La historia increíble (y terrible) de Bobby, Eddy y David, los trillizos separados de bebés para un experimento científico

  • Los hermanos no sabían de la existencia de los otros y se reencontraron por puro azar en la década de 1980, cuando se convirtieron en celebridades

  • Montaron un negocio juntos e incluso hicieron un cameo en una película de Madonna, pero su historia acabó en tragedia: "Parece cosa de nazis"

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La de Bobby, Eddy y David es una historia única, uno de esos historiones que hacen soñar a los reporteros con el Pulitzer y a los directores de documentales con taquillazos y paseos por la alfombra roja. Lo difícil es clasificarlo. Cuando saltó a los periódicos de EEUU, allá por los años 80, se consideró un cuento de hadas, la crónica de unos trillizos separados cuando eran bebés que se reencuentran tras casi 20 años por puro azar. A medida que pasaba el tiempo y se conocían detalles su caso empezó sin embargo a adquirir una tonalidad bien distinta, una terrible, delirante, tan macabra que hubo quien lo comparó con los experimentos nazis.

Su historia es fascinante. E increíble. Y terrible.

¿Eddy, quién es Eddy? Una pregunta parecida a esa debió de hacerse Bobby Shafran cuando en 1980 se trasladó al campus de la Universidad de Sullivan, en Nueva York. Aunque era la primera vez que se paseaba por el centro todo el mundo parecía conocerlo. Se interesaban por cómo le iban las cosas y le trataban con una confianza que le resultaba incompresible, con palmadas en la espalda, abrazos e incluso besos. Aunque había un misterio aún mayor que aquella desconcertante familiaridad: en vez de llamarlo por su nombre se referían a él como Eddy.

"Yo estaba nervioso. Nunca había sido popular. Y entonces empecé a caminar buscando mi habitación y mucha gente empezó a acercárseme y a preguntar cómo estaba. Todos eran muy amigables y se desvivían por serlo", recordaría tiempo más tarde Robert: "Estaba un poco desconcertado porque a nadie lo reciben así en su primer día". Aquel misterio empezó a aclararse cuando un joven llamó a su puerta y se presentó como Michael, compañero de habitación y amigo de aquel misterioso Eddy a quien todo el mundo parecía confundir con Robert. La pregunta que el tal Michael le plantó al joven fue directa, simple, reveladora: "¿Eres adoptado?"

Gemelos separados al nacer. Michael tenía buenas razones para hacerle una pregunta tan extraña. Aquel joven recién llegado a Sullivan era calcado, idéntico, a su amigo Eddy. El parecido era tan asombroso que Robert y Michael acudieron a una cabina, llamaron al tal Eddy y al rato estaban ya en la carretera, conduciendo para encontrarse con él. Cuando al fin se reunieron, Bobby y Eddy, Eddy y Bobby, descubrieron que eran como dos gotas de agua. Idénticos. Coincidía hasta la fecha de su nacimiento, en julio de 1961. Demasiado parecidos para tratarse de una casualidad. "Sus ojos eran mis ojos y mis ojos los suyo", confesaría Bobby.

"El mundo desapareció y nos quedamos solo él y yo". Contra todo pronóstico, los dos jóvenes, ambos adaptados y hermanos, se habían encontrado en un puro golpe de suerte. Y eso que desconocían la existencia del otro. Ver para creer. Su historia resultaba tan rocambolesca que no tardó en despertar el interés de los periodistas estadounidenses. Al poco tiempo aquellos dos gemelos reencontrados protagonizaban reportajes en los diarios… con fotos incluidas.

¿Gemelos o trillizos? Uno de esos artículos, en los que aparecían retratados Eddy y Bobby, risueños y abrazados, acabó llegando a algunos lectores a los que la historia les llamó la atención de forma peculiar. Y no por lo extraña que resultaba o lo estrambótico de que aquellos hermanos se hubiesen reencontrado tantos años después de separarse. El motivo era otro: su rostro, su aspecto, su mirada.

Los jóvenes Eddy y Bobby eran idénticos a otro chaval de su misma edad, David Kellman, el tercer protagonista de esta historia. Y cuando hablamos de "idéntico" lo hacemos de nuevo a un nivel que solo se puede explicar por la genética. Como recuerda Infobae, asombrado, David tomó el teléfono, llamó al diario y pronunció la que probablemente haya sido la frase más delirante de toda su vida: "Hola, me llamo David, nací el 12 de julio de 1961 y creo que hay otros dos como yo".

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De la sorpresa al pasmo y la fama. Si la historia del reencuentro de dos gemelos que no sabían nada el uno del otro resultaba increíble, la de unos trillizos que se reúnen tras pasar sus infancias ignorando la existencia de sus hermanos era directamente un bombazo. Y así fue. De la noche a la mañana Eddy, Bobby y David se convirtieron en celebridades, el centro de un circo mediático: hicieron un cameo en 'Buscando desesperadamente a Susan', una película de 1985 protagonizada por Madonna, y llegaron a montar su propio negocio: un restaurante que, claro está, bautizaron Triplet´s y acabó triunfando entre los turistas deseosos de conocerlos. Se cuenta que solo durante su primer año el local facturó un millón de dólares.

Su historia era digna de Hollywood, desde luego. Aparte de la separación y reencuentro, los trillizos descubrieron que compartían mucho más que su aspecto: les gustaban los cigarrillos Marlboro, la lucha libre y el mismo tipo de chicas. Dos de ellos incluso habían afrontado el mismo problema de visión durante la infancia. Verlos juntos resultaba tan surrealista que acudieron a entrevistas con reporteros archiconocidos, se vestían a juego y, además del negocio compartido en el SoHo, acabaron mudándose para vivir los tres juntos en un apartamento de Nueva York.

"Todo era nuevo, todo era celebración. Por primera vez nadábamos juntos en el océano o nos subíamos a una montaña rusa", explica David a la cadena BBC: "Nos sentíamos como niños porque no habíamos tenido una infancia juntos".

Pero… ¿Cómo es posible? Por grande que fuera la alegría del reencuentro, las celebraciones y la diversión, había una pregunta incómoda en la historia de Bobby, Eddy y David. Sobre todo para ellos y los matrimonios que los habían adoptado en los años 60: ¿Cómo era posible que se hubiese separado a aquellos tres hermanos al nacer? La explicación de Louise Wise, la agencia que se había encargado de los trámites en su día, fue sencilla: había separó a los bebés por una cuestión práctica, para facilitar la adopción. Con el tiempo los trillizos descubrieron además que su madre biológica los había tenido muy joven y padecía problemas con el alcohol.

Tras aquella historia de hadas, reencuentros y reuniones fraternales había sin embargo otra crónica, mucho más oscura y macabra. Si hoy la conocemos es en gran medida gracias al reportero Lawrence Wright, quien publicó un artículo en The New Yorker en el que arrojaba luz sobre lo que realmente le había pasado a los trillizos: la suya no era una historia de reencuentros emocionantes, o esa no era  al menos toda la verdad. Muy a su pesar y sin ellos saberlo habían sido protagonistas de un experimento psicológico de ética más que dudosa ideada por el psicoanalista de origen austriaco Peter Neubauer y el Child Development Center.

"Parecía cosa de nazis". La frase es de Bobby y resume sus sentimientos al enterarse del experimento que había protagonizado sin ser consciente junto a sus dos hermanos. El objetivo de Neubauer era esclarecer hasta qué punto influye en nuestras vidas la genética y hasta qué punto la crianza, así que decidió realizar un experimento descabellado: separar gemelos y trillizos cuando eran pequeños para darlos en adopción a hogares en los que afrontarían educaciones y circunstancias distintas. Luego su equipo se encargaba de hacer un seguimiento de cada uno de aquellos "conejillos de indias" involuntarios. Todo, claro, sin su conocimiento.

El caso de Bobby, Eddy y David parecía preparado al dedillo. La agencia los entregó en adopción a tres hogares de diferente extracción social: uno de clase obrera, otro de clase media y un tercero acomodado. Cuando los investigadores acudían a sus domicilios a realizarles entrevistas lo hacían bajo el pretexto de que solo buscaban controlar el progreso de los niños. Pura formalidad. Nada más. Al enterarse, Bobby reconoció sentir una sensación que iba "más allá de la ira".

"Nos llamaban 'sujetos'. Somos víctimas. Hay una gran diferencia. Ahora no queremos sonar como personas heridas y como adultos tenemos familias, hijos y somos relativamente normales; pero nos trataron como ratas de laboratorio. Nada más. Y somos seres humanos", confesaba en 2018 al diario Los Angeles Times.

Fantástico comienzo, trágico final. La de Bobby, Eddy y David es la crónica de una historia cambiante. Empezó como un cuento de hadas milagroso, no tardó en convertirse en la crónica de unos trillizos exultantes y acabó transformándose en la tragedia de tres jóvenes reducidos a cobayas humanas. En su historia hubo sin embargo un giro más de guion. Los Angeles Times recuerda que los hermanos tuvieron que aprender a gestionar la ira y con el tiempo su relación se enturbió: el padre de David, uno de sus grandes apoyos, falleció; el negocio en común se torció y Bobby decidió abandonar el barco, lo que molestó a sus otros dos hermanos.

Con el paso de los años los hermanos emprendieron sus propios caminos. Se casaron y se distanciaron. El mayor mazazo llegó sin embargo en 1995, cuando uno de ellos, Eddy Galland, se suicidó tras luchar contra una enfermedad mental. Ese mismo año Wright tiró de la manta y publicó su artículo en The New Yorker.

Jugar con vidas humanas. "No sé por qué decidieron hacer esto, no puedo verlo como algo humano. No podéis jugar con las vidas humanas. Teníamos que estar juntos y nos separaron por motivos científicos", confiesa Bobby. A su cabreo contribuyen una serie de circunstancias: Neubauer falleció en 2008 y buena parte de su investigación acabó en la Universidad de Yale, donde permanecerá cerrada hasta 2065. En 2018 Tim Wardle grabó un documental sobre la historia de los trillizos, 'Three Identical Strangers', que dio notoriedad de nuevo al caso y logró que los responsables de custodiar el estudio permitiesen a David y Robert consultar cerca de 10.000 páginas, aunque no les sirvió de gran cosa.

Del enfado a la resignación. "Se recopilaron los datos, pero los resultados nunca se publicaron y estamos llegando a un punto en el que estamos bastante seguros de que nunca se hizo nada con eso", lamenta Bobby, que acabó ejerciendo de abogado en Brooklyn, en declaraciones a Los Angeles Times: "Entonces… ¿Qué sentido tenía todo esto, verdad? ¿Toda esta observación, recopilar todos esos datos y no tener conclusiones?" Su documental ha servicio sin embargo para algo más que refrescar su caso y desatar una tormenta de recuerdos, buenos y horribles.

En 2018, después de ver la cinta, Michele Mordkoff logró identificar a través de Ancestry.com a una mujer que resultó ser su hermana gemela, Allison Kanter, de cuya existencia no tenía constancia hasta ese momento. De su historia se hizo eco también la cadena CNN, que asegura que al igual que ocurrió con Bobby, Eddy y David, ambas mujeres eran gemelas y fueron adoptadas en el área de Nueva York en la década de 1960 a través de la misma agencia, Louise Wise Services.

En Xataka: La pregunta de si tuvimos un hermano gemelo (aunque se perdiera en el útero) tiene una respuesta y está en nuestra (epi)genética

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