo usan desde trabajadores jóvenes, que lidian con sus primeras experiencias laborales, a empleados curtidos. De hecho hace unos meses Momuri aseguraba a Japan Times que el 40% de sus clientes son profesionales que pasan ya de los 40 años. En Europa la existencia de negocios así quizás resulte llamativa, pero en Japón han logrado una fama considerable. Un sondeo de En Japan muestra que el 70% de los encuestados está al tanto de su existencia.
Otra palabra clave: gogatsubyō. Curiosamente Momuri parece tener su propia "temporada alta" de actividad: principios de mayo, cuando los trabajadores terminan las vacaciones de la Ōgon Shūkan (Semana Dorada) y deben volver a sus oficinas. Coincidiendo con el gogatsubyō, la "enfermedad de mayo", una suerte de depresión posvacacional, la agencia de renuncias registra un pico sorprendente de solicitudes. Este año hablaba de más de 150. Y eso en un solo día.
Ese flujo se explica en parte por los cambios que está experimentando la propia sociedad nipona, sumida en una profunda crisis de natalidad y envejecimiento que complica a las empresas fichar mano de obra y da margen a los más jóvenes para plantearse un cambio si no están satisfechos con su empleo. Así lo señala a la CNN Hiroshi Ono, profesor de la Universidad Hitotsubashi, quien aprecia que hay un cambio de mentalidad generacional y los jóvenes ya no dudan en renunciar.
Imagen | Andrew Leu (Unsplash)
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